La homosexualidad ya no es un tema tabú en clase
Desde hace 20 años, jóvenes homosexuales visitan salones de clases para que los alumnos les hagan preguntas. Los clichés son difíciles de derribar, pero estas visitas ayudan a construir un clima de tolerancia. Reportaje.
“¿Cómo saliste del armario?’”. “¿En las parejas homosexuales una persona asume el rol del hombre y la otra, el de la mujer?”. “¿Experimentaron dificultades para aceptarse a ustedes mismos?”.
Esta mañana, los alumnos de la escuela secundaria de la comuna de Tavel, cercana a Friburgo, han tenido la oportunidad de plantear todas las dudas que tenían sobre orientación sexual e identidad de género a miembros del proyecto escolar ABQEnlace externo.
En esta ocasión, está acompañada por Iván, Soraya y Yaron y la cita es con uno de los grupos del último año de educación obligatoria de Tavel, un pueblo con poco más de 3.000 habitantes. Los 27 miembros activos de ABQ tienen entre 20 y 30 años de edad. “Consideramos importante que seamos jóvenes hablando con jóvenes. Esto permite a los alumnos identificarse más fácilmente con los participantes”, dice Hélène. Ésta es la primera vez que Yaron, de 22 años, participa activamente en una visita escolar. El estudiante de informática se comprometió recientemente con la misión de esta asociación:
Tras una introducción general, los alumnos son divididos en dos grupos. Las chicas se reúnen en una sala y los chicos, en otra. “Lo hacemos de esta forma porque el número de integrantes de la asociación que pueden participar en estos encuentros es limitado y también porque nos hemos dado cuenta de que, a esta edad, los varones tienden a hacer el payaso para atraer la atención de las chicas. También tenemos la impresión de que las chicas se sienten más cómodas a la hora de hacer preguntas”, comenta Hélène, precisando que los jóvenes siempre pueden cambiar de grupo libremente si así lo desean.
“No todos los hombres gais aman ir de compras ni todas las mujeres lesbianas tienen obligadamente el cabello corto”, dice. A lo largo de la mañana, los participantes intentan echar abajo los estereotipos explicando los términos que describen a cada tipo de preferencia sexual y sus características, ofreciendo información y, ante todo, respondiendo abiertamente a las preguntas de los alumnos.
El tema de la repartición de roles en las parejas homosexuales es recurrente. “Las parejas del mismo sexo no requieren que una de las dos partes tome el rol de hombre, y la otra, el de mujer”, intenta explicar Hélène. “¿Se imaginan que las lesbianas pasaran todo el día en la cocina y los gais solo se dedicaran a trabajar?”, bromea. Luego dice que el humor es, con frecuencia, un arma eficaz para luchar contra las ideas preconcebidas.
A la hora de presentar las preguntas anónimas, los adolescentes aprovechan para presentar sus interrogantes sobre sexualidad, en términos generales. “¿Han tenido problemas durante sus relaciones sexuales?” “¿Utilizan juguetes sexuales?” Los jóvenes oradores de la asociación deben prepararse para recibir cuestionamientos muy íntimos y para dar respuestas informativas que, algunas veces, tranquilizan a los autores de las preguntas.
Las risas avergonzadas o las furtivas miradas de burla van cediendo paulatinamente para dar paso a una atmósfera relajada y propicia para el diálogo. “Yo soy de origen ruso y en mi país, uno aprende en la escuela que la homosexualidad está prohibida. Algunas veces, los niños ni siquiera saben que existe”, cuenta una joven, ante la mirada atónita de sus camaradas. La clase también se sorprende cuando descubre un mapaEnlace externo que incluye a los 72 países que aún castigan la homosexualidad. En ocho de ellos, ser homosexual aún amerita pena de muerte, así que en algunos de estos países la vida de los miembros de la asociación ABQ estaría en riesgo.
La ‘salida del armario’, una historia real
El silencio reina en la sala cuando Hélène y Yaron comparten el momento en el que decidieron declarar abiertamente su homosexualidad. Yaron creció cerca de Berna en el seno de una familia religiosa y conservadora. Su padre es un pastor de una iglesia evangélica. En el ambiente en el que fue criado, siempre se escuchaban comentarios negativos sobre la homosexualidad. “Durante mi adolescencia, comencé a ver películas pornográficas y me di cuenta que me sentía mucho más atraído por aquellas que eran de gais”.
Muchas interrogantes comenzaron a dar vuelta en la cabeza de Yaron. Se preguntaba si iría al infierno por ello. En la iglesia a la que pertenecía había escuchado que era posible “curar” la homosexualidad. Al principio, él lo creyó así también, pero pronto se dio cuenta que esto no sería posible. Practicaba mucho deporte, corría kilómetros y kilómetros en un intento por olvidar, por dejar de pensar en este tema. “Pese a mis esfuerzos, comencé a sentirme mal y a tener pensamientos suicidas”. Un día tuvo que aceptar que se hallaba en una ruta sin retorno. “Dejé la iglesia y me sentí mejor”. Yaron comenzó además a participar en reuniones de un grupo LGBTI, donde conoció a su primer novio.
Al principio, cuando Yaron decidió hablar con sus padres sobre su nueva relación, se enfrentó a la incomprensión de éstos. Pero después, “mi madre conoció a mi novio y se entendieron muy bien. Esto la ayudó a aceptar mi homosexualidad. De hecho, cuando la relación terminó, ella estaba triste e incluso siguió en contacto con él”, recuerda. Hoy, su familia es comprensiva y le apoya. “Durante algún tiempo, un tío me enviaba publicidad sobre terapias de conversión. Mis padres intervinieron para pedirle que dejara de hacerlo”, explica el joven.
Menos prejuicios y más tolerancia
Al final de la mañana, los chicos y las chicas son reunidos nuevamente en el salón de clases para intercambiar sus experiencias. “Yo aprecié que ustedes respondieran con tanta apertura a nuestras preguntas”, dijo uno de los jóvenes. Los alumnos son invitados a escribir sus comentarios para los oradores. Alia hace un balance positivo sobre esta experiencia.
La escuela de Tavel invita a ABQ a sus aulas desde hace 10 años. La asociación se reúne con todos los grupos del último año de escuela obligatoria, es decir, con alumnos de entre 14 y 16 años. Hubert Aebischer, director de la escuela, constata el efecto positivo del trabajo realizado. “Antes, escuchamos regularmente bromas tontas, clichés sobre los homosexuales e, incluso, insultos. Pero tengo la impresión de que después (de estos encuentros) esto casi ha desaparecido”, dice. La escuela también ha tenido la oportunidad de recibir a un alumno transgénero y a jóvenes que han descubierto su homosexualidad. “Han sido aceptados por los otros sin ningún problema. Estoy convencido de que la participación de ABQ ha permitido crear un clima de apertura”, dice Hubert Aebischer.
El balance de los alumnos
Al final de la visita, los cuatro voluntarios de ABQ reúnen los comentarios escritos de los alumnos y hacen su propio balance. “Cuando nos entregaron sus preguntas anónimas, los chicos dijeron que querían escandalizarnos, pero la verdad es que sus cuestionamientos son, en general, bastante amables”, dice Yvan sonriendo. En los 20 años que han pasado desde que la asociación se fundó, los miembros de la misma consideran que la mentalidad de los jóvenes ha ido cambiando.
Cada vez más alumnos conocen a alguna persona perteneciente a la comunidad LGBTI. Por otra parte, hay cada vez más escuelas que llaman a la asociación para programar una visita. “Nos cuesta trabajo atender todas las demandas y estamos en busca de nuevos voluntarios”, dice Hélène.
Pese a los avances, los clichés siguen vivos, dice la copresidenta de ABQ. Por ello, no es sorprende que “en sus comentarios, muchos adolescentes aún escriban que (tras el encuentro) pudieron constatar que los homosexuales son personas totalmente normales”, constatando que mucha gente piensa todavía que no lo son.
Hélène sueña con el momento en el que el trabajo de ABQ se haya vuelto obsoleto, pero aún falta mucho para ello.
(Traducción del francés: Andrea Ornelas)
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