Cuando Zermatt se vio golpeada por una epidemia de tifus
En 1963, mucho antes del COVID-19, la estación turística de Zermatt, en el cantón Valais, se vio golpeada por una epidemia. La fiebre tifoidea afectó a 437 personas -de las que tres casos resultaron mortales- y provocó el cierre de hoteles, bares, restaurantes y pistas.
No era el coronavirus pero el mal era también taimado y astuto. El tifus es una enfermedad bacteriana que se manifiesta con una fiebre alta y afecta a muchos órganos, entre ellos el colon. Los agentes patógenos se concentran en las heces o en la orina. Afortunadamente, la mortalidad, que antiguamente solía ser muy elevada (del 10% al 30%), se ha reducido al 1% gracias a los antibióticos. El periodo de incubación dura varias semanas y los síntomas son bastante similares a los de una gripe estacional.
El viernes 15 de marzo de 1963, más de 7 000 turistas abarrotaban los grandes hoteles y casas de huéspedes de Zermatt, cuando las autoridades anunciaron mediante un comunicado de prensa que se habían detectado dos casos de fiebre tifoidea. Los periódicos británicos del domingo informaban que una docena de turistas enfermos habían sido repatriados.
En la propia localidad se atendió 40 casos sospechosos y otras 30 personas fueron trasladadas por helicóptero y tren a los hospitales más próximos. El jefe del servicio de sanidad del Valais, Pierre Calpini, intentaba calmar el creciente pánico asegurando que la situación estaba bajo control.
El ejército como refuerzo
Inmediatamente, un equipo médico, compuesto por 30 soldados, se desplegó en Zermatt, incluyendo un vagón especialmente equipado para el transporte de pacientes. El destacamento médico estableció un laboratorio, tomó muestras de la población, desinfectó las habitaciones de los enfermos, las cocinas y los baños. El 23 de marzo, una semana después de la primera alerta, las autoridades anunciaban tres casos fatales: una mujer de Zermatt, de 62 años y madre de 13 hijos, una empleada de hotel de 22 años, y un marino británico de 25 años que se encontraba de vacaciones de esquí.
A finales de marzo las autoridades ordenaron el cierre de todos los hoteles, casas de huéspedes y apartamentos de vacaciones. La estación se convirtió en un pueblo fantasma: “Nadie volverá a Zermatt”, pensaron con temor los lugareños.
A principios de abril, la epidemia desapareció. Las sospechas, que hasta entonces habían recaído sobre un obrero de Lecce, Italia, que trabajaba en la construcción de la presa de Zmutt, demostraron ser infundadas, ya que la bacteria no era la misma. Finalmente se identificó la fuente: unos mineros que perforaban 100 km de túneles para el suministro de agua de la presa de la Grande-Dixence y que habían trabajado por encima de una fuente de agua potable, eran los responsables de la contaminación del agua corriente de la estación del alto Valais.
Un periodista recuerda
Traducción del francés: José M. Wolff El balance final sería de 437 personas afectadas: vecinos de Zermatt y turistas suizos, franceses, alemanes, británicos y estadounidenses. Una vez superada la epidemia, las autoridades y los hoteleros de Zermatt lanzaron una campaña para mejorar la imagen de la estación de esquí. A los enfermos se les ofreció tres semanas de vacaciones y se les indemnizó por los gastos de hospitalización y la pérdida de ingresos.
Daniel Favre, un periodista de radio jubilado y natural de Lausana, recuerda bien aquellos momentos: “Estuve dos días en la estación, invitado a cubrir las novedades turísticas. Una mañana las autoridades y la prensa anunciaron que el agua estaba contaminada y que podía causar fiebre tifoidea. Recuerdo haber podido salir de la estación de esquí con bastante rapidez, pero en Lausana la dirección de Radio Romande me pidió amablemente que permaneciera
Traducción del francés: José M. Wolff
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