La difícil inserción laboral de los refugiados
Recientemente se han lanzado varios programas para facilitar el acceso de los refugiados reconocidos como tales al mercado laboral. Por ahora, sin embargo, los resultados son aún insuficientes.
Vestidos con monos remangados y el cabello cubierto de polvo, los alumnos de albañilería forman un corrillo en torno al profesor y escuchan atentamente las explicaciones. Estos once hombres a los que se les ha reconocido el estatuto de refugiado, participan desde hace un año en un programa de inserción profesional que les abre las puertas a un aprendizaje en el sector de la construcción. “Soy afgano y vivo desde hace cuatro años en Suiza”, nos dice Nasari, al que conocemos en el centro de formación profesional de albañilería en Sursee, en el cantón de Lucerna. “Quiero conseguir el certificado federal de capacitación, ganarme la vida y en el futuro crear mi propia empresa de construcción”.
El programa, que lanzó en 2014 el cantón de Lucerna, en colaboración con la Sociedad de Empresarios de la Construcción local, la organización sin ánimo de lucro ENAIPEnlace externo y la escuela de formación profesional de Sursee, ha tenido bastante éxito, aunque al inicio tuvo que superar algunas dificultades. “No ha sido sencillo encontrar para cada participante un puesto de aprendizaje en una empresa de construcción. A veces tuve que enfrentarme a los prejuicios de algunos empresarios hacia los solicitantes de asilo”, recuerda Patrik Birrer, director del centro de formación en Sursee. Entre tanto, todos los que participaron en la segunda edición del programa han encontrado un puesto de formación, gracias también a las excelentes experiencias de los empleadores con los refugiados reconocidos que contrataron el año pasado.
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Impulsan aprendizaje de oficios para refugiados
Además de los conocimientos profesionales, los jóvenes alumnos asisten a clases de alemán, cultura general, aritmética, geometría y crecimiento personal. “El programa intenta colmar las lagunas en algunas asignaturas fundamentales”, explica Birrer. “La mayoría de ellos no saben cómo calcular la superficie de un área, el volumen de un cuerpo geométrico o nunca han oído hablar del teorema de Pitágoras”.
Trampolín al mercado laboral
La del cantón de Lucerna no es la única iniciativa en Suiza destinada a facilitar la inserción laboral de los refugiados. En 2015, la Unión Suiza de Agricultores, con el apoyo de la Secretaría de Estado de Migración (SEM), presentó un proyecto piloto de tres años de duración. Doce meses después, el balance es positivo: 13 refugiados han sido contratados en ocho explotaciones agrícolas.
El programa en el sector de la restauración y la hostelería de los cantones de Zúrich y Lucerna se llama RIESCO. Gracias a una formación teórica y práctica de un año, los refugiados tienen la posibilidad de acceder al mercado laboral como aprendices o de ser contratados. En nueve años, cerca de 300 participantes han obtenido un diploma federal de formación práctica o un certificado federal de capacitación. Por su parte, la SEM presentó en diciembre de 2015 el proyecto piloto de aprendizaje para refugiados. La iniciativa pretende impartir cada año una formación profesional a 1 000 refugiados reconocidos o admitidos de forma provisional en Suiza. Es una especie de trampolín al mercado de trabajo.
Solo uno de cada tres encuentra empleo
Los ejemplos citados no constituyen una lista exhaustiva de las iniciativas que existen en Suiza, pero ilustran la voluntad de facilitar la integración profesional de los refugiados. Una integración que se descuidó durante mucho tiempo, pese a que ofrece la posibilidad de resolver, al menos en parte, dos problemas: la dificultad de los solicitantes de asilo para acceder al mercado laboral, con la consiguiente repercusión en el gasto social, y la carencia de mano de obra en algunos sectores.
Aunque los programas prometen, el número de personas que reúnen hasta ahora es aún reducido. Cabe recordar que, en los últimos dos años Suiza ha concedido el estatuto de refugiado o de acogida provisional a cerca de 30 000 solicitantes de asilo. Según un estudio de 2014 realizado por encargo de la SEM, solo uno de cada tres refugiados reconocidos ejercía una actividad profesional, mientras únicamente el 17% de los solicitantes de asilo admitidos provisionalmente habían encontrado empleo en ese tiempo. Esta situación es comparable a la de otros países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y se debe a varios factores.
La lengua no es el único obstáculo
El mayor obstáculo para la integración profesional de los refugiados, según los expertos, es la lengua. Otras barreras son las experiencias traumáticas que han vivido en sus países de origen, las diferencias culturales, la falta de una red de contactos sociales en el país de acogida, las escasas competencias escolares y profesionales, pero también los largos trámites administrativos a la hora de conseguir un permiso para poder ejercer una actividad remunerada. Esto supone una carga para el gasto social, como confirman las cifras de la Oficina Federal de Estadística. Casi nueve de cada diez personas del ámbito del asilo vivían en 2015 de la asistencia social.
De hecho, los migrantes que llegan a Suiza, carecen por norma general de medios para vivir y dependen de la ayuda que les brindan los servicios sociales. Además, les resulta difícil encontrar un empleo mientras se tramita su solicitud de asilo. Una fase en la que, además, la integración no se considera prioritaria, por temor a que Suiza gane atractivo como destino entre los migrantes económicos. Pero incluso después, los refugiados reconocidos o acogidos de forma provisional tienen muchas dificultades para acceder al mercado laboral. Una media del 70 al 90% sigue dependiendo de la ayuda pública durante los primeros cinco a siete años, según un informe que publicaron en 2014 las asociaciones de las oficinas de empleo y de los servicios cantonales de migración.
Más allá de estos obstáculos, la demanda del mercado laboral en Suiza ha cambiado y ralentiza la inserción laboral. Hoy, en Suiza se necesitan no solo brazos, sino sobre todo mano de obra extranjera altamente cualificada. En el pasado, los miles de refugiados que provenían de Hungría, el Tíbet, Checoslovaquia, Vietnam, y más recientemente, de los países de la antigua Yugoslavia, encontraron trabajo enseguida. Los refugiados de hoy, que provienen sobre todo de países extraeuropeos, no disponen en muchos casos de un nivel de formación adecuado a las demandas del mercado helvético. Los que cuentan con un diploma de formación profesional o un título universitario, tienen dificultades para homologarlo en Suiza. A veces los certificados de capacitación no son comparables con los helvéticos, otras, los refugiados han perdido los certificados y su situación particular les impide solicitar una copia a las autoridades de su país de origen.
Con o sin certificado en la mano, la mayor parte de los refugiados reconocidos o acogidos provisionalmente dispone de competencias profesionales, como muestra una investigación del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Corresponde a las autoridades competentes determinar los recursos, las posibilidades y los déficits de cada persona para aprovechar ese potencial que por el momento sigue desperdiciado.
En Sursee, en las naves destinadas a la formación profesional de los albañiles, se ha reconocido este potencial de habilidades, voluntad, interés y ganas de revancha. Tras haber vivido la tragedia de la guerra o la represión de un régimen totalitario, los once solicitantes de asilo reconocidos –nueve afganos, un eritreo y un tibetano– tienen ahora la posibilidad de construir, con sus propias manos, una vida independiente y un futuro mejor.
Este artículo se publicó originalmente en AzioneEnlace externo, semanario de Migros Ticino.
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Traducción del italiano: Belén Couceiro
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