«Hambre cero», todavía un desafío
El número de víctimas del hambre en el mundo descendió por primera vez por debajo de la línea de los 800 millones, según el más reciente informe de las Naciones Unidas. Sin embargo, expertos suizos advierten que no es momento de relajar esfuerzos y que la subalimentación es aún un fuerte desafío.
“La FAO cambió su sistema de cálculo hace apenas unos pocos años. No puedo decir si es mejor o peor que antes, pero tampoco puedo asegurar que las nuevas cifras se puedan comparar científicamente con las del 90”, advierte Tina Goethe, responsable de la sección Derecho a la alimentación y cambio climático de la ONG suiza Pan para el Prójimo.
En su opinión, “muchas de esas estadísticas son engañosas y quieren probar éxitos que no son tales”.
El recién publicado informe ‘El Estado de la inseguridad alimentaria en el mundo, 2015’, elaborado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO); el Programa Alimentario Mundial (PAM) y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) establece que 795 millones de seres humanos padecen hambre, 216 millones menos que en el período 1990-1992.
Tina Goethe, quien participó recientemente en una conferencia internacional en Berlín que incluyó esa temática, comenta que “diversas copartes y personalidades, especialmente africanas, expresaron que la situación no es sensiblemente mejor en sus países y que muchos fondos para combatir el hambre favorecen a los sistemas convencionales de semillas y agricultura, sin priorizar, como debería hacerse, a la producción familiar”. El documento reconoce que 24 países africanos; es decir, el doble que en los años 90, se confrontan en la actualidad a crisis alimentarias.
El hambre no es una fatalidad
“Hay que recordar que el hambre no es una fatalidad”, completa críticamente Bernard Borel, médico pediatra y presidente de Médicos del Mundo/Suiza. Esta ONG sostiene diversos proyectos -entre ellos uno en Chiapas, México compartido con la asociación Madre Tierra-, en los cuales el mejoramiento de la calidad nutritiva de la población local constituye un objetivo fundamental.
Recuerda que las propias organizaciones de la ONU reconocen que con los recursos existentes en la Tierra se podría alimentar a 12 mil millones de personas. “El problema en el mundo no es la falta de alimentos, sino la mala distribución de los mismos”, enfatiza el profesional suizo que, como experto de la Organización Mundial de la Salud (OMS), realizó en la década pasada diversas misiones en China, Vietnam, Filipinas, Malawi, Egipto y Kosovo.
Progresos latinoamericanos
América Latina y el Caribe, según el documento, avanzaron significativamente en el combate contra la malnutrición al disminuir, en el último cuarto de siglo, a la mitad el porcentaje de personas subalimentadas.
Sin embargo, no todo está resuelto. En febrero del año en curso, el Programa Alimentario Mundial (PAM) reconoció que dos millones de habitantes de Centroamérica debían recibir ayuda alimentaria como consecuencia del impacto de una prolongada sequía que afectó la región. Guatemala y Honduras se vieron en ese momento obligadas a decretar un estado de emergencia en zonas rurales particularmente afectadas.
Ese cataclismo meteorológico implicó pérdidas de cosechas con la consiguiente y significativa reducción de medios destinados a la salud y la educación por parte de las familias campesinas afectadas, muchas de las cuales debieron vender sus herramientas y animales e incluso emigrar de sus regiones originarias.
No es casualidad que en ciertos países, como Honduras o Guatemala, subraya el experto suizo, se observe un cierto desinterés oficial hacia las poblaciones más vulnerables. “Y cuando se vive una situación frágil a nivel de gobernabilidad, cualquier crisis coyuntural como una sequía prolongada, hace explotar aún más la vulnerabilidad”.
Para el Doctor Borel, “América Latina constituye un ejemplo muy interesante de análisis. Existen en ese continente gobiernos que desde hace años están impulsando políticas globales como ‘Hambre Cero’ en Brasil, u otros programas semejantes en Bolivia, Venezuela, Nicaragua, etc. que priorizan el combate contra la malnutrición”.
Visión que comparte Tina Goethe, quien asocia “a los fuertes cambios políticos latinoamericanos”, la presencia en la región “de importantes organizaciones y movimientos sociales que impulsan cambios de fondo en el campo y nuevos paradigmas de producción agrícola familiar y colectiva”. Son actores que tienen claro que el “hambre es el resultado de la pobreza” y que las políticas sociales y de empleo son condiciones claves en el combate frontal contra el hambre.
La FAO destaca los avances en Latinoamérica y el Caribe y subraya la importancia de los compromisos asumidos en la región a través de la iniciativa América Latina y el Caribe sin Hambre, refrendada por todos los países en el 2005.
La situación planetaria
Según el documento de la ONU, en las regiones “en desarrollo”, la subalimentación -es decir, el número de seres humanos privados de los alimentos indispensables para poder implementar una vida sana y activa- pasó del 23,3% (cifra correspondiente al inicio de los años 90) al 12,9% en la actualidad.
Progreso particularmente positivo, según las Naciones Unidas, si se tiene en cuenta el marco mundial complejo que ha marcado las últimas décadas, con cataclismos ambientales extremos, inestabilidad política e incluso conflictos internos y regionales a la orden del día.
Una persona cada cinco vive actualmente en condiciones de crisis marcada por una “débil gobernabilidad” o bien una vulnerabilidad social aguda. Las tasas de hambre en los países víctimas de crisis prolongadas son tres veces más altas que las de otras regiones, sostiene el informe.
“No se debe pecar de falso optimismo”, concluye Tina Goethe. Las estadísticas reflejan solo parcialmente la realidad. Y, en este caso, “esos presuntos avances no deben desmovilizar a la sociedad civil internacional en general y la suiza en particular” en la denuncia de las causas estructurales que producen el hambre. Y en la crítica a nuevas recetas de naciones del Norte que pretenden imponer, por ejemplo en África, el “modelo de desarrollo agrícola, sin cambiar leyes injustas, ni políticas irracionales de semillas y de propiedad intelectual”.
“Tenemos una gran responsabilidad en el Norte”, coincide Bernard Borel. “Naciones como Suiza concentran centenares de multinacionales de recursos naturales y alimentos, muchas de las cuales no pagan los debidos impuestos en los países en que operan, lo que atenta contra la seguridad social. Hay que luchar contra la especulación impositiva”. Y los tiempos son cortos: “cada siete segundos muere un niño en algún lugar del planeta a causa de la malnutrición”, concluye.
Informe de la ONU en breve
Hay 795 millones de personas subalimentadas en el mundo. 780 se encuentran en “regiones en desarrollo”, según la definición de la ONU
Es decir: 167 millones menos que hace un decenio y 216 millones menos que en 1990-92.
El 2015 marca el final del período de seguimiento de las metas establecidas en los Objetivos de Desarrollo del Milenio. En las regiones en desarrollo, el número de personas subalimentadas pasó del 23,3% en 1990-92 al 12,9% en la actualidad.
En algunas zonas, como América Latina; las regiones oriental y
suroriental de Asia; el Cáucaso y Asia central; y las regiones septentrional y occidental de África, se han dado progresos rápidos.
El aumento de la productividad y los ingresos de los pequeños agricultores familiares es fundamental para lograr avances.
La protección social contribuye directamente a reducir la pobreza, el hambre y la malnutrición mediante la promoción de la seguridad de los ingresos y el acceso a una mejor nutrición, atención sanitaria y educación, y al empleo.
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