Vivienda participativa: ahorro y nuevas formas de convivencia urbana
Suiza es un país avanzado en lo que a cultura de vivienda se refiere. Y no hablamos solo de arquitectura. Aquí nos referimos a los alojamientos a mitad de camino entre el alquiler y la propiedad: las cooperativas de viviendas.
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Wohnbau-Genossenschaften: Erschwingliches Wohnen im urbanen Raum
En la actualidad Ginebra y las ciudades de la Suiza de habla alemana son un campo de pruebas de formas de vivienda fuera de lo común. Este modelo suizo (particularmente zuriqués) también empieza a darse en otras partes del país y en el extranjero para poder hacer frente a muchos problemas en torno a la vivienda: aumento del precio, alquileres elevados y otros fenómenos como la gentrificación y la alienación urbana.
La “tercera vía de alojamiento”
Una cooperativa de viviendas se forma a partir de la unión de un mínimo de siete personas que, de acuerdo con los principios de ayuda mutua y responsabilidad compartida, deciden construir o adquirir edificios para administrarlos sin ánimo de lucro y con arreglo a criterios democráticos. Es una especie de “tercera vía de alojamiento”, a medio camino entre el alquiler y la propiedad.
A quienes viven en estas casas este sistema les permite, en primer lugar, ahorrar dinero. Asimismo influye profundamente en la manera de vivir. Las cooperativas más recientes, en efecto, no son solo formas alternativas de administrar edificios, sino que además se convierten en verdaderas comunidades urbanas autogestionadas, solidarias y ecológicas.
Ahí van cuatro ejemplos, todos en la ciudad de Zúrich: la cooperativa WogenoEnlace externo, fundada a finales de los años 80, donde los inquilinos autogestionan totalmente las casas; la cooperativa Kraftwerk1Enlace externo, un proyecto innovador, fuertemente solidario y ecológico, en el que compartir espacios comunes e interactuar con el barrio resulta fundamental; y finalmente, las cooperativas Mehr als WohnenEnlace externo y KalkbreiteEnlace externo, que han alcanzado fama internacional gracias a su particularmente bajo consumo energético, el concepto arquitectónico, la configuración de los espacios y la organización de la vida dentro.
Este tipo de cooperativas de viviendas es una tendencia relativamente nueva y compleja, aunque con orígenes lejanos. Las utopías en torno a la vivienda en el siglo XIX, el movimiento cooperativo en su conjunto y los movimientos juveniles de los años ochenta son tres fenómenos que han influido, en gran medida, en algunos de estos nuevos proyectos.
Las utopías del siglo XIX
Las utopías del siglo XIX, poco conocidas o incluso desconocidas hoy en día, han tenido una importancia política, social y arquitectónica que no se puede subestimar. Algunas de estas visiones surgieron en el seno del socialismo utópico, ese conjunto de corrientes de pensamiento filosófico, político, religioso y social que tenían como objetivo la emancipación de la clase obrera, o al menos que mejoraran sus condiciones de vida.
El británico Robert Owen era uno de más famosos e influyentes pensadores que animaban el debate de la época. Su socialismo –paternalista, para muchos– no estaba tan estructurado como el de otros pensadores contemporáneos, pero su intenso activismo en los campos social, industrial, sindical y educativo hizo de él una personalidad influyente de su tiempo.
Owen estaba totalmente convencido de que el entorno forjaba por completo el carácter del hombre. Por ello, y en respuesta a la cada vez mayor pobreza urbana de la época, abogó por un modelo de sociedad basado en aldeas cooperativas y comunidades agroindustriales de pequeño tamaño y que no se podían ampliar.
El pueblo concebido por Owen consistía en una gran unidad de construcción cuadrilateral con espacios interiores y edificios públicos, y fuera de los campos de cultivo. Su experimento de convivencia se realizó en Indiana, en los Estados Unidos, y tuvo una duración corta.
Otro de los grandes nombres del socialismo utópico es Charles Fourier. Aunque proveniente de una familia de comerciantes, Fourier era gran crítico de la cultura mercantil del siglo XIX y del emergente proceso de industrialización, en general. En respuesta a ello, concibió un proyecto de reforma de la sociedad basado en la libre asociación de los individuos en comunidades denominadas “falanges”.
La sede de cualquier falange era el falansterio: un edificio enorme donde los habitantes llevaban a cabo un modo de vida colectiva, trabajando sin restricciones, sin propiedad privada y con lazos emocionales libres de todo vínculo de fidelidad y familia. Las ideas de Fourier fueron seguidas por numerosos discípulos. El industrial Jean-Baptiste André Godin las puso en práctica. De hecho, cerca de sus fábricas construyó “familisterios”: viviendas estrictamente vinculadas a la producción industrial, que incluían espacios reservados para cada familia.
El movimiento cooperativo
Las cooperativas son formas económicas, legales e incluso políticas y de socialización que surgen en el siglo XIX. Son, por lo tanto, típicas de la era industrial moderna. Existen diferentes tipos de cooperativas: de producción, de consumo, agrícolas, de uso de la tierra, de crédito y ahorro y, por supuesto, de bienes inmobiliarios y viviendas.
Las cooperativas inmobiliarias y de viviendas aparecen en Suiza en ciudades de habla alemana a finales del siglo XIX. Y lo hacen como respuesta a las deplorables condiciones de vida del proletariado urbano. Las autoridades municipales, cantonales y federales suizas –en especial en los años posteriores a la gran huelga general de 1918– sintieron la necesidad de apoyar la construcción de viviendas. Lo cual lleva, entre otras cosas, a que las cooperativas de viviendas crezcan de manera considerable. Siempre gracias al apoyo del Estado a las viviendas de utilidad pública, este fenómeno se repite después de la Segunda Guerra Mundial hasta (al menos) la década de 1960.
Movimientos juveniles
En Suiza, los movimientos juveniles de los años ochenta dan un impulso decisivo a las nuevas políticas de vivienda. Una parte considerable de los representantes de esta generación decide abandonar las ciudades y retirarse al campo, mientras que otros se comprometen para apartar los espacios públicos residenciales y urbanos de manos especulativas. Muchos participan en ocupaciones ilegales de edificios y casas.
En las ciudades de la Suiza germanófona y Ginebra, sobre todo, se llevan a cabo muchas “ocupaciones”, un movimiento europeo surgido antes de los ochenta y fomentado por las autoridades municipales que toleran la ocupación de edificios en desuso e incluso firman contratos de confianza con los okupas. Algunos de estos edificios ocupados se transforman en cooperativas de vivienda, como la de Lissignol en Ginebra.
No todas las cooperativas de vivienda que en la década de 1980 florecen en Suiza surgen de ocupaciones ilegales, aunque muchas sí son una continuación natural o, mejor aún, una especie de institucionalización de los movimientos juveniles para la ocupación de la vivienda.
Las cooperativas de vivienda hoy en día son muy populares en los entornos urbanos suizos. Incluso hay movimientos reales de personas que, para promover su expansión, se involucran en las propias cooperativas o en otros contextos asociativos. Estos movimientos luchan por frenar la especulación financiera en el sector inmobiliario, y en los últimos años han propuesto iniciativas a favor de viviendas de utilidad pública que han obtenido buenos resultados en las urnas.
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Sociedad de 2000 vatios: el futuro ya es una realidad
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¿Es posible consumir la mitad de energía y mantener un buen nivel de confort? En Suiza nacen los primeros barrios de viviendas y servicios compatibles con los objetivos de una ‘sociedad de 2000 vatios’, cuyo objetivo es garantizar una utilización sostenible de los recursos sin comprometer la calidad de vida.
Situado en la periferia de Berna, en las proximidades de una línea ferroviaria y de una autopista, el nuevo complejo habitacional Stöckacker Süd se asemeja a muchos otros que están en fase de construcción en Suiza. Tres grandes edificios de 5 a 6 plantas en cemento, con balcones a lo largo de toda la fachada, que albergarán 146 viviendas en 2017. La primera de ellas estará lista para vivir de aquí a fines de año.
A primera vista, nada hace pensar que esta edificación está destinada a convertirse en uno de los primeros prototipos zona residencial con un consumo energético mínimo. Este objetivo se inscribe dentro de la denominada ‘sociedad de 2000 vatios’, o sea, un consumo de 2000 vatios por persona, que se volverá la norma en las próximas décadas. Los edificios, construidos con hormigón reciclado y perfectamente aislados, corresponden a los estándares Minergía-P-Eco que, además de garantizar una máxima eficiencia energética, aportan otras ventajas, como una óptima iluminación natural, espacios interiores libres de sustancias contaminantes y materiales de baja radiación.
Sociedad de 2000 vatios
Los 195 países que participaron en la Conferencia Internacional sobre el Clima (COP 21), celebrada en diciembre en París, llegaron a un acuerdo sobre el uso sostenible de los recursos y de las fuentes energéticas, con el fin de limitar de aquí al año 2100 el aumento de la temperatura global a no más de 1,5-2 grados con respecto a los valores preindustriales.
Este objetivo solo podrá alcanzarse si las emisiones de CO2 per cápita no superan 1 tonelada al año. O bien, según un modelo establecido por la Escuela Politécnica Federal de Zúrich, si la necesidad de energía primaria a escala global no supera una potencia continua de 2000 vatios por persona.
Los 2000 vatios corresponden a un consumo anual de cerca de 17 500 kilovatios hora de electricidad o 1700 litros de petróleo. Hoy, la media mundial ronda los 2500 vatios.
No obstante, los futuros inquilinos de la nueva urbanización tendrán que aceptar también algunas restricciones respecto a otras formas de vida. El espacio habitable no deberá superar los 60 m2 por persona y el garaje dispondrá únicamente de 27 plazas de aparcamiento, de las cuales solo podrán reservarse 15 y se dará prioridad a las personas con discapacidad. De hecho, Stöckacker Süd será un modelo de movilidad sostenible: el complejo se halla a escasos metros de una parada de transporte público y dispondrá de 510 aparcamientos para bicicletas, uno por cada habitación.
Estas restricciones no parecen espantar a los potenciales inquilinos en Berna, donde más de la mitad de los hogares no tienen un automóvil. “Cuando presentamos este proyecto, mucha gente nos advirtió de que no conseguiríamos encontrar suficientes inquilinos. Sin embargo, en el plazo de un par de meses, después de abrir el periodo de inscripción, hemos recibido un número de solicitudes superior al de las viviendas disponibles”, afirma, satisfecho, Renato Bomio, director de los proyectos inmobiliarios de la ciudad de Berna, la promotora de este proyecto.
Distribución equitativa de los recursos
Stöckacker Süd figura entre los nuevos complejos habitacionales en Suiza que han obtenido la certificación ‘Áreas 2000 vatios’, creada por la Oficina Federal de Energía. Este sello se inspira en el modelo de sociedad de 2000 vatios que ha desarrollado la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (EPFZ).
Según la EPFZ, el abastecimiento energético en el mundo solo será sostenible y equitativo si la necesidad de energía per cápita –todas las fuentes incluidas– no supera los 2000 vatios. Una potencia continua de 2000 vatios por persona corresponde en la práctica a la media que registraba Suiza en los años 60. Según los investigadores de la EPFZ, este objetivo se puede alcanzar sin comprometer sustancialmente el actual confort de vida, gracias a nuevas soluciones técnicas y una serie de medidas para mejorar la eficiencia energética.
Hoy, sin embargo, Suiza está aún muy lejos de alcanzar esta meta. Solo el 2% de la población consume menos de 2000 vatios. La media por persona supera los 5000 vatios. Mucho menos que Estados Unidos, cuya necesidad energética per cápita es superior a los 10 000 vatios, pero muy por encima de la media africana que equivale a 500 vatios. Mientras los países industrializados están llamados a reducir su consumo energético, los países en vías de desarrollo disponen aún de un margen hasta alcanzar los 2000 vatios. A partir de este límite, afirman los autores del modelo de la EPFZ, un aumento del consumo no se traduce en una mejora relevante de las condiciones de vida.
La visión de una sociedad de 2000 vatios, que se abre camino también en el resto del mundo, se ha convertido en los últimos años en un punto de referencia para la Confederación y para casi todos los cantones. Más de 100 municipios han integrado este objetivo en su reglamento municipal o en su estrategia energética. En algunas ciudades, como Zúrich, Zug y Aarau, ha sido la propia población quien ha sancionado, en votación, la nueva orientación de la política energética. Las áreas de 2000 vatios figurarán entre las principales medidas que promueven algunos municipios para fomentar una utilización sostenible de los recursos y de los vectores energéticos.
Valor agregado
Estos complejos habitaciones no interesan solamente a los poderes públicos, pues quienes llevan a cabo casi todos los primeros proyectos son empresas privadas. “La certificación ‘Área 2000 vatios’ ofrece varias ventajas a los inversores. Respecto a muchos otros grandes proyectos inmobiliarios, es más fácil obtener un permiso de obra de las autoridades para estas áreas. Generalmente originan menos recursos y resulta más fácil que la población los apoye cuando un proyecto se somete a votación”, subraya Heinrich Gugerli, responsable del centro de competencia Áreas 2000 vatios.
Áreas 2000 vatios
La certificación ‘Áreas 2000 vatios’ la otorga la Asociación Ciudad de la Energía, creada por la Oficina Federal de Energía para fomentar las energías renovables y una utilización sostenible de los recursos en los municipios suizos.
Este sello distingue a barrios o urbanizaciones de al menos una hectárea de terreno que satisfacen determinados criterios de sostenibilidad en materia de construcción, saneamiento y gestión de los edificios, así como también en la movilidad inducida
Hasta nueve barrios en siete ciudades –Zúrich, Basilea, Berna, Lucerna, Lenzburg (cantón Argovia), Kriens (Lucerna) y Prilly/Renens (Vaud)– han obtenido la certificación Áreas 2000 vatios. Dos están concluidos y la construcción, al menos parcial, de otros tres está prevista para este año.
Una visión que comparte Massimo Guglielmetti, de la sociedad inmobiliaria de los Ferrocarriles Federales Suizos (FFS), encargado de desarrollar la urbanización Village Rösslimatt, al lado de la estación principal de Lucerna. “El certificado Áreas 2000 vatios representa un valor agregado en el ámbito del marketing no solo para promover nuestro proyecto en la ciudad, sino también para atraer a inquilinos, dado que entre los múltiples criterios que hay que cumplir para obtener este sello figura también el de una alta calidad habitacional”.
Mientras los edificios de Stöckacker Süd estarán provistos de paneles solares y bombas de calor para asegurar la calefacción y el agua caliente, el complejo de Rösslimatt se abastecerá de una central de bombas de calor cercana, que utiliza la energía térmica de las aguas del lago de Lucerna. El proyecto de los FFS prevé la construcción, en el transcurso de los próximos 20 años, de un auténtico barrio de 4 hectáreas en el corazón de la ciudad, que comprenderá no solamente viviendas, sino también oficinas, negocios, restaurantes y un hotel. Situada a dos pasos de todos los medios de transporte público y de los aparcamientos de ‘car sharing’ (préstamo de vehículos), la futura área de 2000 vatios dispondrá solo de poquísimas plazas de estacionamiento.
Estilo de vida adecuado
El éxito de las áreas 2000 vatios dependerá también de la voluntad de sus habitantes para adaptar en cierta media su estilo de vita. “La idea no es que todos tengan que convertirse en veganos, renunciar a todo y llevar una vida absolutamente compatible con la sociedad de 2000 vatios. Pero es importante sensibilizar a los inquilinos sobre las opciones para reducir el consumo energético, por ejemplo, utilizar aparatos que tienen una óptima eficiencia energética”, explica Renato Bomio.
“Los comportamientos individuales no se pueden fijar en un contrato. Sin embargo, se puede influir en ellos, por ejemplo, a través de contribuciones a los abonos de transporte público”, anota Heinrich Gugerli. “Está claro que limitarse a 2000 vatios no será factible si uno se salta todos los límites, o sea, deja siempre encendida la televisión, se ducha 4 o 5 veces al día, etcétera. Pero todos podremos permitirnos algún que otro un ‘vicio’”.
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