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Krishnamurti: el filósofo y sus encuentros en Suiza

una charla en una carpa con forma de bóveda
Krishnamurti da una charla pública en Saanen en una carpa de diseño especial. SRF

Durante 25 veranos, un tranquilo pueblo de montaña suizo atrajo a miles de visitantes entusiasmados por escuchar al carismático pensador Jiddu Krishnamurti. 

Año 1975. El precio del petróleo está por las nubes, la guerra de Vietnam a punto de terminar y ‘Tiburón’ provoca un baño de sangre en los cines. 

El australiano Henri Quin tenía entonces 28 años, acababa de salir de la universidad y no pensaba en nada más que en viajar a la exótica India o a Bali. Mientras reflexionaba sobre su futuro, trabajaba como recolector de fruta en las colinas de Adelaida.

Un día, en un viaje a Sydney, vio un cartel en una tienda de productos de salud sobre el filósofo indio Jiddu Krishnamurti. Dos años antes, la madre de Quin también le había llevado a la gran ciudad para escuchar una de sus charlas. 

«Me impresionó y me interesó, pero solo en la universidad empecé a leer sus libros en serio. La gente me llamó durante un tiempo ‘el niño Krishnamurti’, porque era lo único en lo que pensaba», comenta a SWI swissinfo.ch. 

Poco después, el confeso ‘hippie’ decidió viajar por Europa y conocer a Krishnamurti en Suiza, donde daba sus charlas anuales de verano en el pueblo montañés de Saanen.


Jiddu Krishnamurti nació en Madanapalle, una pequeña ciudad del sur de la India, el 11 de mayo de 1895. Fue educado como futuro profeta por los miembros de la Sociedad Teosófica, un grupo esotérico que se consideraba un puente entre las filosofías orientales y occidentales. En 1911 fue nombrado jefe de una organización llamada Orden de la Estrella de Oriente, título al que renunció posteriormente causando una gran consternación entre sus seguidores.

«Sostengo que la Verdad es una tierra sin caminos, y que no se puede llegar a ella por ninguna senda, por ninguna religión, por ninguna secta. Ese es mi punto de vista y me adhiero a él de forma absoluta e incondicional», afirmaba.

Disolvió la organización y durante casi 60 años, hasta su muerte en 1986, viajó por todo el mundo, explicando tanto a grandes audiencias como a particulares la necesidad de un cambio radical en la humanidad.

Enseñaba que la tradición y el entorno condicionan a las personas y las cargan de egos que las apartan de los demás. Según él, la verdadera libertad solo podrá obtenerse cuando se supere la dependencia de condiciones o, como él decía, cuando la gente se libere del “contenido de su conciencia”.

A pesar de que muchos le consideraban un gurú, Krishnamurti rechazó siempre ese distintivo y durante las charlas públicas se limitaba a referirse a sí mismo como el «orador» cuya tribuna no le daba ninguna autoridad.

Saanen como centro espiritual 

La relación de Krishnamurti con Saanen, en las montañas del suroeste de Suiza, comenzó en 1957. El año anterior enfermó mientras daba unas conferencias en la India y canceló todos sus compromisos públicos para recuperarse. Nora Safra, una seguidora, le invitó a pasar una temporada en su chalet, cerca de la estación de esquí de Gstaad. Según Mary Lutyens, que escribió un libro sobre él titulado J. Krishnamurti: A Life, fue durante esa época cuando concibió una reunión anual que le permitiera reducir la necesidad de viajar tanto y forzar su salud.

Volvió a Gstaad en 1961, alojándose en el chalet de su amiga y exponente del yoga Vanda Scaravelli. Al día siguiente de su llegada, Krishnamurti escribiría en su cuaderno acerca de la influencia tranquilizadora que le proporcionaba Saanen.

«Aquí mi cuerpo se siente completamente relajado y descansado. Anoche, después de un largo y agradable viaje por este país alpino, al entrar en la habitación, sentí como una bendición sagrada».

Sin embargo, su visita no fue solo para descansar y recuperarse. Se había organizado una pequeña reunión para él en la cercana Saanen, en el ayuntamiento del pueblo. Entre el 25 de julio y el 13 de agosto se celebraron nueve reuniones, y el salón del ayuntamiento, con capacidad para 350 personas, estuvo siempre lleno. Se dice que asistieron oyentes de hasta 19 nacionalidades distintas.

Se formó un comité especial llamado Comité de Reuniones Saanen para organizar una serie de charlas públicas en los años siguientes. La primera reunión oficial tuvo lugar en 1962. Fue un evento más grande y se celebró en una carpa abovedada con capacidad para 900 personas.

Krishnamurti
Desde muy joven, Krishnamurti llevó sobre sus hombros la carga del ‘mesías’. Alamy Stock Photo/Smith Archive

Famosos y hippies 

Los ‘Encuentros de Saanen’ crecieron en reputación y aumentaron su capacidad para albergar participantes. Miles de personas acudían cada año al pueblo para asistir a las charlas. Algunos de los famosos que acudieron a ver a Krishnamurti en Saanen fueron, entre otros, el escritor Aldous Huxley, el violinista Yehudi Menuhin, el aviador Charles Lindbergh y el actor Richard Gere. 

«Recuerdo a los jóvenes que venían a escuchar a Krishnamurti. Dormían en los establos y robaban fresas de mi jardín, pero a mí no me importaba», nos cuenta Franziska Haldi, una lugareña que ahora tiene 77 años y es vicepresidenta del consejo del Museo Agrícola de Saanen. 

Hizo de acomodadora en un concierto celebrado en la iglesia de Saanen en la época de los ‘Encuentros de 1971′. Además de Menuhin, actuarían el violonchelista francés Maurice Gendron y el músico indio Ravi Shankar tocando el sitar. Haldi estaba acompañando a la gente a sus asientos cuando vio a un hippie subiendo al púlpito reservado para el sacerdote.

«Intenté detenerlo, pero me dijo: ‘No te alteres, cariño'».

A pesar de la presencia de algunos hippies, los ‘Encuentros de Saanen’ no eran Burning Man ni Woodstock. «El ambiente era limpio. No querías que te vieran bebiendo cerveza o fumando. No había música a todo volumen, ni borracheras ni consumo de drogas», señala Quin, que también  recuerda cómo los participantes se organizaban en grupos de excursionistas y salían a caminar a la montaña los días que no había charlas.  

El fin de una era 

El verano de 1985 iba a ser el último de los ‘Encuentros de Saanen’. Krishnamurti, que ya tenía 90 años, se encontraba en mal estado de salud. Se alojaba en Rougemont, en un chalet alquilado por su seguidor Friedrich Grohe, un magnate industrial retirado que escribió un libro titulado ‘La belleza de la montaña: Memorias de J. Krishnamurti’. Según Grohe, el médico de Krishnamurti le había aconsejado descansar en la cama después de cada charla. Su caminata diaria por el río Saane se redujo a un corto paseo. 

A pesar de su menguado estado físico, Krishnamurti consiguió dar todas sus charlas públicas. La noticia de que iba a ser el último ‘Encuentro de Saanen’ se había extendido. Krishnamurti abordó en la primera sesión de preguntas y respuesta tras las charlas esa verdad evidente que todo el mundo trataba de evitar, y lo hizo con su estilo característico.

«Me han dicho que hay mucha gente que se siente triste por que esto se termine, por que los ‘Encuentros de Saanen’ se acabe. Si solamente alguien está triste por esto, es hora de que nos vayamos todos», dijo.


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Quin también estuvo presente en la última reunión de Saanen en 1985. Esa vez no tuvo que alojarse en un granero, aunque seguía sin tener dinero. Su madre vino desde Australia para acompañarle y alquiló un apartamento en el pueblo. 

Y añade, «ella murió un par de años después. Me alegro de que hayamos pasado ese mes juntos».


Quin, su esposa y su hijo
Henri Quin con su primera esposa y su hijo, unos años antes de asistir al último ‘Encuentro de Saanen’ de Krishnamurti en 1985. Courtesy of Henri Quin

En 2020 se celebró una exposición sobre los ‘Encuentros’ en el Museo Agrícola de Saanen. Fue financiada por una fundación creada por Grohe.  

«La exposición atrajo a más gente de la que esperábamos y tuvimos que ampliarla a dos temporadas en lugar de una. Fue un éxito y atrajo a nuevos visitantes al museo», afirma Stephan Jaggi, presidente de la junta directiva del museo.

El legado suizo  

Tras el último ‘Encuentro de Saanen’, Krishnamurti regresó a Brockwood Park, una escuela que había fundado en el Reino Unido, y luego emprendió su último viaje a la India. Murió en 1986 en Ojai, California, menos de un año después de su último verano en Saanen.  

No obstante, el legado suizo de Krishnamurti no terminó con su muerte. Gisèle Balleys, una profesora de la escuela de Brockwood Park que posteriormente ayudó a organizar los ‘Encuentros de Saanen’, continuó la tradición tras la muerte de Krishnamurti.  

En su mejor momento, hubo en Saanen hasta 2 000 personas debatiendo sobre Krishnamurti hasta que el pueblo se volvió demasiado comercial para el gusto de Balleys. El lugar se trasladó a Mürren, otro pueblo de montaña suizo, donde los encuentros continúan hasta hoy a pesar de la pandemia. 

«Mientras haya seres humanos seguirá habiendo reuniones y debates sobre las enseñanzas de Krishnamurti», subraya Balleys, que ahora tiene 86 años.

 Traducido del inglés por Carla Wolff

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