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La Navidad de antaño se rinde ante la actual

Thomas Kern / swissinfo.ch

Festejos, entrega de regalos, luces encendidas y jolgorio: Las celebraciones de finales de diciembre ya eran descritas por Catulo como “los mejores días”. Pero el poeta latino no hacía referencia a la Navidad, sino al tradicional festival romano de los Saturnales.

No obstante, la Iglesia Católica se apropió rápidamente esta tradición invernal y la señaló como el periodo en el que se conmemoraría el nacimiento de Cristo. En la actualidad, es la ocasión para muchos abuelos y padres de transmitir a sus hijos los placeres y alegrías que ellos vivieron cuando eran pequeños.

Pero, a todo esto, ¿qué tan tradicional es la forma en la que celebramos actualmente la Navidad?

Johann, Papá Noel, Wanner, dueño de una tienda en Basilea dedicada a vender decoraciones navideñas, tiene una ingeniosa definición personal: “Tradición es,  siempre, aquello que tú hiciste cuando eras niño”.

swissinfo.ch entrevistó a visitantes del mercado navideño de Basilea que tienen en común haber rebasado la séptima década de vida y les preguntó si este festejo ha cambiado mucho, o no , desde su infancia.

“Nosotros no contábamos con mucho dinero. Por ello, durante la Navidad solíamos recibir regalos útiles y algunas veces también golosinas”, recuerda un hombre originario del pueblo suizo de Altdorf. “La mayoría de las veces eran calcetines y camisas, algunas veces también guantes”.

Por su parte, una mujer que se dirige a un concierto comenta que hace 80 años la Navidad era algo completamente distinto: “Tejíamos y bordábamos muchas cosas, y aprendíamos poemas para recitarlos”.

Un visitante originario de Chur adquiere un aire filosófico cuando afirma: “Los mercados de navidad son muy bonitos, y la atmósfera es adorable, pero a mí personalmente no me gusta comenzar a ver artículos navideños desde finales de septiembre. Me pone triste. Los tiempos han cambiado. Pero yo no tengo porqué seguirlos”.

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Dios y el materialismo

El mercado navideño de Basilea es una de las principales atracciones turísticas de esta ciudad y hoy es parte también de su imagen. En Suiza, las ciudades y los pueblos de todo el país cuentan con sus propios mercados y ésta es una tradición que, como muchas otras vinculadas a la Navidad, tuvo su origen en Alemania. El mercado de Navidad más antiguo del mundo es el de Dresden, que existe desde 1434, originalmente dedicado a vender la carne que sería consumida en los banquetes familiares navideños.

En Suiza, la tradición es mucho más reciente y en algunos casos no alcanza siquiera una década.

En el pequeño pueblo de Einsiedeln, por ejemplo, tiene lugar cada año uno de los principales mercados de Navidad de la Suiza central, con una afluencia estimada de entre 70.000 y 80.000 visitantes durante siete días, afirma su organizador Josef Birchler.

Comenzó con unos cuantos puestos ubicados en la calle principal y poco a poco fue extendiéndose hasta ocupar la gran plaza exterior del monasterio. Y a partir del 2011 se expandió a la ciudad entera.

En el presente llegan compradores y vendedores de toda Suiza y del extranjero –Italia, Alemania y Austria-. La única regla que deben cumplir es que todos los stands tengan alguna conexión con Navidad.

Einsiedeln es un sitio famoso por su monasterio, y esto es lo que atrae a mucha gente, dice Birchler a swissinfo.ch, quien no encuentra contradicción alguna entre el aspecto comercial del mercado y el rostro religioso de la Navidad. “Después de todo, en nuestros días nadie puede vivir solo de la religión”, dice con buen humor.

Los eventos asociados al mercado de Einsiedeln incluyen la antigua tradición religiosa de celebrar una ceremonia en la que se bendicen las representaciones de San Nicolás que irán después a visitar a los niños.

“Esto también es bueno para la iglesia porque la gente acude a esta celebración”, dice Birchler.

La Navidad conmemora el Nacimiento de Jesús y es uno de los festejos más importantes del calendario cristiano. Pero no se conoce con precisión el año en el que nació Jesús y menos aún la fecha.

No obstante, fue a partir del siglo IV que la Iglesia Cristiana Occidental adoptó el 25 de diciembre como la fecha en la que conmemoraría el Nacimiento de Jesús.

Es un día cercano al solsticio de invierno en el hemisferio norte –el día más corto del año- y ha sido una durante mucho tiempo una fiesta pagana.

La iglesia con frecuencia estaba dispuesta a convertir festejos paganos en fechas con un significado cristiano.

Las iglesias orientales celebraban originalmente la Navidad el 6 de enero, pero luego la cambiaron para hacerla coincidir con la fecha occidental.

Solo la Iglesia Apostólica de Armenia mantiene el 6 de enero.

Muchos países pertenecientes a las Iglesias ortodoxas utilizaron el antiguo calendario juliano hasta el siglo XVI, cuando paulatinamente los países de Europa del Este empezaron a adoptar el calendario gregoriano.

Sin embargo, con el paso de los siglos, la diferencia entre los dos ha aumentado: el calendario juliano está actualmente 13 días detrás del gregoriano.

Resultado de lo anterior, la mayoría de las iglesias ortodoxas no coinciden con el calendario de la cristiandad occidental: La Navidad del 2012, por ejemplo, coincidirá con lo que el mundo secular conocerá como el 7 de enero del 2013.

La iglesia ortodoxa Grecia es una excepción: celebra la Navidad en la misma fecha que las iglesias occidentales, es decir, el 25 de diciembre.

Premio y castigo

De regreso a San Nicolás, cuya fiesta se celebra el 6 de diciembre, se trata del santo cristiano que está más estrechamente asociado por los suizos a la entrega de regalos. Ya desde el siglo XI otorgaba presentes a los niños bien portados y les dejaba solo una varita a los que habían sido desobedientes.

Sin embargo, mientras sigue siendo venerado en las zonas católico-romanas del país, a partir del siglo XVI comenzó a ser reemplazado por las regiones protestantes por el llamado “Christkind” o Niño Jesús, quien acostumbra traer regalos el 24 de diciembre.

La idea del premio y el castigo era muy fuerte en el pasado, pero poco a poco fue cediendo para dar paso a una actitud mucho más consumista.

“Las familias de la clase media ganaron importancia a partir del siglo XIX y esto trajo consigo también una mayor prosperidad”, explica Denise Rudin del Museo de Cultura de Basilea, que actualmente tiene en marcha una exhibición sobre la tradición de dar regalos.

“En aquel periodo, la Navidad era una ocasión para celebrar en familia su forma de vivir, enmarcando este encuentro en el contexto de un festejo religioso”.

Consumismo

El consumismo no es nuevo. El primer catálogo de regalos navideños, que contenía ya un total de 1.111 artículos, data de 1803 y –nuevamente- fue una idea alemana.

Una canción popular alemana, escrita en 1886, habla ya de los emocionantes regalos que obtenían los niños en Navidad –incluidos un caballito de madera, una casa de muñecas y otros juguetes de madera y hojalata- sin hacer la más mínima mención del significado religioso de la Navidad.  Solo refiere que los niños deben estar agradecidos con sus “amables padres” que se han preparado por “mucho, mucho tiempo” para asegurarse de que sea un día pletórico de felicidad.

En contraste con los modestos regalos recordados por los visitantes de más edad del mercado de Basilea, en el presente la tendencia se dirige a gastar cada vez más y más, afirma Rudin.

“Navidad es el periodo del año en el que las tiendas y las fábricas más facturan. Y cada año un sinfín de cosas son inventadas exclusivamente para estimular la facturación. Mucha gente quiere artículos electrónicos. Ha habido un desplazamiento de las necesidades básicas y los pequeños lujos a los lujos de alta gama, diría yo”.

“Los regalos se están volviendo cada vez más caros. El resultado es que Navidad es el periodo del año en el que la mayoría de la gente se endeuda”.

Pero el propietario de la tienda Wanner también ve el consumismo con otra óptica: “La Navidad es la que determina la mayor parte de las ganancias anuales de muchos negocios”.

Los suizos planean gastar una media de 611 francos suizos (660 dólares) en regalos navideños en 2012, según una encuesta realizada por la Universidad de San Gall.

El monto es superior al que erogaron en 2011 por este mismo concepto: 587 francos suizos.

Mientras más edad tiene el consumidor, más gastará.

Con respecto a los regalos que la gente desea recibir, ropa y zapatos encabezan la lista seguidos por los viajes y los libros.

Solo 7% de los consultados afirma que no sabe qué le gustaría recibir como regalo.

El lugar más común para ir a comprar los presentes son los negocios del centro de las ciudades, seguidos por los grandes centros comerciales.

Las compras vía Internet tuvieron menos éxito en 2012: este año solo 25% de los entrevistados expresó su interés por comprar en línea, frente a 40% del año previo.

Una tercera parte de los consultados dijo que compraría al menos una parte de sus presentes en el extranjero.

La encuesta se llevó a cabo entre 2.000 consumidores en las zonas peatonales de la Suiza de habla francófona y germana.

Cacahuates y velas…

Mucha de la gente mayor que charló con swssinfo.ch hizo hincapié en la importancia de la Navidad como festejo familiar y manifestó su esperanza de transmitir ese gozo a sus  nietos.

Pero una vez más, Wanner –quien nació en 1939- tiene una visión diferente sobre las cosas.

“Cuando yo era niño era un festejo familiar: la gente se quedaba en casa, con puertas y ventanas cerradas. Ahora la navidad es diferente. Los restaurantes abren, puedes salir.  Así, muchos de los problemas de antaño -como algunos miembros de una familia que no se hablaban con otros, pero que tenían que sentarse a la misma mesa sin escapatoria alguna- pueden ser resueltos”.

Y esto no significa que no tenga recuerdos memorables de la Navidad durante su niñez, aclara.

“Tengo decoraciones que he conservado conmigo durante más de 60 años, las primeras las hice en el jardín de niños. Son objetos que te hablan. Te muestran cómo vivías hace 50, 40, 30 o 20 años”, cita.

“Recuerdo bien el aroma de las manzanas caramelizadas en el horno, de los cacahuates y de las velas.  Esto significa que aún vivo en esa isla de la niñez”, reflexiona.

Traducción, Andrea Ornelas

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