«La pena capital es para el que no tiene capital»
Cuando lo detuvieron, le sorprendió el despliegue policial, pero supuso que se trataba de un trámite más de su complicado divorcio. "¿A qué hora estaré libre?" preguntó, "hay partido y no me lo quiero perder..."
Pero ese 28 de enero de 1996, Joaquín José Martínez no sólo perdió el partido, acusado de un crimen que no cometió, lo perdió todo. Por muy poco, y hasta la vida. Hoy, Día Mundial contra la Pena de Muerte, lanza desde Suiza un nuevo llamado para abolir las ejecuciones.
«Soy un ejemplo de lo que se puede conseguir trabajando unidos. Lo que hacen la prensa, las organizaciones, los Congresos, es fundamental para que otros compañeros puedan estar aquí, como yo ahora», enfatiza este joven que, merced al concurso de muchas voluntades impulsadas por sus padres, se convirtió en el primer español en escapar del corredor de la muerte en Estados Unidos.
Ante representantes de la prensa, del Ministerio suizo de Exteriores y de ONG, Joaquín José Martínez reconoce que él era partidario de la pena capital. «Así me educaron. Si alguien había matado a otro, tenía que morir también».
Una idea que ahora deplora: «Cuando estaba en el corredor de la muerte me sentí traicionado por el sistema en el que yo había creído toda mi vida. Era inocente, pero me declararon culpable».
Lo confiesa ante la prensa y en todos los foros en los que toma la palabra. En particular en las escuelas: «Muchos chicos piensan como yo pensaba, que la pena de muerte es una solución al crimen». Ante ellos, como la víspera en Ginebra, habla de su caso y de su causa: la abolición de la pena máxima.
Inusitada campaña de salvación
Recuerda cómo sus padres movieron cielo y tierra para liberarlo y cómo el pedido de ayuda pasó de Madrid al resto de Europa, de la prensa a los partidos políticos, de la sociedad a los legisladores, de los Reyes de España al Papa Juan Pablo II… de una amplia red de solidaridad a un nuevo juicio, y de ahí a la libertad.
«Ese 7 de junio de 2001 volví a nacer. Nací dos veces gracias a mi madre y eso no es algo que pueda decir mucha gente», enfatiza en entrevista con swissinfo.ch. «Por eso trato de hacer lo más posible por los otros».
Cinco años y medio estuvo en la cárcel. Los tres últimos, en espera de la ejecución. Antes de todo ello, la suerte le sonreía: Nacido en Guayaquil (Ecuador), Joaquín José había viajado a los 5 años a la patria de origen de los suyos, España. De ahí, a Estados Unidos, primero a Nueva York, luego a Miami. Su vida se deslizaba en forma vertiginosa pero placentera:
«A los 24 años yo ya estaba casado, divorciado, tenía dos hijas, un negocio próspero de exportaciones, auto deportivo, casa en la playa…» Era el prototipo del sueño americano. Pero su buen hado decidió hacer mutis:
Sobrevino un violento accidente automovilístico: «En la camilla y con el collarín puesto, sin saber qué había pasado, le pedí a Dios: ‘ayúdame, que estén todos bien y prometo frenar un poco (el ritmo acelerado de trabajo) y dedicar más tiempo a la vida'».
Chivos expiatorios: hispanos y negros
Sólo un par de meses más tarde, cuatro patrullas, con el apoyo de helicópteros y decenas de policías apuntándole, marcaban el escenario del que sería un nuevo capítulo en su vida. «No entendí la magnitud ni la importancia de los hechos. Pensé que todo eso estaba en relación con el problema de la custodia de mis hijas luego de un divorcio complicado».
Supuso que podría volver a casa a tiempo para mirar el partido de fútbol americano… Nada más lejos. La acusación de haber asesinado a una pareja que ni siquiera conocía: la de un distribuidor de drogas -para más, hijo de policía- y su compañera, no se resolvería en cuestión de horas.
«Fueron años en prisión dando vueltas y queriéndome explicar cómo había llegado a esta situación. Ahora puedo hacerlo»; en suma, fue un cóctel de injusticia y falsedades. La llamada de su ex esposa que temía perder a sus hijas, «aunque no creo que haya imaginado, ni querido hacerme tanto daño», la urgencia por cerrar un caso que involucraba a un representante de la autoridad, la presión de la policía, su origen:
«No entiendo que haya sufrido lo que he sufrido por ser hispano. No tiene sentido. Me convirtieron en cabeza de turco». Sin embargo, advierte, los negros y los hispanos constituyen el mayor contingente de los condenados a muerte en Estados Unidos. «Dicen que no hay racismo, pero te prometo que sí».
Un testimonio fílmico
Los ejemplos abundan. Joaquín José se refiere a uno, al de ese compañero negro que pasó 15 años en el corredor de la muerte acusado de haber violado y asesinado a una niña de 13 años. «Estaba solo, su familia lo había abandonado. Tenía cáncer, estaba tan flaco que no podía ni levantarse de la cama, pero lo mantenían encadenado. Pidió una nueva prueba de ADN y comprobaron que era inocente. Murió y entonces dijeron que ellos no lo habían matado, que había muerto del cáncer».
Soledad, desesperación, tortura psicológica, «todos los días te recuerdan que estás condenado a muerte: ¡Asesino, ya te llegará tu día!». Narra nuestro interlocutor que los presos se aferran a la religión o se atiborran de medicamentos. Él los evitó. Sorteaba la inquina de su situación con la esperanza de ver a sus hijas y con el optimismo que le inculcaban sus padres primero, y luego las muchas personas que lo apoyaron.
Ahora él busca apoyar a otros. A ello dedica su esfuerzo y su estrategia incluye, amén de las conferencias y otras actividades solidarias, el rodaje de una película. Renuente en un principio a la idea de traducir su vida en una cinta cinematográfica, «porque en ningún momento quiero convertir mi sufrimiento en algo de beneficio», Joaquín José Martínez reconsideró su posición ante la posibilidad de que un filme se convierta en un portavoz eficaz de su lucha.
La película podría estrenarse en 2011 y «no necesita inventar nada. Es muy simple, queremos que el espectador vea la vida de un chico que lo ha tenido todo, que lo ha perdido todo y que ha sufrido todo».
Marcela Águila Rubín, Ginebra, swissinfo.ch
Joaquín José Martínez fue arrestado el 28 de enero de 1996, acusado de la muerte del hijo del sheriff de Brandon, en Florida, y de la compañera de éste. Interrogado e inmediatamente encarcelado, fue condenado a la pena capital. En su contra se utilizó una llamada inculpatoria de su ex esposa, el hecho de que poseía dos pistolas del mismo calibre del arma utilizada para el crimen y la coincidencia de haber trabajado en la misma empresa que el hombre asesinado (al que sin embargo, no conocía). Las acusaciones de la ex esposa eran falsas y se comprobó que sus armas no fueron utilizadas para el asesinato. Las pruebas científicas probaron su inocencia. Pasó tres años en el corredor de la muerte antes de que su segundo proceso revelara los graves errores judiciales de que su caso fue objeto y a los que se añadieron falsos testimonios y manipulación de pruebas. José Joaquín Martínez está libre desde el 7 de junio de 2001.
Invitado por diversas entidades suizas, Joaquín José participó este viernes, en Ginebra, en la conferencia ‘Palabras de ex Condenados a Muerte. Desafíos de la Abolición Universal y Objetivos del IV Congreso Mundial contra la Pena de Muerte’, a realizarse en la Ciudad de Calvino en febrero próximo.
La reunión de febrero, a decir de Dante Martinelli, representante permanente de Suiza ante las organizaciones internacionales, es la cita insoslayable de aquellos que buscan «una justicia que no mate».
Suiza entre ellos, porque «la abolición mundial de la pena de muerte es una prioridad de la política exterior helvética», acota Rudolf Knoblauch, responsable de las políticas de Derechos Humanos del Ministerio de Exteriores.
De ahí que Berna haya ofrecido «apadrinar» el encuentro de 2010 en el que, precisa Marie-Françoise Santarelli, de la organización Juntos Contra la Pena de Muerte (ECPM por sus siglas en francés), «se busca asociar a los actores del mundo entero» en la lucha contra ese «atentado contra la dignidad humana».
En 2008 se tuvo conocimiento de que en 25 países se había ejecutado al menos a 2.390 personas y que en 52 se había condenado a muerte como mínimo a 8.864.
Al igual que en años anteriores, los cinco países con un mayor número de ejecuciones fueron China, Irán, Arabia Saudí, Pakistán y Estados Unidos.
En estos cinco países se llevaron a cabo el 93% de todas las ejecuciones realizadas en 2008. Estos países constituyen el obstáculo mayor en el camino hacia una abolición mundial de la pena de muerte.
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