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La planificación familiar no hace milagros

Reuters

Una iniciativa popular pretende luchar contra la superpoblación, tanto en Suiza como a escala planetaria. Una de sus propuestas consiste en consagrar el 10 % del presupuesto de cooperación a programas de planificación familiar en los países pobres. Según los especialistas, se trata de una proposición simplista.

El crecimiento continuado de la población mundial, el cambio climático y la rarificación de recursos naturales resucitan los discursos que temen la superpoblación de un planeta habitado por 7.000 millones de seres humanos hoy, y por 9.000 millones en el 2050, según las últimas proyecciones de los demógrafos. Aunque algunos de ellos, como Sarah Harper, profesora de gerontología de la Universidad de Oxford, pronostican un estancamiento del crecimiento de la población mundial hacia el 2050.

Pero esta perspectiva no impide que diversas asociaciones de defensores de la naturaleza en Estados Unidos y Europa prediquen el decrecimiento y el control de la natalidad para desactivar la bomba de tiempo demográfica que amenazaría a la totalidad de especies vivas.

En Suiza, es una iniciativa del Comité Ecología y Población (Ecopop) la encargada de materializar estos temores. Bajo el lema “Alto a la superpoblación – Sí a una preservación durable de los recursos naturales”, el texto preconiza frenar el crecimiento de la población suiza limitando drásticamente la inmigración. Su receta a nivel mundial consiste en consagrar el 10% del presupuesto de la cooperación al desarrollo de Suiza (COSUDE) a programas de planificación familiar.

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La planificación familiar: “Sí, pero…”

El apoyo a los programas de planificación familiar preconizados por Ecopop no provoca mayores críticas; a pesar de que ciertos medios religiosos, tanto del Norte como del Sur, se oponen desde hace tiempo.

En su informe 2012, el Fondo de las Naciones Unidas para la Población (FNUAP) recuerda la pertinencia de dichos programas. “Estadísticas recientes indican que en los países en desarrollo, 867 millones de mujeres en edad reproductiva necesitan anticonceptivos modernos, y que solo 645 millones tienen acceso a ellos”, escribe Babatunde Osotimehin, al atraer la atención sobre los 222 millones de mujeres que carecen de los mencionados métodos de control de natalidad.

El director ejecutivo prosigue: “La planificación familiar ocupa un lugar central en los esfuerzos que conducen a una mejor salud de la madre y el niño, en la promoción de la igualdad entre los sexos, en ampliar el acceso a una educación de calidad, permitir a los jóvenes participar plenamente en la actividad económica y la vida de su comunidad o reducir la pobreza. Por tanto, la planificación familiar debe estar totalmente integrada en todas las iniciativas de desarrollo; tanto presentes como futuras”.

Estas palabras son como un bálsamo para los oídos de Alec Gagneux y le hacen sentir aún más seguro acerca de lo correcto de su iniciativa. Pero la idea es tomada con pinzas por la parlamentaria verde Yvonne Gilli, muy crítica acerca de la iniciativa de Ecopop.

“En principio, esta reivindicación es correcta. Es necesario dedicar alrededor de un 10% de la ayuda al desarrollo al apoyo de la planificación familiar. Pero este apoyo ya es parte integrante de los programas de cooperación al desarrollo. Se debe evaluar la propuesta tomando en cuenta toda la paleta de programas de cooperación y desarrollo. Es por ello que no me parece adecuado fijar de forma absoluta la cifra de un 10%. Por ejemplo, en un país en particular, los conocimientos de Suiza pueden aplicarse a garantizar la provisión de agua potable, y en otro en apoyar el acceso a la educación secundaria para las niñas. Este tipo de medidas pueden ser muy eficaces. Pero no se corresponden con las propuestas que forman parte de la iniciativa Ecopop”.

En 1994, la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo permite que 179 países afirmen el derecho de los individuos a la planificación familiar.

Según los firmantes del plan de acción de la conferencia, los programas de planificación familiar tienen como objetivo permitir a las parejas y a los individuos decidir libremente y con discernimiento la cantidad de hijos que van a tener, así como los tiempos entre nacimientos. Para ello pueden disponer de todas las informaciones y medios necesarios.

A nivel mundial, las tasas de natalidad continúan un lento descenso, pero subsisten importantes disparidades entre las regiones ricas y las pobres.

La pobreza, la falta de igualdad entre los sexos y las presiones sociales son los factores principales que contribuyen a la persistencia de tasas de fecundidad muy elevadas.

Estas disparidades son particularmente notables en el África sub sahariana, donde las mujeres tienen de media 3 veces más hijos que en las regiones desarrolladas (o sea, 5.1 nacimientos por mujer, contra 1.7)

Hoy, la mayoría de mujeres del África sub sahariana quisiera tener menos hijos. Las diferencias en las tasas de fecundidad revelan cada vez con mayor claridad el limitado y desigual acceso a los medios para prevenir los embarazos no deseados.

Tal es el caso en la casi totalidad de países menos avanzados. La falta de acceso a la planificación familiar voluntaria constituye un freno mayor al descenso de la fecundidad.

Fuente: FNUAP

Mezclar peras y naranjas

La iniciativa establece un vínculo directo entre la supuesta superpoblación de Suiza y la del planeta entero. “La planificación familiar voluntaria en los países en desarrollo facilita su evolución sanitaria, económica y social mientras se ocupa de la naturaleza. Limitar la inmigración en Suiza permitiría conservar tierras agrícolas y dejar más espacio para el desarrollo de la naturaleza y del hombre”, tal como puede leerse en el folleto con los argumentos presentados por los padres de la iniciativa.

Pero las principales ONG suizas activas en la cooperación al desarrollo, y reagrupadas en el seno de Alliance Sud, critican la incoherencia del texto. “La iniciativa Ecopop reduce los problemas ecológicos globales al crecimiento demográfico. Su eslogan sería: cuanto más seres humanos, más fuerte es la presión sobre los recursos no renovables. El problema es que Ecopop olvida las enormes diferencias en términos de consumo de recursos”, escribe Peter Niggli en un comunicado de prensa.

El director de Alliance Sud agrega: “Si lleváramos al extremo las reivindicaciones de la iniciativa Ecopop, deberíamos limitar radicalmente la población de los países ricos y las élites económicas de los países pobres. Pues el problema no viene de la cantidad de personas, sino de la utilización que éstas hacen de los recursos naturales”.

Economista en el Instituto de Estudios Superiores Internacionales y de Desarrollo (IHEID) de Ginebra, Jean-Louis Arcand agrega: “Esta iniciativa mezcla peras y naranjas. Mete en un mismo saco cuestiones que afectan a países ricos con problemáticas de países pobres”.

“En particular en Suiza, el envejecimiento de la población hace que nos preguntemos por el futuro de las pensiones. ¿Quién va a pagarlas, si  no son los inmigrantes?”, se interroga el investigador.

Pero esta pregunta acerca del desequilibrio en la pirámide de edades deja frío a Alec Gagneux, miembro del comité Ecopop. “Esta es una pregunta de rico. Yo no tengo miedo del envejecimiento de la población suiza. Nuestro país posee suficientes riquezas para resolver el problema”.

Educar a las niñas

Jean-Luc Arcand profundiza en la misma dirección: “La manera más eficaz para reducir la taza de fecundidad en los países más pobres, pasa por la educación de las niñas. Es lo que los anglosajones llaman “female empowerment” (ndt: “empoderar a las mujeres”). Procurarle medios anticonceptivos a una chica analfabeta no nos permite ir muy lejos”.

El economista recuerda, antes de concluir, algunos de los errores relacionados con las iniciativas centradas únicamente alrededor de la natalidad. “Faltan unos 100 millones de mujeres en el mundo para llegar a la que sería una proporción normal entre los sexos. Un déficit muy peligroso que es el precio que pagamos por los programas autoritarios de limitación de los nacimientos en China e India”.

Traducción, Rodrigo Carrizo Couto

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