«La riqueza del subsuelo es fuente de nuestra pobreza»
Frases profundas como esa, del minero Paulino Calisaya, resaltan los rostros curtidos y dignos que el fotógrafo suizo Jean-Claude Wicky ha retratado durante más de 15 años en innumerables socavones de la minería boliviana.
Tras fundir esas imágenes en una aplaudida muestra itinerante y un libro editado en español y francés, Wicky da voz a la estoica y sacrificada vida de los obreros del subsuelo en el filme documental ‘Todos los días, la noche’, recientemente proyectado en La Paz.
Algunas lágrimas silenciosas y una prolongada ovación de los asistentes invitados al estreno, entre ellos el ministro de Minería, José Pimentel, patentizaron el mensaje histórico, social y de reivindicación de la cinta.
“Tengo 46 años, 11 hijos y trabajo desde mis ocho años en la mina” dice a swissinfo.ch la señora Ana María Vaquera, una de las protagonistas del filme. Tras el accidente que dejó paralítico al marido y obligó el abandono escolar de algunos de sus hijos, sostiene: “Tengo que seguir luchando para que mis hijos no mueran de hambre”, y asume sin más su papel de “mamá y papá del hogar”.
La lente para enseñar lo que no siempre se ve
“Pasé un día entero en una mina del altiplano trabajada por cooperativistas”, nos dice Wicky. Hurga en sus recuerdos y descubre el primer contacto con una sorprendente realidad que despertó en él la firme intención de fotografiar la vida de los mineros bolivianos. Corría el año 1975, ponía fin a un viaje que de los seis meses previstos se había prolongado a cinco años recorriendo numerosos países y encaraba el inminente retorno a Suiza.
Las circunstancias hicieron que recién 10 años después comenzara su proyecto fotográfico en los socavones bolivianos. En 1984 arrancó su andadura por distritos mineros, particularmente cooperativistas. “Solía viajar casi una vez al año a pasar un mes o un mes y medio en Bolivia”, dice al tiempo de admitir que no midió la amplitud del reto.
Recuerda, por ejemplo, que para captar el ambiente de oscuridad y soledad del interior de la mina era inadecuado emplear el ‘flash’ y lo reemplazó con una lámpara dotada de una batería en seco que pesaba cinco kilos. “Tenía una autonomía de sólo 17 minutos y un foco de 250 vatios que cubría con cinco o seis capas de papel cebolla para sacar detalles del interior de la mina”.
Así fue recorriendo los diversos parajes, generalmente inhóspitos, que a diario absorben la salud y las esperanzas de cientos, de miles de personas que arriesgan sus vidas en busca de la bonanza económica que la mayoría jamás conocerá.
Artesanal e insuficiente seguridad
“Las condiciones de trabajo son más o menos humanas, normales, en las minas mecanizadas de la COMIBOL (Corporación Minera de Bolivia) o de multinacionales privadas, pero eso es sólo para el 10% de los mineros porque el 90% son cooperativistas que trabajan a destajo (ganan según la cantidad del mineral extraído)”, precisa Jean-Claude Wicky.
La inmensa mayoría trabaja aún artesanalmente, como en tiempos de la Colonia, sin seguridad industrial, ni asesoramiento. La explotación es anárquica y los socavones, peligrosos.
No obstante, añade, algunos mineros han reemplazado el combo y el barreno por perforadoras chinas, baratas. El problema es que tras perforar 10 segundos uno se encuentre en una densa nube de polvo que va a los pulmones y acelera el riesgo de silicosis.
Por supuesto que quienes obtienen parajes prometedores dejan de ser cooperativistas y pasan a ser empresarios, contratan peones a jornal o destajo y delegan en otros el trabajo peligroso, anota refiriéndose a la concesión de los sitios de trabajo.
Instado a comparar las condiciones de trabajo del minero boliviano con las de aquellos contratados en Suiza para la perforación de túneles, es contundente: “Allá son socavones de cinco estrellas; aquí en Bolivia son socavones de angustia”, aludiendo a la novela social costumbrista del escritor chuquisaqueño Fernando Ramírez Velarde, publicada en 1947.
Se sintieron reconocidos y valorados
“Mi trabajo de fotografía en las minas de Bolivia terminó con la exposición en La Paz y otras 10 ciudades del país”, recuerda Jean-Claude refiriéndose a la muestra cuyo éxito la llevó luego a Uruguay, Brasil, Argentina, Perú, Chile y actualmente México.
En esa línea de trabajo salió luego el libro de fotografías en ediciones en francés y castellano. Un año después fue reimprimido, ocasión que aprovechó Jean-Claude Wicky para comprar 600 ejemplares y llevárselos a Bolivia.
Cargó los libros en un vehículo alquilado para obsequiárselos a los mineros que pudo encontrar. “Me pareció importante que las fotos volvieran al lugar de donde fueron sacadas; por respeto a la gente. Cuando se vieron se sintieron reconocidos y valorados; eso fue tan extraordinario que curiosamente allá decidí dar un paso más y hacer una película para darles la palabra, para que pudieran explicar, contar su trabajo, sus tradiciones, la dureza de sus condiciones de vida y también contribuir a la construcción de una memoria de la minería boliviana”.
Así, con espíritu de Quijote, el fotógrafo suizo Jean-Claude Wicky pasó a plasmar en imágenes y sonido la realidad minera, básicamente la de los cooperativistas, bajo el elocuente título de ‘Todos los días, la noche’.
“Nadie se queja en la película, hay una gran dignidad y nobleza del minero boliviano. Y eso he destacado”.
Es oriundo de Moutier, municipio de habla francesa del cantón de Berna. Allá regenta un estudio de fotografía y desde hace 32 años vive con su compañera sentimental.
Su afición a las lentes surgió hace cuatro décadas durante una escala en Japón, donde trabajó 22 semanas y pudo comprar sus dos primera cámaras. A la sazón emprendía un viaje de seis meses por varios países. Al final se pasó viajando cinco años y medio que lo llevaron a Japón, California y toda América Latina.
Desde 1984 se dedicó a retratar los rostros pétreos, sacrificados y dignos del minero y la ‘palliri’ bolivianos. Los hizo viajando por los distintos distritos mineros de Bolivia, especialmente de cooperativistas.
Su muestra fotográfica ha sido exhibida en varias ciudades de Bolivia y en otros países, así como la edición de su libro en castellano y francés. Llevó y obsequió 600 ejemplares a los mineros fotografiados que pudo encontrar.
En un siguiente paso ha filmado el documental ‘Todos los días, la noche’, estrenada en La Paz, Bolivia, el pasado 16 de noviembre.
La función especial para invitados contó con la presencia, entre otros, del ministro de Minería José Pimentel y de Vladimir Schmidt, secretario de Relaciones Internacionales de la Federación Nacional de Cooperativas Mineras.
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