Los héroes del Everest, «astronautas de Suiza»
Con su éxito de 1956 en el Monte Everest, los escaladores suizos hicieron historia en el ascenso a las montañas. También personificaban, por un lado, la pretensión de Suiza de convertirse en líder del desarrollo técnico en la postguerra y, por el otro, la señal de una Suiza abierta, que tras su estrecha cooperación con el régimen nazi debía limpiar su imagen en la escena internacional.
En mayo de 1956, las cordadas de Ernst Schmied y Jürg Marmet y de Dölf Reist y Hansruedi von Gunten alcanzaron el punto más alto del mundo, a 8.848 metros, convirtiéndose en el segundo y tercer grupo de alpinistas en llegar a la cima del Everest, después de Edmund Hillary y Sherpa Tenzing, en 1953.
Pocos días antes, también dos suizos – Fritz Luchsinger y Ernst Reiss- habían conseguido un logro pionero: el primer ascenso a la vecina Lhotse, la cuarta cumbre más alta del mundo, a 8.516 metros.
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Las grandiosas imágenes del Everest de Dölf Reist
«Suizos suben al Everest dos veces y vencen a la Lhotse”, cabeceaba el ‘New York Times’. Con el ascenso a la cumbre del Lhotse, el dúo Luchsinger/Reiss logra “una escalada aún más difícil que la del Everest”.
“Tal vez el más satisfactorio segundo lugar del mundo”, comentaba la revista estadounidense ‘Life’.
«Triunfo de los suizos en el Himalaya”, celebraba el ‘Schweizer Illustrierte Zeitung‘, el logro de los suizos, a los que había dedicado durante semanas fotoreportajes desde el delgado aire de la cordillera más alta del mundo.
Facsímiles, fotos originales, registros sonoros y visuales y artefactos de sendas empresas forman parte de la exposiciónEnlace externo ‘El Informe del Himalaya. Montañismo en la era mediática‘ que presenta el Museo Alpino Suizo en su sede en Berna, hasta el 26 de julio de 2015.
«¡Estábamos sobre el Everest!»
«La exposición se centra en cómo los montañistas han transmitido sus experiencias desde inicios del siglo XIX hasta ahora. Hoy, estos exploradores profesionales son el centro de las campañas publicitarias que relacionan sus logros con productos determinados. Intentamos aclarar cómo se produjo ese desarrollo”, indica Beat Hächler.
El director del Museo Alpino Suizo considera estas expediciones al Everest como “un símbolo consecuente de un mundo impregnado de símbolos nacionales y coloniales. Los montañistas eran los ‘astronautas de Suiza’, que despertaron en el país un sentir nacional de ‘nosotros’”.
Ese aspecto también lo describe Patricia Purtschert: «Se evocó el sentimiento de ‘Hemos hecho y alcanzado algo especial’». La científica de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (EPFZ) y apasionada montañista investigó el aspecto de la descolonización en las expediciones helvéticas al Everest.
Apenas una década después del horror de la Segunda Guerra Mundial se observaba un fenómeno peculiar, indica Purtschert. «Annelies Ausbrüche Sutter-Lohner, a quien pude entrevistar poco antes de su muerte, fue una de las pocas mujeres que participó en esas expediciones suizas al Himalaya, entre 1947 y 1949. Describía que la gente estaba verdaderamente ansiosa tras lo vivido con la guerra. Aún bajo escombros y cenizas, a Europa le fascinaban las historias de aventuras en mundos lejanos, salvajes y supuestamente ‘ilesos’”.
El simbolismo de las cumbres
“Gran desempeño pionero” en 1952
El primer esfuerzo para cruzar la fisura de Khumbu del joven ginebrino Jean-Jacques Asper fue un gran desempeño, una primicia, indica el médico y escalador Oswald OelzEnlace externo, que vive desde 1968 en Suiza.
En la cresta sudeste del Everest, los suizos fracasaron por dos causas, señala: “No reconocieron la enorme importancia del suministro de agua en el ascenso en montañas tan altas y, en segundo lugar, los aparatos de suministro de oxígeno, que les endoso un profesor zuriqués, solo podían ser empleados en estado de reposo, es decir, solo sentados o parados, pero no escalando la montaña. Este error se debió a que se creía entonces que el cuerpo podía reservar oxígeno”.
Paralelamente a la expedición suizaEnlace externo, los británicos realizaron en 1952 un recorrido de prueba donde midieron el requerimiento de agua y la circulación de oxígeno necesaria en los aparatos de apoyo respiratorio. Esas primeras investigaciones fisiológicas pudieron establecer las bases para el éxito de la expedición británica un año después.
Los celebrados héroes de las expediciones al Himalaya, según Purtschert, no solamente alimentaron esos sueños de aventuras que construyeron aquellos que permanecieron en casa.
«Con sus logros, la gente simbolizó de una modo bastante ingenioso una interface“ entre una Suiza que había tenido que hacer frente a serias críticas internacionales por su estrecha colaboración con la Alemania de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial y la Suiza que buscaba mostrarse abierta al mundo y hacerse de un renombre internacional.
“Muchos compatriotas conocían las montañas locales, y a esto sumaba el enlace metafórico de estas colinas como defensa espiritualEnlace externo del país. El viajar por países asiáticos exóticos y desconocidos y la competencia mundial entre naciones para ver quién era el primero en ascender a la cumbre más alta del mundo se entremezclaban también para crear un atractivo muy singular en las mentes de la gente”.
En la pasarela tecnológica…
Exposición en el Museo Alpino
La muestra ‘El Informe del Himalaya. Montañismo en la era mediática 1902 – 2015’ está abierta al público en el Museo Alpino Suizo en Berna hasta el 26 de julio de 2015. Presenta, entre otros testimonios, las primeras imágenes fotográficas de Jules Jacot Guillarmod.
En el ámbito de la filmografía, en la muestra se exhibe el primer filme de ficción del alpinismo, rodado en 1934 por Günter Oskar Dyhrenfurth con montañistas suizos a una altura de 7.000 metros. También pueden verse las producciones multimediáticas recientes de montañistas extremos como Ueli Steck y Stephan Siegrist.
Los suizos utilizaron al Everest como laboratorio en las alturas glaciares. En la zona de la muerte, empapada de leyendas, Suiza podía impresionar al mundo, gracias a su desarrollo tecnológico, y esto, en uno de los aparadores más vistosos del globo.
Aparatos de oxígeno, tiendas de campaña, cuerdas especiales, ropa aislante, zapatos y relojes especiales, comunicación radial… todo esto comprendía el equipo tecnológico empleado en las expediciones suizas. “Este desarrollo fue mediatizado para que los bien cubiertos montañistas suizos, que hacían pensar en los astronautas, fuesen sinónimo del avance técnico. En 1960, Max Eiselin dio un paso más lejos: empleo en su ascenso al Dhaulagiri, una primicia mundial, una pequeña nave aérea del tipo Pilatus Porter, lo que también era un novum en el montañismo”.
Pero también fue la tecnología, la que llevó al fracaso en 1952 el ascenso al Everest, con aparatos de oxígeno que resultaron inservibles.
Los esfuerzos en el Himalaya permitieron a Suiza terminar con esa imagen de aislamiento tras la guerra, para construir otra, necesaria y urgente, de apertura al mundo, considera Purtschert.
… pero sin nacionalismos
Por otra parte, la retórica nacionalista, que hasta entonces había marcado al montañismo, prácticamente enmudeció. Los movimientos independentistas en India y la apertura de Nepal marcaron el fin de la colonización.
“El proceso de descolonización llevó a Suiza a presentarse de modo distinto”, indica la filósofa y agrega que, justo por ello, no fue fortuito que Nepal se convirtiese en el primer país prioritario de la ayuda helvética al desarrollo.
Pero aparte de esto, la figura de los montañistas suizos siguió representando valores muy tradicionales en la publicidad, critica Purtschert, especialmente en lo que se refiere al tema de género. “Se reprodujeron escenas de mujeres que despedían a sus hombres en el aeropuerto, mientras que esos héroes masculinos levantaban el vuelo hacia el mundo”.
Traducción: Patricia Islas
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