Los niños gitanos son víctimas, no delincuentes
Los niños gitanos que mendigan y roban en las calles de Suiza no son delincuentes sino víctimas del tráfico de seres humanos y requieren una mayor protección, señala un informe.
Al poner en práctica esa recomendación, Berna ha despejado sus calles del pordioseo de menores extranjeros. Otras ciudades suizas analizan la manera de seguir el ejemplo.
Aquellos que piden limosna irritan a algunas personas, otras les tienen compasión. Unas y otras reaccionan de manera equivocada cuando se trata de la mendicidad organizada, de acuerdo con Reto Nause, responsable de la seguridad de la ciudad de Berna.
“Detrás de los mendigos se ocultan organizaciones criminales que actúan con sangre fría”, dijo a swissinfo.ch.
“Estos niños son, con toda probabilidad, víctimas de tráfico humano. Es un gran problema y tenemos que protegerlos”, agregó.
Con ese objetivo, la Asociación de Ciudades Suizas, la ciudad de Berna y la Unidad de Coordinación Suiza contra el Tráfico Humano elaboraron un paquete de medidas y recomendaciones para las autoridades.
Su informe, redactado en colaboración con la Conferencia de Directores de Policía de la Ciudad, está parcialmente basado en el Proyecto Ágora de Berna (véase recuadro), considerado como un esfuerzo pionero en la lucha contra la mendicidad organizada y los delitos menores.
“Hasta ahora, el tratamiento de niños y adolescentes extranjeros que mendigan ha sido inadecuado”, admitió Martin Tschirren, responsable adjunto de la Asociación de Ciudades Suizas, y añadió que el simple alejamiento de tales menores no hizo nada para resolver el problema.
“Nueva mentalidad”
Uno de los puntos centrales del informe subraya que los menores -pordioseros o ladrones, en su mayoría romas procedentes de Rumania o Bulgaria – no deben ser considerados como delincuentes, sino como víctimas.
Desde la entrada en vigor de la ampliación del acuerdo de libre circulación de personas entre la Unión Europea y Suiza, el 1 de junio de 2009, los ciudadanos rumanos y búlgaros tienen derecho a permanecer hasta tres meses en Suiza sin visa o permiso, lo que dificulta a las autoridades el monitoreo y la detención de los mendigos en tránsito.
Más aún, cuando los niños son detenidos por incurrir en la práctica que nos ocupa, muy pronto son liberados, sin castigo, merced a su edad.
Además, la situación en Suiza se diferencia de un cantón a otro. La mendicidad en Berna no es ilegal, pero los extranjeros deben tener los medios para ganarse la vida cuando entran al país, lo que significa que pueden ser multados por pordioseo. Otras ciudades suizas, como Basilea y Zúrich, prohíben totalmente esa práctica.
En 2009, algunos policías de Ginebra interpretaron la ley a su manera y escribieron la palabra “mendigo” en los pasaportes de los romas que detenían principalmente por mendicidad. Esa práctica, descrita por los jefes de la ciudad como “totalmente ilegal y totalmente inaceptable”, fue desterrada.
Boris Mesaric, jefe de la unidad de coordinación del gobierno contra el tráfico humano, habló de la necesidad de una “nueva mentalidad”.
“Hasta ahora hemos afrontado el asunto como un problema de mendicidad y robo, y el nuevo modo de pensar significa ver a esas personas no como delincuentes sino como víctimas -de violaciones de derechos humanos de tráfico humano – , y como víctimas tienen derecho a ser apoyadas”, dijo a swissinfo.ch.
Reintegración
Como regla general, estos menores no vienen a Suiza de forma voluntaria, sino que son traídos por traficantes de seres humanos con fines de lucro.
Estos “controladores” a menudo compran los niños a sus familias y luego los capacitan en el pordioseo y el robo antes de enviarlos a trabajar a diversos países, dijo Mesaric.
El monto de una jornada, que puede ser de hasta 600 francos, termina en las manos del “controlador”.
“Si los niños no ganan suficiente dinero, son castigados con golpes, encerrados o privados de alimentos”, precisó.
Según el informe, la situación ideal sería el retorno voluntario de los niños y adolescentes a sus países de origen y su reintegración en la sociedad.
Como parte del Proyecto Ágora, la ciudad de Berna reservó lugares para jóvenes mendigos en una casa de atención especializada, donde recibieron educación hasta que las autoridades pudieron enviarlos de retorno. Si su propia familia no estaba en condiciones de acogerlos, fueron puestos al cuidado de tutores.
Empero, el proyecto no suscita solamente elogios. El Centro de Asistencia para Migrantes y Víctimas de la Trata de Mujeres (FIZ) teme que el objetivo de la estrategia sea la expulsión, lo más rápidamente posible, de los menores.
Las víctimas, dijo la directora del centro, Dora Winkler, a la televisión suiza de expresión alemana, están traumatizadas y se necesita tiempo para ganar su confianza y convencerlos de hablar de lo sucedido.
Estar preparado
A pesar de que la mendicidad infantil ha desaparecido de Berna, Mesaric destacó que se había convertido en un tema recurrente en Ginebra, Lausana, San Gall, Basilea y Lucerna.
Negó, sin embargo, que Suiza estuviera más – o menos – afectada por ese fenómeno que otros países de Europa Occidental como España e Italia, sobre todo, pero también Francia y Alemania.
“Yo no diría que Suiza sea un objetivo principal (de los mendigos de Bulgaria o Rumania), pero tenemos que estar preparados en caso de que algo cambie y aumenten las llegadas. Por eso que es importante observar la situación”.
“El principal reto para todas las autoridades de Suiza, ratificó, es el de considerar el fenómeno como un problema de tráfico de seres humanos”.
En respuesta a la afluencia de mendigos extranjeros, incluidos niños y personas con discapacidad, la policía de extranjería de Berna puso en marcha en abril de 2009 el proyecto piloto Agora para tratar de combatir las mafias que organizan la mendicidad.
Según la policía, tres cuartas partes de los mendigos recién llegados eran rumanos o búlgaros. El resto procedía de Polonia y Eslovaquia.
La policía de extranjería de Berna, las instancias locales involucradas en el proyecto y autoridades competentes en el extranjero participaron en cooperación para efectuar una vigilancia encubierta de los mendigos y determinar cómo funcionan y quién está detrás de ellos.
Se pudo determinar que en su ‘modus operandi’, las pandillas utilizan teléfonos móviles y mapas de las calles con los puntos de mendicidad marcados, además de personas bien vestidas que mantienen vigilados a los mendicantes, menores o discapacitados.
Tan pronto como el recipiente de recaudación está medio lleno, los cuidadores recogen las monedas y las cambian por billetes.
Al final del día, los menores son recogidos en puntos de encuentro en las afueras de la ciudad.
Durante el proyecto, la policía detuvo y controló un total de 638 extranjeros, de los cuales 69 eran menores no acompañados.
Traducción, Marcela Águila Rubín
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