Mitos y realidades del suicidio asistido en Suiza
Los recientes casos de Daniel James y Craig Ewert, dos ciudadanos anglosajones que pusieron fin a sus vidas en Suiza, han devuelto al primer plano de la actualidad el debate sobre el 'derecho a la muerte digna'.
Para comprender mejor este delicado tema, swissinfo ha hablado con el doctor Jerôme Sobel, presidente de EXIT, asociación suiza que ayuda a pacientes terminales que demandan un suicidio asistido. Entrevista.
El caso del americano Craig Ewert, aquejado de una grave enfermedad neurológica, fue portada la semana pasada de toda la prensa internacional. Este profesor de universidad jubilado, de 59 años, puso fin a su vida ante las cámaras de la cadena de televisión Sky News, levantando una polémica mayor.
No han sido pocos los diarios europeos que afirmaron que en Suiza la eutanasia es legal, lo que es un error. En este país no está perseguida la asistencia al suicidio de un enfermo que desee poner fin a sus días y cumpla con una serie de estrictos requisitos, mientras que la eutanasia activa sigue siendo penada por la ley.
Una de las personas con mayor autoridad en Suiza para hablar de este tema es el doctor Jerôme Sobel. Este cirujano basado en Lausana dirige EXIT, Asociación por el Derecho a una Muerte Digna, en la Suiza de expresión francesa. A lo largo de una extensa conversación aclara mitos y realidades del suicidio asistido en Suiza y analiza la situación de Europa en general.
swissinfo: ¿Cuál es el estado actual del suicidio asistido en Suiza?
Doctor Jerôme Sobel: El 11 de diciembre de 2001 se decidió finalmente despenalizar la asistencia al suicidio. El Código Penal, gracias a la interpretación ‘abierta’ de uno de sus artículos, permite esa asistencia, salvo en el caso de intereses personales. O sea, no podemos ser herederos del paciente, por poner un ejemplo. En Europa, países como Holanda o Bélgica han despenalizado la eutanasia activa bajo control médico.
swissinfo: ¿Bajo cuáles criterios su asociación asiste a un candidato al suicidio?
D.J.S.: El primero es que la demanda de asistencia sea seria y repetida a lo largo del tiempo. Luego que haya una enfermedad incurable, cuyo desenlace fatal sea previsible. Que esa enfermedad provoque en el paciente sufrimientos psíquicos y físicos que hagan su existencia insoportable.
swissinfo: ¿Cuántos de sus pacientes han sido diagnosticados como depresivos en el momento de solicitar el suicidio asistido?
D.J.S.: Ese es, justamente, el quinto requisito fundamental para tener acceso a nuestros servicios, y es la capacidad de discernimiento. No se puede discernir dentro de un cuadro depresivo. Las demandas de suicidio asistido son racionales. El paciente puede estar triste, pero la tristeza en sí misma no es síntoma de depresión.
swissinfo: En Suiza existen dos asociaciones de asistencia al suicidio: EXIT y Dignitas. ¿Puede explicar la diferencia entre ellas?
D.J.S.: La diferencia central radica en que, como se ha sabido a raíz de los dos casos acaecidos la semana pasada (Daniel James y Craig Ewert), Dignitas acepta asistir a ciudadanos extranjeros. Igualmente, Dignitas tiene un coste económico para el paciente, lo que no es el caso de EXIT.
swissinfo: ¿Y cuáles son las condiciones que pone EXIT?
D.J.S.: La principal es que sólo atendemos las demandas de ciudadanos suizos o extranjeros que sean residentes permanentes en Suiza. Por una razón: disponemos de pocos acompañantes y de demasiadas demandas de asistencia.
swissinfo: ¿Qué es un «’acompañante’?
D.J.S.: Es la persona que se ocupa del seguimiento personalizado del paciente. Son voluntarios que se enteran del caso, encuentran a familiares y amigos y, llegado el momento, proporcionan al paciente la solución letal.
swissinfo: ¿No hay ningún coste económico?
D.J.S.: Ninguno. Los miembros de nuestra asociación pagan una cuota de unos 30 francos suizos (20 euros) anuales. La asociación existe desde 1982 y cuenta con unos 70.000 miembros.
swissinfo: ¿Cómo se lleva a cabo el paso final?
D.J.S.: Hay un periodo ‘de gracia’ entre la demanda de suicidio asistido y su puesta en práctica. Se concede un tiempo para que el paciente pueda arreglar sus cuentas con la vida y despedirse de familiares y amigos. Luego, a partir del momento en que se fija la fecha definitiva, se pide una confirmación al paciente de que esa es, efectivamente, su voluntad.
swissinfo: ¿Y qué ocurre entonces?
D.J.S.: Se le proporciona una solución con unos 10 gramos de pentobarbital de sodio mezclada con un zumo que el paciente debe, necesariamente, ser capaz de ingerir con sus propias fuerzas. Si no fuera así, se trataría de una eutanasia, y no de un suicidio asistido. Es un matiz sutil, pero muy importante.
swissinfo: ¿Cuál es el índice de aceptación de EXIT en Suiza?
D.J.S.: Según una encuesta reciente llevada a cabo por el periódico ’24 Heures’ (Lausana), el 87 % de los ciudadanos suizos están de acuerdo con la posibilidad de la asistencia al suicidio.
swissinfo: ¿Cómo es la relación de EXIT con las creencias religiosas?
D.J.S.: A los creyentes me gustaría decirles que en el suicidio asistido hay espacio para la religiosidad, la fe y la espiritualidad profunda. Aquí vienen protestantes, católicos y judíos. Las personas que piensan por sí mismas no pertenecen a ninguna religión en concreto. Personalmente, soy creyente y pienso que Dios me ha dado la vida, pero también me ha dado algo más importante: el sentido de la responsabilidad y la libertad de elegir.
swissinfo: Tras los casos de Craig Ewert y Daniel James muchos medios de comunicación hablaron de ‘eutanasia’. ¿Se confunden los términos a propósito?
D.J.S.: ¡Es increíble que se siga manipulando a la opinión pública agitando el fantasma de la eutanasia! Parece que no se quiere entender la enorme diferencia que hay entre eutanasia y suicidio asistido. En este último caso, sólo el paciente puede dar el último paso para cumplir con su propia voluntad.
swissinfo: ¿Qué espera del futuro próximo?
D.J.S.: Mi sueño es que lleguemos a incluir el fin de vida en los planes de estudio de las facultades de Medicina. Quisiera que los médicos de familia que así lo deseen puedan ocuparse de los casos terminales. Quisiera que EXIT desaparezca porque la asistencia al suicidio está regularizada y aceptada social y políticamente.
También deseo la despenalización de la eutanasia activa para casos excepcionales. Esa es la gran asignatura pendiente. La sociedad europea no tiene nada que temer, pues nadie obligará a nadie a hacer lo que no desea. Pero se crearía un espacio de libertad que permita partir con dignidad a quienes así lo necesiten. No tener más miedo será una inmensa victoria. Todos vamos a ganar con ello.
Entrevista swissinfo: Rodrigo Carrizo Couto
El doctor Jerôme Sobel, de 55 años, es un prestigioso médico especializado en cirugía maxilofacial y otorrinolaringólogo. Su consulta profesional está en Lausana.
Su compromiso con la causa de la ‘muerte digna’ nació a raíz de la pérdida «de un familiar muy querido» tras una larga y dolorosa enfermedad degenerativa.
Desde 1982 es el presidente de EXIT en la Suiza francófona, Asociación por el Derecho a una Muerte Digna, que cuenta con filiales en 23 países del mundo con 38 ramas y más de un millón de miembros.
Es uno de los protagonistas del documental ‘Exit, el derecho a morir’ del realizador suizo-español Fernand Melgar. La película fue galardonada con el Gran Premio del Cine Suizo en 2006.
La asociación Dignitas, con base en Zúrich, fue creada por el abogado Ludwig Minelli, su actual director.
Dignitas acepta colaborar en la asistencia al suicidio de ciudadanos extranjeros. Esta práctica, que implica mayoritariamente a ciudadanos del Reino Unido, Francia y Alemania comienza a preocupar seriamente a las autoridades de estos países, que hablan de un ‘turismo de la muerte’.
Sus prácticas han causado numerosas polémicas en los últimos tiempos. La razón es la dificultad creciente que esta asociación tiene para conseguir locales en los que llevar a cabo la asistencia al suicidio.
Entre los escándalos recientes se cuentan suicidios en coches aparcados en la vía pública o por medio de asfixia con sacos llenos de gas helio. La razón es la dificultad de conseguir el necesario pentobarbital de sodio sin receta médica.
La asociación Dignitas cobra unas sumas que pueden llegar hasta los 4.000 francos suizos por su asistencia. Estos pagos, según explica, son necesarios para cubrir los gastos de autopsia y exámenes médicos.
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