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«Mucha paciencia y tiempo para tratar la demencia»

La gente demente es inquieta, por eso la necesidad de buenos zapatos. swissinfo.ch

Suiza envejece y, por ende, las enfermedades relacionadas con la demencia senil están en constante aumento. En la ciudad de Biel existe desde hace 10 años un centro de cuidados para los aquellos que padecen demencia. Una alternativa que ofrece confort y seguridad a sus residentes.

En la casa de tres pisos –situada tras la estación ferroviaria de la ciudad industrial de unos 50.000 habitantes, viven seis mujeres y dos hombres con demencia senil. Tienen entre 73 y 89 años de edad. Algunos de ellos pueden moverse sin ayuda de terceros, mientras que otros dependen en gran medida del personal que les cuida para sus necesidades diarias. Ellos pueden vivir aquí hasta su último suspiro.

Al cruzar la puerta, F.L.* viene hacia nosotros. Es una mujer de 83 años que vive en esta residencia comunitaria desde hace tres meses. Busca a su hijo. “¿Lo ha visto usted?”, me pregunta.

-“No. ¿Cómo se llama su hijo?”

-“Renzo. ¿Lo conoce?”

Es un trato típico de las personas con demencia: buscar constantemente a sus hijos o a sus padres, explica Marianne Troxler-Felder, codirectora de cuidados en este hogar. “Se sienten mucho más jóvenes de lo que son en realidad y viven con frecuencia en el pasado”.

También S.V.* tiene 83 años. Parece confusa, agitada y un poco perdida. No mide más de 150 cm., lleva una boina de lana sobre sus cabellos grises. No sabe quién es, ni qué hace aquí y ni tampoco dónde está su marido. “Era un tipo repugnante cuando estaba de mal humor, pero vivimos bellos momentos”, dice. Durante más de 50 años permaneció en su vivienda, donde cada cosa tenía su lugar. Hoy, todo eso se acabó. “¿Cuándo volvemos a casa? ¿Dónde está mi bolso”, dice impaciente.

S.V. camina gustosa por el jardín, un lugar en el que puede “hacer esto y lo otro”, sus operaciones bancarias y sus compras, por ejemplo. Hoy pasea en compañía de la directora del establecimiento y especialista asistencial Brigitt Rohrer.

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La construcción amarilla y discreta de Biel data de la década de 1930. Tiene la edad de sus residentes. Una ventaja, según Troxler: “La gente se siente a gusto y segura aquí, es pequeña y manejable, como una vivienda. En este espacio reducido se pueden minimizar situaciones de irritación de todo tipo en el cotidiano de una persona que envejece con demencia, en comparación con espacios más amplios de otras instituciones de atención. Sin embargo, hay gente a la que le da igual y que se siente mejor en lugares más grandes”.

En una de las dos salas de estar en la planta baja se encuentra una estufa de cerámica, en la otra, una televisión. “Vemos poca tele. Para ellos se trata de imágenes e informaciones demasiado veloces. De vez en cuando vemos programas deportivos o musicales, pero siempre con la presencia de algún asistente”, indica Rohrer. Algunos hojean también alguna revista o el diario, como antes lo hacían. Leen los titulares, miran las fotografías. “Pero no pueden decir de qué se trató lo que miraron”.

Suiza definió una estrategia a finales de 2013 para responder a las necesidades de atención y sensibilización sobre los padecimientos de la demencia.

La población en general y el personal especializado deben estar mejor informados sobre estos males.

Las autoridades deben crear diversas ofertas de asesoría a los afectados y establecer programas para ayudar a los familiares a atender a sus enfermos.

También debe optimizarse el cuidado de los concernidos en las residencias dedicadas a su atención.

Pero el modo de financiar estas tareas no se ha definido. Esto pudiera significar el escollo principal para aplicar la estrategia, considera la Asociación Suiza de Alzheimer.

La cocina, sitio de encuentro

La cocina es el centro de este hogar. Aquí uno se reúne, bebe el café, come, juega. Los residentes son invitados a participar en las tareas cotidianas, ayudan a lavar la ropa, a planchar, a preparar las legumbres o a vaciar los desechos orgánicos en el contenedor. Es importante que mantengan una cierta estructura de la vida cotidiana. Dos tardes por semana se consagran a hacer ejercicios de memoria, movimiento, gimnasia y canto.

Lo decisivo en este trabajo es que los pacientes se sientan aceptados y que no sean corregidos, subraya Brigitt Rohrer. “Los escuchamos y tratamos de devolverlos al momento en el que viven. Algunos se percatan de que algo no está bien con ellos, que no pueden ordenar una situación determinada. Esto puede provocar miedo y pánico.” El trato con personas dementes requiere de mucha paciencia y tiempo, indica Troxler-Felder.

Normalmente, dos o tres asistentes y un practicante están al cuidado de los residentes. Los conocen bien. “En aquellos que no hablan nada, podemos reconocer con sus reacciones corporales y el color de su rostro si están agitados, desesperados”, advierte Brigitt Rohrer. Es fundamental que tengan movimiento, aire fresco y un ritmo de vida que les marque la noche y el día.

Libertad de acción

Los enfermos de demencia son inquietos, tienen gran necesidad de moverse. Con frecuencia pierden el sentido del tiempo y de la orientación. Por eso están protegidos en un entorno seguro. En el concepto de una residencia de cuidados para pacientes dementes es básico que puedan sentirse tan libres como sea posible.

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Las habitaciones se encuentran en los dos pisos superiores. El mobiliario básico comprende una cama hospitalaria y una mesa de noche. Los residentes pueden traer otros muebles a su habitación. Casi en todas las camas se encuentra al menos un animal de peluche. Las fotos familiares tampoco faltan, o los dibujos de los nietos o bisnietos, como en el cuarto de Madelaine Blank. La octogenaria vive aquí desde hace un año. En la pared tiene un dibujo de su bisnieta Sofie, en su mesa una fotografía enmarcada con la imagen de ella y su marido.

Su esposo, de la misma edad, viene varias veces por semana a visitarla, y los jueves comen juntos. “Nos sirven la comida en la habitación, con mantel y flores, nos consienten”. El domingo la lleva a casa y le cocina lo que ella apetezca. “Come ensalada con tanto gusto.. me alegra darle ese gusto”, dice el señor Blank.

Hace 10 años, Madelaine Blank padeció por primera vez una depresión. Hace año y medio no se levantó de la cama durante tres meses. Se encontraba en estado neurótico. Se le diagnosticó Alzheimer. Además, padece degeneración macular asociada a la edad (DMAE), lo que le limita la capacidad visual. Con dificultad puede leer grandes letras a través de un lector especial. Ya no puede coser ni tejer, lo que antes tanto le gustaba.

Al señor Blank le resultó demasiada la tarea de cuidar a su esposa enferma. Fue especialmente pesado que ella ya no pudiera hacer parte activa de la vida diaria. “Solo tres meses después de que se le duplicara la dosis de psicofármacos se comenzaron a ver los efectos”, narra René Blank.

La vida de la pareja ha cambiado drásticamente, lo que ha obligado a René Blank a la reflexión siguiente: “Hay que aprender, por duro que sea, que la separación no solo se produce con la muerte, sino también con la enfermedad”.

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Se ha hecho tarde. En la casa huele a canela y manzana hervida. Es hora de la cena. Todos están sentados a la mesa, excepto F.L., que sigue en busca de su hijo Renzo.

*Nombres conocidos por la redacción

Demencia es un término genérico que designa diversos desórdenes cerebrales a causa de la pérdida progresiva de las funciones cognitivas.

Estas alteraciones provocan incapacidad para la realización de las actividades de la vida diaria y conllevan la pérdida de autonomía.

La enfermedad de Alzheimer es la más conocida afección de la demencia.

A partir de los 65 años de edad aumenta el riesgo de padecerla.

Se estima que alrededor del 8% de los mayores de 65 años padecen Alzheimer u algún otro tipo de demencia.

En Suiza, hay 110.000 afectados con alguno de estos padecimientos.

Debido al envejecimiento de la población, el número de afectados en el 2030 puede ascender a 200.000; en 2050, a 300.000.

A escala mundial hay 44 millones de personas afectadas, 25% más que hace tres años. Hasta 2030, la cifra puede ascender a 76 millones. En 2050: 135 millones.

Traducción del alemán: Patricia Islas

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