«Muchos quieren comida rápida, pero saludable»
Junto con los daneses, los suizos son los europeos que más productos biológicos consumen. Y el fenómeno abarca todos los segmentos sociales. La imagen de que el consumo ecológico es patrimonio de verdes y vegetarianos es cosa del pasado.
¿Por qué muchas personas están dispuestas a pagar más por alimentos de producción orgánica? “Porque invertimos en nuestra salud”, responde una joven madre de tres hijos, que compra regularmente frutas y verduras en Bio-Blaser, un puesto del mercado en el casco antiguo de Berna.
En las grandes cadenas Lidl o Aldi pagaría la mitad por ellos. “Quien no compra productos biológicos es quizás porque cree que no hay diferencia de calidad. Pero saben mejor y se conservan mejor”, agrega.
El fotógrafo Allesandro della Valle también es cliente de Bio-Blaser, porque está convencido de la calidad de sus productos. “Lo que cuenta, en mi opinión, es el sabor y el placer. Aquí encuentro, por ejemplo, los mejores tomates del mundo. Pero más importante que el valor biológico es que son productos de la región. Yo prefiero alimentos de temporada que crecen entre nosotros y no vienen del extranjero”.
“Tenemos muchísimos clientes habituales de diferentes segmentos, incluidos los de escasos ingresos”, señala Naima Blaser, la joven de 19 años que atiende una o dos veces por semana el puesto de alimentos orgánicos en el mercado de Berna. Aquí vende productos cultivados en la granja paterna de Salavaux, cantón de Vaud.
“Nuestra granja es dinámica, promueve la vida. En los terrenos cultivados hay muchas más especies de animales y plantas”. A su juicio, en el suelo labrado por los granjeros convencionales ya no hay insectos. La tierra está muerta. “Los campesinos viven de la naturaleza y deberían cuidarla más”, reivindica Naima.
Clientela de productos orgánicos
La preocupación por el medio ambiente es una de los principales argumentos que evocan los consumidores de productos biológicos, precisa Cornelia Hügi, directora de la empresa Hallerladens, en Berna. La firma, organizada sobre una base cooperativa, se dedica desde hace 30 años a la producción de alimentos de larga conservación.
En sus tiendas de la ciudad de Berna vende exclusivamente productos orgánicos. La cercanía con los agricultores es otro aspecto. “Quien compra en nuestras tiendas se encuentra a veces con los productores que nos traen el género personalmente”, añade.
Las grandes superficies han aumentado en los últimos años su oferta de productos biológicos y han copiado los argumentos de los pioneros de los cultivos orgánicos. Esto no ha dañado su negocio, al contrario: “Ha sensibilizado a un determinado sector de la clientela que nada sabía de la producción biológica”, recalca Cornelia Hügi.
Quienes antes consumían alimentos orgánicos tendían a formar grupitos más bien radicales. Los estudiantes de hoy compran un bocadillo biológico de Hallerladen para merendar.
Y quien pasa por allí en automóvil ya no cosecha miradas de reojo. “Es mejor que recorrer una docena de kilómetros para comprar en algún sitio alimentos precocinados que no son saludables ni respetan los criterios de una producción ética”.
En el entorno ecológico hay algunos que “se han quedado un poco aferrados a su enfoque”, lamenta la directora de empresa. “Los consumidores biológicos de hoy tienen derecho a un servicio rápido y a un asesoramiento competente sin prédica moral”.
A la clientela en esta mañana de mayo pertenecen, por ejemplo, Pablo Bobrik, un conocido chef de cocina de Solothurn, que compra sobre todo carne de calidad biológica; o Tina Wagner, que consume alimentos orgánicos por amor a su familia y al medio ambiente.
Entre la clientela habitual se cuenta la educadora de párvulos Esther Lüthi, que valora la cercanía con los productores y el concepto de cultivo ecológico que defienden. “Se ve que esos agricultores están estrechamente unidos a sus productos, a sus animales y a su suelo”.
“La naturaleza es cada vez más arrollada”, argumenta Birgitt Badura. La podóloga terapeuta pone de manifiesto que mediante el consumo de productos orgánicos se puede atenuar esa situación.
“De temporada y regional”
Los motivos de la clientela de Haller coinciden con los que proclama una gran parte de los consumidores de alimentos orgánicos: “Unos quieren cuidar su salud con productos naturales, otros lo hacen en defensa del medio ambiente, pero la mayoría por ambas cosas”, precisa Sara Stalder, directora de la Fundación de Defensa del Consumidor.
Los productos cultivados biológicamente abarcan apenas un 6% del mercado, fenómeno que la defensora del consumidor atribuye esencialmente a la diferencia de precios. “Casi una tercera parte de los consumidores cuenta cada centavo en su alimentación. Para algunos es realmente necesario, incluso en la rica Suiza. Los alimentos orgánicos son un lujo para ese grupo”.
Aunque también hay personas bien situadas que prefieren ahorrar 20 centavos y consumir un yogur más barato. La fundación defensora del consumidor recomienda, por tanto, elegir en lo posible productos de temporada, regionales y poco preparados, porque así no solo se ahorra dinero, sino que también se daña menos el medio ambiente. En su opinión, a muchos consumidores se lo plantean con la llegada del primer hijo. “Esa preocupación por la salud del niño suele dar paso a una alimentación más consciente”.
El estilo de vida moderno favorece el consumo de comida rápida. “La mayoría de las personas tienen o se toman poco tiempo para comer, pero quieren cuidar su alimentación”, señala Sara Stalder. En este ámbito persiste la demanda: “Muchos consumidores desean ofertas que les den la sensación de que se alimentan de forma equilibrada, a pesar de las prisas”.
“No necesariamente saludable”
En ello coincide Stephan Feige, del instituto de asesoramiento en marketing de la Universidad de San Gall. La mayoría de los consumidores están convencidos de que los productos orgánicos son innegablemente mejores para la salud, aunque los expertos no dispongan de pruebas que así lo demuestren.
Los argumentos de los expertos varían. Algunos sostienen, por ejemplo, que los productos sin conservantes se dañan más rápido, lo que tampoco es saludable. Otros dicen que es difícil demostrar que los residuos químicos en dosis mínimas sean inocuos para la salud.
Por ello hoy el principal argumento en favor de la producción biológica es que respeta más la naturaleza y el medio ambiente que los métodos de cultivo tradicionales.
En 2011, la venta de productos orgánicos creció un 4,3%, hasta sumar 1.740 millones de francos. Equivale al 6% del mercado.
La población suiza gasta 221 francos por persona/año en productos biológicos.
La cadena de supermercados Coop genera casi la mitad del volumen de ventas de los productos biológicos; y Migros una cuarta parte.
El 10% de los suelos agrícolas se destinan a cultivos orgánicos.
Aproximadamente una cuarta parte de esa superficie se sitúa en zonas montañosas.
Desde principios de 2012, el número de granjas dedicadas a la producción biológica ha subido un 27% en comparación con el año precedente.
Más de 5.600 explotaciones agrícolas, un 10% del conjunto, producen según las normas establecidas por Biosuisse, que agrupa a agricultores biológicos.
Fundada en 1981. Su emblema: el botón de una flor que certifica una producción biológica y respetuosa del medio ambiente.
La agricultura orgánica busca producir en consonancia con la naturaleza, estimular los procesos de vida naturales y cerrar totalmente los ciclos materiales.
Prescinde de pesticidas y fertilizantes artificiales y favorecen las defensas naturales de las plantas y los animales.
(Traducción: Juan Espinoza)
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