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Olympe Rittener, una institutriz suiza en la Rusia zarista

Olympe Rittener
Olympe Rittener antes de se salida a Rusia. Schweizerisches Sozialarchiv, Zürich / Russlandschweizer-Archiv RSA

A fines del siglo XIX, época en que la dependencia de las mujeres hacia los hombres era muy marcada, Olympe Rittener se lanzó, sola, a la loca aventura de la emigración. Un viaje épico y coronado de éxito que la condujo hasta Siberia.

Cuando la agencia dedicada a buscar empleos para maestras e institutrices suizas en el extranjero le preguntó: «¿A dónde quiere ir, señorita?», la respuesta de Olympe Rittener fue clara: «Lo más lejos posible». Transcurría el año 1883 y tenía apenas 21 años.
La joven provenía de una familia relativamente acomodada de Payerne, en el cantón de Vaud. Había estudiado primero en la Escuela Superior de señoritas de Neuchâtel y luego en la Höhere Tochterschule de Zúrich, un instituto dedicado a la formación de jóvenes mujeres.

Cursó estudios que le posibilitaron encontrar uno de los pocos trabajos que una mujer proveniente de una buena familia podía realizar sin perder su prestigio. Por otra parte, las maestras francófonas eran muy demandadas en el extranjero a causa de sus conocimientos lingüísticos.

La historia de Olympe Rittener,  así como la de tantos y tantas suizas que optaron por el camino de la emigración, se puede observar en la exposición ‘Partir de Suiza’Enlace externo, que exhibe actualmente el Museo Nacional de Zúrich.

La atracción de lo desconocido

Olympe Rittener con vestimenta rusa.
Olympe Rittener con vestimenta rusa. Schweizerisches Sozialarchiv, Zürich / Russlandschweizer-Archiv RSA

Con su formación de docente, Olympe Rittener obtuvo una plaza laboral otorgada por el Señor Kousnetsov, un rico propietario de minas de oro en Siberia. Para ella, los viajes no eran un problema: tenía un tío en París, otro en Huddersfield (Gran Bretaña), y un tercero en Montevideo, Uruguay.

En efecto, durante la primera mitad del siglo XIX, Suiza conoció un fuerte éxodo, luego vivió una cierta calma migratoria, seguida de una nueva ola de emigraciones en los años 1880-1890. Después de 1850, la Rusia de los zares atrajo a personas de clase media o alta, principalmente activas en los sectores de la producción de quesos, de la educación, del comercio o de la industria.

Fue en este contexto histórico que Olympe Rittener tomó un tren el 25 de agosto de 1883 hacia la cercana Friburgo, pero con destino final a San Petersburgo. El viaje a través de Europa se desarrolló sin contratiempos y llegó a la ‘Venecia del Norte’ tres días más tarde.


 Fuerte carácter

Allí encontró al hermano de su futuro empleador, a quien le exigió, antes de partir para Siberia, un contrato de trabajo en regla. Finalmente, la firma del mismo se realizó ante un notario, luego de muchas discusiones y con el apoyo tanto de un suizo de San Petersburgo como del vicecónsul helvético.

Esta primera prueba demostró la sed de aventuras y la fuerza de carácter que la joven oriunda de Payerne puso a prueba durante esta experiencia. En una carta dirigida a su familia, escribía: «Si él desconfía (en referencia al hermano del Sr. Kousnetsov), abandonaré esa tratativa y removeré cielo y tierra para encontrar otra opción. […] Estoy tranquila, llena de sangre fría y espero los acontecimientos con total seguridad […]. Si las cosas evolucionan según lo previsto, parto para Krasnoïarsk el sábado, y si no, veremos… pero tengo esperanza”.

Olympe Rittener continuó así su viaje. Luego de 48 horas de tren, llegó a Nizhni Nóvgorod. Desde ahí, siguió durante cinco días en barco por el río Volga hasta Perm, desde donde con un tren nocturno prosiguió a Iekaterinbourg.  Su periplo, en carro de caballos, la llevó a Tioumen y en un barco de vapor, luego de once días de travesía, llegó a Tomsk. Terminó finalmente su larga ruta el 2 de octubre de 1883, en Krasnoyarsk, en plena Siberia.

Contenido externo

La realidad del terreno

La docente suiza asumió el trabajo como institutriz de Alexandrine, la hija de 12 años de los Kousnetsov. Le enseñó francés – que era la lengua de la élite rusa -, así como alemán y música.

Aunque fue considerada como un miembro más de la familia y recibía un buen salario, Olympe Rittener sufría por la ausencia de sus seres queridos: “Sí, son amables conmigo, pero toda esta elegante cortesía no logra reemplazar el encanto de la intimidad”.

La monótona vida de Siberia termina por cansarla. “Aquí, prácticamente no se ve a nadie, solo hay dos grandes invitaciones por año, en Navidad y en Semana Santa”, se lamentaba en sus cartas. Además, muy pocas personas hablaban francés y se vio obligada a comunicarse en ruso, “que no es para nada fácil”.

Después de siete años de buenos y leales servicios, vuelve a Suiza. Había ganado muy bien en Rusia, lo que le permitió, al regresar a su cantón de origen, vivir de sus ahorros, aun siendo soltera. Continúa entonces ofreciendo lecciones privadas y no se aleja nunca más de Payerne, su ciudad natal. En su vejez, decía de sí misma que «llevaba una vida de molusco después de haber tenido una juventud aventurera y audaz».
 

Un destino no siempre color de rosa

El balance que hizo Olympie Rittener de su experiencia migratoria fue, sin duda alguna, positivo. Hay que señalar que tuvo a favor condiciones favorables: provenía de una familia acomodada y contaba con la formación de profesora. Sin embargo, su destino no fue para nada representativo de todas las mujeres solteras que emigraron.

Aquellas que provenían de familias pobres aceptaron puestos en el extranjero con la esperanza de un futuro mejor. Lamentablemente, muchas de ellas fueron explotadas profesional y sexualmente por hombres con pocos escrúpulos.

Las mujeres que contaban con menos formación y que llegaron a Rusia, muy a menudo no encontraron un trabajo correctamente remunerado. Como lo muestran los informes anuales de las sociedades de ayuda suiza en Rusia, muchas de ellas pidieron ayuda económica. También dan testimonio de estas dificultades las cartas dirigidas al Consulado General de Suiza en San Petersburgo, a través de las cuales se solicitaba apoyo al cónsul para obtener mejores condiciones de trabajo. En los casos más extremos, la Sociedad Suiza de Socorro asumió el costo del viaje de regreso a Suiza de las personas que estaban en apuros.

Agradecimientos:
Marina Amstad, curadora de la exposición ‘Partir de Suiza’Enlace externo, Museo Nacional de Zúrich, abierta del 7 de enero al 24 de abril de 2022

Fuentes:
– Die besten Jahre unseres Lebens. Russlandschweizerinnen und Russlandschweizer in Selbstzeugnissen, 1821-1999 / Peter Collmer
– Käser, Künstler, Kommunisten. Vierzig russisch-schweizerische Lebensgeschichten aus vier Jahrhunderten / Eva Mäder et Peter Niederhäuser
– Schweizer Migrationsgeschichte. Von den Anfängen bis zur Gegenwart / Holenstein, Kury, Schulz
– Die Rolle der Frauen im schweizerischen Auswanderungsprozess / Béatrice Ziegler, bibliothèque de l’EPFZ
– Blog Enlace externode Monique Bonanomi Märki, sobrina-nieta de Olympe Rittener
– La Feuille de Payerne, crónica de Henri Perrochon (1983)
– De Payerne à Krasnojarsk. Voyage d’une jeune Payernoise en 1883, publicado entre el 10 septiembre y el 12 de noviembre de 1884 en el cotidiano «Le Démocrate» de Payerne, Biblioteca Cantonal Universitaria de Lausana.

– Schweiz-Russland. Begleitband zur Ausstellung der Präsidialabteilung der Stadt Zürich, 1989 / Werner G. Zimmermann.

Traducido del francés por Sergio Ferrari

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