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El divorcio de las parejas binacionales puede volverse un tormento

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swissinfo.ch recibió reacciones de lectores en diferentes idiomas sobre los desafíos que representan los matrimonios binacionales. Gracias por compartir sus experiencias con nosotros. swissinfo.ch

Los matrimonios mixtos en Suiza van en aumento, aunque no están inmunes al divorcio. ¿Las parejas binacionales tienen mayor riesgo de fracaso? swissinfo.ch plantea esta cuestión a lectores y expertos.

“Puede uno ser del Polo Norte y el otro, del Polo Sur y amarse eternamente o haber nacido en el mismo palacio y llevarse a matar”, escribió un lector en italiano..

swissinfo.ch no ha verificado los testimonios personales incluidos en este artículo.

Al parecer muchos coinciden en que el éxito o el fracaso de una relación depende más de la personalidad que de la nacionalidad de la pareja. Y, en especial, de cómo se comunica y maneja el conflicto la pareja. La cultura y la mentalidad pueden jugar su papel, evidentemente, pero no son el único factor.  

En las últimas tres décadas, el número de matrimonios binacionales se ha triplicado en Suiza, hasta llegar a 15 100 registrados en 2016. Y representan el 36,3 % de todos los matrimonios. En promedio, más del 30% de las uniones terminan en divorcio, aunque en algunos cantones la tasa de divorcios ronda el 50%. Muchos creen que un matrimonio roto puede resultar más dramático en el caso de los binacionales.       

“Tener una relación binacional es un gran desafío, especialmente si una de las nacionalidades es más exótica”, dice A.A., divorciada.

Ella se casó con un “príncipe azul” suizo, trabajó en Zúrich y tuvo un hijo. Pero todo empezó a ir mal después de mudarse a vivir con sus suegros. Su esposo (suizo) le dejó pistas de infidelidad intencionadas. Mirando hacia atrás, piensa que quería divorciarse asumiendo que él obtendría en exclusiva la custodia del hijo.       

“Me casé con un príncipe azul y se convirtió en un monstruo”, cuenta.

Recientemente ha vuelto a Suiza, desde México, para que su hijo pueda matricularse en la universidad. El regreso era en parte necesario porque el padre ha dejado de pagar la educación del hijo, y ella quiere llevar esta cuestión ante los tribunales.     

Francesco Salvador Rosina: “El matrimonio es siempre algo complicado, y más si se tiene distintas nacionalidades y, especialmente. distintas creencias religiosas”

Espinosas dinámicas legales

Las parejas binacionales podrían enfrentarse a problemas legales más complicados que las parejas formadas por esposos de la misma nacionalidad. El idioma puede ser un problema cuando el cónyuge extranjero trata de obtener ayuda, explica la abogada Katharina Stucki, en Zúrich, a la que acuden personas de habla portuguesa, ya que ella misma es originaria de Brasil.   

“Cuando las parejas binacionales quieren separarse porque tienen diferentes puntos de vista y una cultura distinta, los conflictos se acentúan más todavía”, dice Stucki.   

La cuestión de los hijos se complica sobre todo cuando uno de los padres quiere volver a su país de origen. Para que un menor se mude al extranjero se requiere por ley el consentimiento de ambos padres. Los secuestros por parte de los padres no son lo habitual pero tampoco son tan raros, indica la abogada.  

La autoridad central suiza que se ocupa del secuestro internacional de menoresEnlace externo informa de unos 240 casos anuales, casi la mitad en trámite desde el año anterior.  

Suiza ha firmado el Convenio de La Haya sobre los Aspectos Civiles del Secuestro Internacional de MenoresEnlace externo, cuyo objetivo es acelerar el retorno de los menores secuestrados de modo que no se acostumbren al lugar al que han sido llevados sin el consentimiento del otro progenitor.

Según Stucki, “en Suiza funciona muy bien y rápido. En otros países, puede llegar a ser un proceso bastante largo. En Brasil, por ejemplo, depende de dónde esté el niño, pero puede durar meses o años”.

 최세미: “No creo que sea una cuestión de ciudadanía, sino de la manera en que piensas y valoras la vida.”

Pueden surgir problemas similares incluso cuando el padre permanece en Suiza. Un hombre de Israel, que ha pedido mantener el anonimato, cuenta que cuando sus dos hijos mayores tenían 11 y 13 años, su exesposa suiza los puso en su contra y dejó de permitir las visitas.

Implicó al KESB (autoridad de protección del niño y adulto), una autoridad interdisciplinaria creada para proteger los derechos de los niños y adultos incapaces de hacerlo por sí mismos. Un juez consideró que era apto como padre, pero se ciñó al deseo de los niños, considerados lo suficientemente mayores como para decidir.    

“Mi posición era más débil porque todo acontecía en alemán, que no es mi lengua materna. Tuve que luchar por expresarme mejor. Claro que me perjudicó”, dice el hombre, que con el tiempo obtuvo la ciudadanía suiza y formó otra familia.

Números que no cuadran

La parte económica de un divorcio tiende a ser más difícil para los matrimonios binacionales, especialmente si hay propiedades dispersas geográficamente. Resolver disputas, como el impago de la pensión alimenticia o la manutención de los hijos, es más complicado cuando uno se separa y vive en diferentes países.    

Para los matrimonios internacionales con ingresos altos, los cálculos se vuelven cada vez más difíciles. Si se trata de la pensión alimenticia, pueden surgir discusiones en torno a qué se define como ingresos a la hora de dividir los activos y establecer el patrimonio neto de los individuos. ¿De qué hablamos: del salario y la bonificación o solo del salario? La sentencia de un juez suizo sobre las propiedades en el extranjero no es jurídicamente vinculante.

Para Stucki trasladarse a un país más barato también puede traducirse en menores asignaciones para los hijos, ya que los jueces, sin tener en cuenta lo que cuesta la educación privada en países donde la educación pública no está al nivel de Suiza, muchas veces utilizan como referencia el informe Precios y Ganancias del banco UBS.

“Si todo está en Suiza, se puede resolver, los tribunales pueden decidir”, dice Stucki. “El problema comienza cuando existen propiedades en el extranjero. Obtener información puede resultar difícil, y a mayores ingresos, más cruel será la batalla por la pensión alimenticia. En muchos casos, la parte suiza de la pareja no quiere compartir la información económica”.

Desinformadas y aisladas

Cuando la mujer extranjera depende totalmente de su marido suizo –una dinámica de género anticuada aunque todavía común– lo habitual es tardar en buscar ayuda y dar crédito a las amenazas del marido de que serán expulsadas del país y perderán a sus hijos.    

“Solo buscan ayuda cuando el problema es realmente grande. El sistema no es malo para ellas, pero hay mucha desinformación”, explica la abogada.

La ciudadana estadounidense C. T. cuenta que mientras se estaba separando de su esposo suizo (al que conoció y con el que convivió en Estados Unidos antes de mudarse a Suiza), consultó con cinco abogados especializados en derecho de familia. Su divorcio, en 2016, acabó con múltiples traumas.  

“Mi marido es millonario y yo estoy recibiendo asistencia social”, aclara a swissinfo.ch, enumerando una larga lista de malas experiencias, y acusando a su exmarido de tratar de ocultar sus bienes.

“Los divorcios suizos son violentos: los suizos te exprimen por todo y te dan un susto de muerte. La agencia de recaudación venía tras de mí por facturas que mi ex se negaba a pagar. Como extranjera, me angustiaba no entender aquellos papeles”, añade.

Y dice que ser estadounidense la hizo “estar dispuesta a luchar” por sus derechos.

Algunas parejas binacionales no tienen otra opción que apresurarse a contraer matrimonio por razones logísticas, especialmente si uno de los dos procede de un país que no forma parte de la Unión Europea (UE) o la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA). El matrimonio con un ciudadano suizo abre las puertas a la residencia, en base a la reunificación familiar.

“En Suiza, hay una gran diferencia entre las personas de terceros países y las de los países miembros de la UE y la EFTA”, narra la trabajadora social Esther Hubacher. “Si alguien es de un tercer Estado, no tiene la posibilidad de probar la relación. Hay que casarse para vivir en pareja”.

Superar desafíos

Hubacher trabaja para la delegación que la organización Frabina (que ayuda en diferentes idiomas a parejas binacionales en temas que van desde el matrimonio hasta el divorcio y la migración) tiene en Berna.  

“Si vienes de Alemania, los problemas son menores”, dice su colega Hafed El-Badaoui, que asesora a personas que se expresan en árabe. “Usted ya habla el idioma. Su título puede ser aceptado. No tiene que empezar desde abajo, desde menos de cero”. 

Hubacher añade que, si bien existe un sistema sólido de apoyo para ayudar a los refugiados en su integración en Suiza, los cónyuges extranjeros de ciudadanos suizos suelen estar bastante aislados y en gran medida dependen de su pareja helvética.  

Al principio las presiones económicas podrían ser mayores y la integración más lenta, señala El-Badaoui. “Tienen que empezar por el idioma, la educación, conseguir un trabajo, lidiar con estar lejos de sus familiares. Hay una brecha en la familia,” explica.

Los cónyuges suizos pueden sorprenderse ante las culturas que tienen una noción más amplia de la familia, porque en Suiza (como en muchos países occidentales) la atención tiende a centrarse en la unidad nuclear. Que uno de los cónyuges quiera enviar dinero a su país para ayudar a sus parientes, por ejemplo, puede crear fricción.   

Y también puede ser un factor estresante adicional el escepticismo de otros –ya sean autoridades consulares en el extranjero o parientes conservadores en casa– que asumen que el matrimonio solo se basa en el interés y no en el amor.  

“Lamentablemente, la mayoría de los matrimonios mixtos se basan en ‘papeles de residencia’”, dijo Maha Monib, lectora de swissinfo.ch. Algo que refleja un punto de vista común entre nuestros lectores.

Los trabajadores sociales de Frabina dicen que estos temores son exagerados y que son casos excepcionales. Como señales de advertencia hay que fijarse en grandes diferencias de edad y que no haya un idioma en común, pero los matrimonios por conveniencia pueden surgir y tener éxito incluso dentro de una misma cultura, explican.    

Chadi Hamad, una libanesa casada con un ciudadano suizo y que obtuvo la ciudadanía, dice que diez días después de pedir el divorcio le investigaron, con las autoridades preocupadas por el tiempo en que la pareja había vivido separada antes de casarse.        

“Obtener la nacionalidad conlleva un procedimiento muy difícil: no puedes ir a un quiosco y comprarla. ¿Por qué no plantearon estos temas mientras yo todavía estaba casada?”, cuenta en conversación telefónica con swissinfo.ch.

Traducción del inglés: Lupe Calvo

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