«Nadie puede negarnos el derecho a ser madres”
Poder tener un hijo de manera legal y ser reconocidas como una familia. Ese es el sueño de Gabriela y O*. Aunque han tenido que batallar para ser aceptadas como progenitoras de pleno derecho, están convencidas de que Suiza se modernizará. Las familias arco iris son una realidad y sus derechos deben ser respetados, dicen.
“Siempre supe que un día sería madre. Era mi sueño y es mi derecho, aunque la ley suiza no me lo permita”. Gabriela busca la mano de O*, la aprieta contra la suya, y prosigue: Nuestro bebé “tiene dos mamás y mucho amor. Y el amor es lo que da origen a la familia, independientemente de cómo esté compuesta”.
¿Qué significan las siglas LGTBIQ?
Este acrónimo se utiliza para designar a lesbianas, gays, personas transgénero, bisexuales, intersexuales y queer. Para definir las distintas orientaciones sexuales e identidades de género van surgiendo nuevos términos.
Sin embargo, detrás de cada una de esas palabras se esconden historias de personas cuyas vidas a veces han resultado difíciles. Otras, sencillas. Y todas, únicas. Por eso dedicamos esta serie a retratar a las personas detrás de cada uno de los términos que componen el acrónimo LGTBIQ.
Queremos darles la palabra y revivir con ellas sus sueños, logros y reivindicaciones. Esta serie se publicará en swissinfo.ch a lo largo de las próximas semanas.
Familia. Esta palabra de siete letras adquiere una importancia vital para Gabriela y O*. Tanta, que la escribieron en el timbre de su vivienda, en las afueras de Lausana. Casi como un mantra. “Somos una familia como cualquier otra. Nuestros días se desarrollan de una manera sencilla: casa, trabajo, escuela, cambiar los pañales, buscar una guardería… En resumen, como los demás, somos padres”, narra Gabriela, más extrovertida y enérgica que su compañera, y que lleva la voz cantante, mientras O* mantiene al bebé en sus brazos.
Gabriela, de origen brasileño, llegó a Ginebra cuando tenía 12 años. Tras su formación comercial, diversos trabajos en el sector financiero y con una gran pasión por el derecho, ha decidido empezar en la universidad este mes de septiembre. “Me esperan cinco años de estudios de derecho, pero merece la pena. Quiero poder defender los derechos de los más débiles”. O* es psicóloga y creció en un pequeño pueblo del cantón del Tesino: “No es el lugar más abierto para los homosexuales”. A los 19 años se trasladó a Lausana para estudiar en la universidad y poder conquistar su espacio de libertad.
Al igual que ocurre con otras muchas parejas, las dos treintañeras se conocieron a través de las redes sociales. “Yo, más que otra cosa, buscaba nuevas amistades”, explica O*. “Descubrimos que trabajábamos para la misma compañía. Salimos. Nos enamoramos». Y dos años más tarde nació su bebé.
Un niño que llegó en un paquete
En Suiza, las parejas del mismo sexo no pueden recurrir a la reproducción asistida. Para tener un hijo, Gabriela y O* confiaron en Cryos: un banco de esperma con sede en Dinamarca. Aunque el donante es anónimo, toda la información sobre su vida –o casi toda– está en el sitio web: una foto de cuando era niño, su perfil psicológico, un registro de su voz, sus gustos, su formación, su altura, su peso y hasta su talla de pie. Un poder de selección que fascina, pero que también asusta. O* se defiende: “cualquiera que se enamora tiene sus propios criterios de selección. ¿Por qué debería ser diferente para nosotras? Y en el futuro esta información será útil para el pequeño; para que pueda construir una imagen de su ‘papá’ biológico”.
A diferencia de otras parejas homosexuales que deciden buscar la ayuda de un amigo o crear una familia con dos madres y dos padres, Gabriela y O* descartaron de inmediato esta opción. La presencia de una tercera o cuarta figura en su vida familiar hubiera sido demasiado “engorrosa”.
Compraron las seis probetas que el donante ofrecía en la web de Cryos. “Suiza prohíbe la importación de esperma, así que nos entregaron el paquete en Francia, en casa de unos amigos. En el interior había todo lo necesario para su uso doméstico. Tuvimos suerte: en el primer intento me quedé embarazada”, cuenta Gabriela. “El bebé llegó por FedEx y no lo trajo una cigüeña”, bromea esta mujer que pasa su tiempo libre cantando –o más bien gritando– en un grupo de rock duro.
Dos años y medio y sin papeles
Para el Estado suizo, el bebé de esta pareja tiene solo una madre: Gabriela. O* no tiene derechos legales sobre el niño; básicamente desde que la administración le ha adjudicado un padre. Durante un viaje a Brasil, cuando tenía 18 años y con el único propósito de molestar a su madre, Gabriela se casó con un joven a quien apenas conocía. Un acto impulsivo que lamentó de inmediato, pero por el que nunca se preocupó. No, al menos, hasta que se quedó embarazada.
Encontrar a este hombre en un país de más de 200 millones de habitantes llevó tiempo. El acta de divorcio y la declaración de no reconocimiento de la paternidad llegaron unas semanas después de que el bebé naciera prematuramente, en abril de 2015. La administración suiza, por tanto, no reconoció su validez de inmediato. Y, oficialmente, el niño nació dentro de un matrimonio y fue registrado como hijo de ambos cónyuges.
Una situación prácticamente kafkiana. Con dos años y medio, el bebé todavía no tiene ningún documento de identidad, a excepción del Seguro de Vejez y Supervivientes (AHV/AVS) y del seguro médico. Gabriela no tiene la nacionalidad suiza, y para que su hijo pueda tener la nacionalidad brasileña se necesita la firma del padre (que tiene la patria potestad conjunta). Un padre que vive al otro lado del Atlántico y que no quiere tener nada que ver con este niño. “Han sido dos años terribles. Incluso nos daba miedo acercarnos a la frontera porque no tiene documentación”, dice Gabriela con lágrimas en los ojos. Hace solo un mes –y tras largas batallas judiciales– el tribunal ha resuelto retirar el nombre del padre de los documentos legales.
O* se ha sentido “impotente” durante mucho tiempo. La administración ha permanecido sorda a sus llamadas. En el hospital, en cambio, para médicos y enfermeras siempre han sido una familia. Cuando operaron de urgencia al bebé y permaneció en la UCI, ella pudo quedarse con él. Después, en torno a ellas se despertó cierta curiosidad. Como el recién nacido no toleraba la leche en polvo y Gabriela no podía amamantarlo, lo hizo O* estimulando su producción de leche con un medicamento contra el vómito, Motilium. “La primera subida de leche fue acogida en el hospital con gritos de alegría. Nadie esperaba que funcionara”.
“O matrimonio o nada”
A partir del 1 de enero de 2018, con la entrada en vigor de la revisión del Código Civil, O* podrá adoptar de manera oficial al bebé. Ambas mujeres acogen con satisfacción este cambio y consideran que Suiza debe hacer más. Empezando por el matrimonio para todos. “La pareja de hecho es una especie de premio de consolación, y no nos encaja. Para nosotras es matrimonio o nada”, declara Gabriela señalando la alianza que luce en uno de sus dedos. “Las familias arco iris son una realidad y Suiza no puede cerrar los ojos”.
La pareja está convencida de que la sociedad está preparada para aceptar diferentes formas de familia, tal como en el pasado hizo con las madres solteras (‘hijas-madres’). Los padres de O* no son un ejemplo. “Al principio no consideraban al niño como su nieto. En cierto modo los entiendo, porque tuvieron que digerir muchas cosas al mismo tiempo”, dice. O*, que se crió en una región conservadora, esperó hasta el último momento para revelar su homosexualidad. “Tenía miedo de la opinión de los demás. Sin embargo, cuando tienes un hijo, no puedes esconderte. Un día fui a casa de mi madre y le solté: ‘Soy lesbiana, tengo novia y está embarazada’. No era lo que ella esperaba”.
Gabriela y O* sueñan con formar una familia numerosa. Y el proyecto de un segundo hijo está ya en marcha. Esta vez, será O* quien conciba la criatura. “Esperamos que llegue el próximo verano, después de mis exámenes”, explica Gabriela. En el congelador del banco de esperma Cryos hay otras cinco probetas del mismo donante reservadas para ellas. Para cumplir su sueño, nuevamente van a burlar la ley. “Es un acto de desobediencia civil, porque nadie puede negarnos el derecho a ser madres”.
En Suiza todas las técnicas de reproducción asistida (PMA) están prohibidas para las parejas homosexuales. Solo las parejas heterosexuales casadas pueden acceder al esperma donado. Sin embargo, cada vez más personas LGTBIQ se dirigen a centros de reproducción asistida de otros países europeos (como Dinamarca y España) o a bancos de esperma extranjeros. En el caso de las donaciones anónimas, no se ofrece información sobre la identidad del donante. La legislación helvética no castiga las inseminaciones artificiales que se realizan en el extranjero burlando las leyes suizas.
La adopción conjunta también está prohibida para las parejas homosexuales. Sin embargo, a partir de enero de 2018, se podrá adoptar al hijo de la pareja (después de tres años de convivencia), aunque no se esté registrado como pareja de hecho. La nueva ley cubre una brecha importante en el derecho suizo y garantizará que los niños nacidos en familias arco iris puedan vivir con el otro progenitor, incluso si el ascendiente biológico fallece (Fuente: familias arco iris).
* Este artículo ha sido adaptado el 31 de mayo de 2022 a petición de una de las personas citadas en el artículo. Las imágenes se han eliminado o sustituido por una imagen simbólica y los nombres se han anonimizado parcialmente. Los nombres de los protagonistas implicados son conocidos por los editores».
Traducción del francés: Lupe Calvo
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