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LGBTIQ: Suiza se pone al día

«No quería morir siendo hombre»

Stefanie Stalder
Después de años tortuosos, la batalla interior de Stefanie Stalder ha llegado a su fin. Thomas Kern/swissinfo.ch

¿Acabar con su vida o vivir siendo mujer? Este es el dilema al que se enfrentó Stefanie Stalder, agricultora en la campiña de Lucerna y transgénero. Eligió vivir. Inició un proceso de reasignación de sexo hace poco más de un año. Y ahora, a los 48, respira de nuevo.

 “Hace dos años decidí vivir mi verdadera identidad como mujer. La única alternativa era el suicidio”. Así describe su historia, en un primer intercambio de correos electrónicos, Stefanie Stalder.  

¿Qué significan las siglas LGTBIQ?

Este acrónimo se utiliza para designar a lesbianas, gays, personas transgénero, bisexuales, intersexuales y queer. Para definir las distintas orientaciones sexuales e identidades de género van surgiendo nuevos términos.  

Sin embargo, detrás de cada una de esas palabras se esconden historias de personas cuyas vidas a veces han resultado difíciles. Otras, sencillas. Y todas, únicas. Por eso hemos dedicamos esta serie de artículos a retratar a las personas que hay detrás de cada uno de los términos que componen el acrónimo LGTBIQ.

Queremos darles la palabra y revivir con ellas sus sueños, logros y reivindicaciones. Esta serie se publicará en suwisinfo.ch a lo largo de las próximas semanas.

Para llegar a su pueblo en Grosswangen, hay que atravesar la campiña de Lucerna, una región conservadora cuyas estrechas carreteras cruzan pueblos tranquilos. Campos interminables rodean la granja de esta mujer de 48 años, transgénero en proceso de transición desde hace un año y unos meses.

Nos saluda con voz grave, un tanto insegura, y una mirada cargada de emociones. Su ropa de color naranja destaca sobremanera frente a los tonos verdes del paisaje rural y acentúa su silueta, delgada y esbelta. Después de esconderse durante cuatro décadas, Stefanie ya no teme mostrar su verdadera identidad.

“Me crié aquí, en la granja familiar. Mi infancia fue agradable hasta que empecé la escuela”, dice. Para no incomodar a su familia, nos lleva al café de un pueblo cercano. Elige un lugar neutral para seguir su camino. Su paso parece inseguro, como si todavía tuviera que hacerse a su nuevo aspecto. Si bien, su sonrisa tímida refleja la tranquilidad recuperada. “Mi lucha interior, por fin, ha acabado”, confiesa.

“Yo me daba asco”

Stefanie empieza a buscar su identidad siendo muy joven. “En la escuela se esperaba que asumiera el papel de un niño, pero no podía satisfacer esa expectativa. Como no coincidía ni con los patrones masculinos ni con los femeninos, no lograba integrarme y era acosada por los otros niños”.  

“Yo me daba asco y sentía como si me estuviera convirtiendo en un zombi”

Los cambios corporales de la pubertad resultan insoportables. Hasta el punto de que cae en una profunda depresión. Cuando los signos de la masculinidad se trazan en su cuerpo de manera inevitable, surgen sus pensamientos suicidas. “Yo me daba asco y sentía que me estaba convirtiendo en un zombi”, recuerda. Su madre la lleva al médico, que le prescribe antidepresivos, pero no detecta el verdadero problema.

Una masculinidad exagerada    

Stefanie es un niño que vive en armonía con la naturaleza y ama el trabajo en la granja. “Mi hermano físicamente era más fuerte, pero prefería ver la televisión. Un poco lo contrario de lo que se esperaría”, analiza. Después de un proceso de aprendizaje como agricultora, comienza a formarse como albañil. “Me dije que hacer un trabajo muy masculino eliminaría mi deseo de ser mujer”.  

“No era amor. Veía en las mujeres un ideal”

En 1996, se hace cargo de la granja familiar con el sueño de dedicarse a la agricultura biológica, aunque sin los medios necesarios. Tiene otro empleo en una empresa de madera prensada para poder llegar a final de mes. El trabajo aplaca sus demonios. Y los períodos de descanso se convierten en una pesadilla. “Durante las vacaciones de Navidad, a menudo pasaba por fases depresivas”. Incrementa sus actividades sociales: clubs de yodel [canto a la tirolesa], teatro amateur y coleccionistas de tractores antiguos. A pesar de estar rodeada de gente y ser apreciada, se siente aislada y no consigue combatir su sensación de soledad.    

En un intento de expulsar toda feminidad de su cuerpo, exagera su lado masculino tanto en su actitud, como en su lenguaje y comportamiento. “Sin llegar a ser alcohólico, bebía mucho. Hacía todo para ser un hombre”. Y sin embargo, Stefanie se asfixia lentamente. Incapaz de actuar, espectadora de su propia vida, busca su imagen en la pasión por otras mujeres. “Me enamoraba siempre rápidamente, de una manera muy romántica. No era amor. En estas mujeres veía un ideal”.

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Una mirada que deja entrever un largo camino hacia la paz interior. Thomas Kern/swissinfo.ch

Vestirse como mujer para encontrar la paz

Las efímeras treguas en su sufrimiento cotidiano sobrevienen cuando Stefanie puede vestirse con ropa de mujer. “Desde que era pequeña, había notado que cuando jugaba con mi hermano y mis hermanas me gustaba vestir como una niña”. Pero el juego pronto adquiere otra dimensión. Aprovechando la ausencia de una de sus hermanas o de su madre, de vez en cuando se colaba entre sus vestidos. Tan pronto como comienza a ganar dinero compra prendas de mujer, las esconde en el granero y se las pone por unos instantes lejos de miradas indiscretas. 

La ropa pasa del granero al fondo de su armario y a veces duerme vestida de mujer. “Un día mi madre me vio, pero no dijo nada porque no podía entender lo que estaba pasando. A veces ella hacía desaparecer la ropa”. Pero la atracción es irresistible. Stefanie da otro paso más: viaja a Zúrich y protegida por el anonimato de la ciudad se pasea vestida con falda y altos zapatos de tacón. “Muchas veces he tenido ataques de pánico. Y, creyendo que había visto a alguien conocido, corría a mi coche para cambiarme”.

“Morir me daba igual pero me di cuenta de que no quería morir siendo hombre”

Dos secretos, un amor

Stefanie tiene una vieja amiga, casada con un hombre alcohólico y violento, a la que quiere ayudar. Un buen día, va a visitarla para tenderle su mano. De aquellas confidencias surge una relación de plena confianza y le revela su secreto. “Le confesé que a veces vestía ropa de mujer. Y, como se había criado en Ginebra, se mostró muy abierta”. A la amistad le sigue el amor y al amor, un matrimonio del que nacen dos hijos.

El matrimonio no consigue desvanecer sus problemas de identidad. En 2007, en un foro de internet, Stefanie se rinde a la evidencia: es una persona transgénero. Busca el contacto con otras personas en su misma situación. Pero por miedo a perderlo todo sigue llevando una vida de hombre. Hasta que en la empresa en la que trabaja a tiempo parcial se produce un tiroteo y pierde a un gran amigo. En estado de shock, comienza a soñar que muere en el ataque. “Morir me daba igual, pero me di cuenta de que no quería morir siendo hombre”.

“Por primera vez desde mi infancia no he visto el reflejo de un extraño. Me he visto a mí misma”

Un sentimiento de coherencia indescriptible

Después de muchas noches sin dormir, desconsuelo y depresión, Stefanie decide emprender el proceso de transición. A finales de marzo de 2016, aconsejada por una bloguera, comienza un tratamiento hormonal con un gel a base de estrógenos. “Después de una semana tuve un sentimiento de coherencia indescriptible”, recuerda. Y a esto le sigue: depilarse la barba, cambiar el nombre y después, el estado civil. Es una metamorfosis. “Antes, cuando me duchaba, tocaba un cuerpo extraño, ahora es mi cuerpo”. La operación de reasignación de sexo está programada para noviembre de 2018. “Lo haré en Tailandia porque la relación calidad-precio allí es mejor”, aclara. 

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«No quería morir siendo hombre»

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En el transcurso de la narración, el tono de Stefanie se hace más seguro y decidido. “También voy a comenzar con clases de logopedia para feminizar mi voz”. En sus ojos ahora se vislumbra un resplandor, una fuerza capaz de mover montañas. Hoy al frente de una granja orgánica, la granjera ha ganado una batalla contra sí misma. Sin embargo, la guerra todavía no está ganada para quienes la rodean. “En privado, mis padres aceptan mi identidad como mujer. En cambio, si me cruzara con mi madre por la calle, ella giraría la cabeza”. Stefanie tiene la oportunidad de exponer su situación a la gente de su pueblo a través de un artículo en el periódico local. “Quería explicarme, incluso aunque sigan haciéndome preguntas”. 

Los hijos se adaptan. Stefanie les da tiempo para que se acostumbren a veces llevando la peluca en casa, “para que recuperen a su padre”. La relación con su esposa se ve afectada por el cambio. “Cada paso es una ganancia para mí, pero una pérdida para ella. Es brutal”, manifiesta Stefanie. La pareja debe adaptarse, reinventarse en el plano sexual y emocional. “El deseo de continuar sigue ahí, pero hay momentos en los que mi esposa dice: ‘No puedo más’”.

Para Stefanie no hay vuelta atrás, porque la paz no tiene precio. “Una mañana me puse mi peluca delante del espejo. Por primera vez desde la infancia no he visto el reflejo de un extraño. Me he visto a mí misma”.

El derecho a cambiar de sexo

En Suiza, las personas trans pueden cambiar su nombre en el Registro Civil sin cambiar de sexo. Para ello, tienen que contactar con la administración cantonal. Tienen derecho a elegir su nombre.   

Para cambiar el sexo en el Registro Civil, hay que emprender acciones legales. Hasta hace poco, todos los tribunales suizos exigían a las personas trans someterse a una reasignación de sexo y aportar pruebas de infertilidad. Esto se ha venido haciendo con base en una sentencia del Tribunal Federal de 1993. La situación, sin embargo, está cambiando. El Tribunal de Apelación del cantón de Zurich autorizó el cambio de sexo en el Registro Civil sin cirugía, en 2011. La Oficina Federal del Registro Civil se expresó en el mismo sentido al año siguiente.

Y aunque en los últimos años varios tribunales han adaptado sus prácticas, otros continúan exigiendo pruebas de que se ha realizado una intervención quirúrgica, de infertilidad o el certificado de un psiquiatra que atestigüe la “transexualidad” de esa persona. Una práctica condenada por la asociación TGNS (que defiende los derechos de las personas trans) y de la que ya han prescindido países como Francia, Italia y Alemania. 

Traducción del francés: Lupe Calvo

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