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Sin solución milagro contra el varroa

Las abejas, uno de los ángulos de investigación en el centro helvético Agroscope. Tomas Wüthrich

Los apicultores suizos cruzan los dedos para que el clima no sea tan suave en otoño y primavera. En 2011, las condiciones meteorológicas causaron una verdadera hecatombe en las colmenas debido al varroa, un ácaro que diezma las colonias de abejas.

La desaparición de las abejas es un fenómeno conocido desde hace algunos años. En 2007, los Estados Unidos dan cuenta de despoblamientos masivos. Pero el invierno pasado, en Suiza el asunto tomó carácter catastrófico. Un estudio demostró que la mitad de mil colmenas analizadas no sobrevivió a este periodo.

Responsable número uno

Diversos factores se han mencionado para explicar la desaparición de las abejas: cócteles de pesticidas e insecticidas, reducida diversidad de la flora, infecciones debidas a hongos, cambios climáticos, culturas con organismos genéticamente modificados (OGM) o, incluso, ondas electromagnéticas.

Los científicos observan, sin embargo, que el varroa es el responsable primero de la hecatombe. “Varios trabajos demuestran que las colonias tienen dificultad para sobrevivir en el invierno, cuando el número de varroas se incrementa”, declara Jean-Daniel Charrière, investigador del centro agrónomo suizo ‘Agroscope’ y también miembro de un grupo internacional de indagaciones apícolas.

El mismo tenor se escucha entre los apicultores. “Si bien hay factores múltiples, el varroa se coloca en el primer lugar de la lista. Debido a que este parásito las debilita y les transmite virus, se vuelven menos resistentes a otros problemas”, declara Didier Bettens, apicultor del cantón de Vaud.

Condiciones meteorológicas

La presencia del varroa se conoce en Europa desde hace treinta años. Entonces, ¿por qué se produjeron estas  pérdidas masivas de abejas el invierno pasado?

La explicación está en las condiciones meteorológicas. “En invierno, la reina ni desova ni hay crianza de larvas y pupas”, explica Didier Bettens. Y el varroa requiere de ellas para reproducirse. Pero el año pasado, debido al clima clemente, las abejas continuaron reproduciéndose y fue así que  estos ácaros pudieron multiplicarse. En cuanto a las abejas, ellas libaron hasta finales de octubre en vez de descansar, lo que las fatigó y debilitó”.

“Se constata que entre más se prolongue el año apícola, los varroas tienen mayores posibilidades de multiplicarse. Y en vista de que se multiplican de modo exponencial, los daños se vuelven rápidamente importantes”, resume Jean-Daniel Charrière.

Sin remedio milagroso

Ante este fenómeno, los apicultores no están del todo desprovistos, ya que existen diversos tratamientos contra estos ácaros. El control de la varroasis a base de ácido fórmico esparcido en las colmenas es el más efectivo.

Efectivo, pero no definitivo. “Con este método no se destruye jamás el 100% de los ácaros. El ácido fórmico permite eliminar hasta un 95% de estos parásitos, una forma de mantener la proliferación del varroa a un nivel aceptable”, indica Didier Bettens.

Además, no resulta sencillo el uso de esos ácidos orgánicos. Deben ser aplicados fuera de los periodos de recolecta de miel, para no alterar la calidad del producto. “Y a esto se suma que hay que utilizarlos bajo los métodos adecuados y en las condiciones de temperatura adecuadas. Estos productos son muy volátiles, lo que se traduce en una menor difusión del activo si hace demasiado frío”.

El ácido fórmico presenta también la desventaja de provocar efectos secundarios en las abejas. En ciertos casos, la reina puede incluso morir, lo que condena a la colonia entera de abejas.

En busca de soluciones biológicas

Ante estas dificultades, la solución podría emerger de métodos biológicos. Una de las pistas de esta búsqueda de soluciones consiste en la selección de abejas europeas capaces de resistir de forma natural al varroa, como sucede con sus primas asiáticas.

“La resistencia debería ser un nuevo criterio de selección de la reina, que hasta ahora se elige bajo los parámetros de rendimiento y de docilidad de carácter, señala Didier Bettens.

Pero la tarea no es simple. “Investigadores alemanes trabajan en el asunto desde hace quince años, pero pocos progresos han alcanzado. Es necesario encontrar criterios de selección que sean, a la vez, simples y pertinentes”, subraya, por su parte, Jean-Daniel Charrière.

“También trabajamos en el estudio de hongos que serían patógenos para el varroa, pero que tampoco afecten a la abeja, la larva y la colmena”, añade.

No es el fin del mundo

Algunos dibujan escenarios apocalípticos ante el fenómeno de mortandad en las abejas. La ecuación que se realiza es simple: sin abejas: no hay polinización; y esto conduciría a la desaparición de un número importante de plantas y, en consecuencia, habría menos alimento para la fauna y para el ser humano. Dicho de modo breve: avizoran el fin del mundo.

Jean-Daniel Charrière no es tan pesimista. Primeramente, porque la abeja melífera no es una especie amenazada. “Se realizaron experimentos en una isla sueca, dónde se dejaron sin tratamiento contra el varroa a 150 colmenas. Seis sobrevivieron, lo que demuestra que existen posibilidades genéticas para la sobrevivencia”.

Asimismo, la desaparición de las abejas melíferas significaría un problema para las floraciones más precoces (cerezos, manzanos, perales…). Para los vegetales más tardíos, existen otros insectos polinizadores, como el abejorro.

No dejarse abatir

A la espera de mejores soluciones, muchos apicultores se han desanimado. “Evidentemente, esta situación nos desalienta. Uno se pregunta si vale la pena continuar con el trabajo. Algunos colegas dejan de producir miel, sobre todo, entre aquellos de edad más avanzada. Luego de haber criado abejas sin problemas durante buena parte de su vida, debieron adaptarse a emplear el tratamiento antivarroa, y aun así perdieron todo…”, testimonia Didier Bettens.

La Oficina Federal de Agricultura estima que las destrucciones del invierno pasado costaron 25 millones de francos. Una pérdida que los apicultores deben asumir.

“Prácticamente ya nadie vende colonias; una buena cuesta alrededor de 400 francos suizos. ¿Los apicultores aficionados tienen realmente ganas de invertir de nuevo varios cientos de francos para recomenzar en caso de haber perdido su colmena?”, se pregunta Didier Bettens.

Para Jean-Daniel Charrière, este eventual desánimo pudiera ser el problema más grave. “El apicultor hace un esfuerzo inmenso para sacar adelante su colonia, con mucho trabajo y costo financiero. Y gracias a su trabajo, no se produce una situación de crisis a nivel de la polinización”, subraya.

No obstante, la pasión por las abejas impulsa a la mayoría de los apicultores a retomar su actividad, pese a las pérdidas. Un entusiasmo que podría atenuarse un poco más si una nueva hecatombe ocurre. Resta esperar que el cielo no sea demasiado clemente este inverno por venir.

El varroa (varroa destructor) es un ácaro de la abeja originaria del sudeste asiático, que parece un diminuto cangrejo rojo achatado.

El animal coloca sus huevos en los alveolos donde se desarrollan las larvas de abeja. Las larvas del varroa consumen los alimentos dirigidos a las larvas de abejas y también atacan a las larvas.

El parásito se alimenta de hemolinfa (sangre) de la larva de abeja, lo que provoca en ésta un debilitamiento de su sistema inmunitario, malformaciones y la transmisión de otros agentes patológicos.

La abeja asiática (apis cerana) es resistente al varroa. Por el contrario, la especie europea(apis mellifera) no está adaptada a los ataques del varroa.

El varroa puede propagarse fácilmente al pegarse a los cuerpos de la abejas obreras y a los falsos abejorros. El comercio de abejas facilita aún más este proceso.

El varroa salió de territorio asiático en los años 50 y fue descubierto en Europa hace 30 años. En Suiza, se descubrió en 1984. Actualmente, solo Oceanía y ciertas regiones de África Central están al resguardo de este parásito.

Alrededor de 19.000apicultores, con aproximadamente 170.000 colonias.

Con una densidad de 4,5 colonias por km², es el país con la mayor densidad de colonias a escala mundial.

En promedio, la recolecta de miel asciende a diez kilos por colmena.

La trashumancia es poco practicada, la producción de miel varía considerablemente de una región a otra. Las principales plantas melíferas son el diente de león, los árboles frutales, la colza, la acacia, el rododendro, el castaño, así como las diferentes especies de caducifolios y de coníferas.

Fuente: Agroscope

Traducción: Patricia Islas

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