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Todos los días se muere un poco en Meculane

Jone Benjamim (41 años) se ocupa de un pequeño puesto de atención a la salud, que dispone de primeros auxilios y cuidados básicos. swissinfo.ch

Un niño de cada diez muere antes de cumplir los cinco años, a causa de enfermedades evitables, tales como la malaria, infecciones respiratorias o diarrea. Pese a las mejoras, Mozambique está lejos de alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Reportaje

El niño nació en la acera. La madre cortó el cordón umbilical del bebé con un cuchillo. El padre miró la escena, pero de lejos, pues un hombre no se mezcla con cosas en mujeres. La sangre perdida durante el parto quedó en el suelo, justo al lado de la maleza. Cuando los dolores de parto se hicieron agudos, la pareja comprendió que sería imposible llegar al puesto de salud de Katapua. Desde su poblado, Meculane, hubiera sido necesario seguir un camino de tierra de más de 15 kilómetros, en plena sabana y bajo un sol intenso. “Juanito es mi quinto hijo”, dice con orgullo Armando Sabão, de 30 años. A su lado está Natália Félix, con el recién llegado en brazos. Aparentemente todo está bien.

 Unos minutos antes, Armando y Natália participaron en una reunión del pueblo, bajo un árbol de mango. Presentes estaban también los miembros del comité de salud, formado por cuatro habitantes de la comunidad, la alcaldesa de Meculane, el jefe tribal local y colaboradores de Wiwanana, ONG que recibe apoyo de la cooperación suiza. El tema abordado fue el parto en casa, una práctica muy común en las zonas rurales y también, fuente de problemas. Las madres mueren casi siempre por razones evitables: complicaciones, infecciones, convulsiones y hemorragias. Una de las cuestiones tratadas es encontrar la razón de que en esos casos no se empleó la ambulancia-motocicleta, que la ONG ofreció al pueblo.

Armando Sabão y su mujer Natália Félix delante de su casa con sus cinco hijos y otros chicos de Meculane. swissinfo.ch

Grandes distancias

“La gente prefiere que las parturientas se queden en casa, pues el puesto de salud está muy alejado”, explica una mujer sentada en el suelo, durante la reunión. “¿Por qué la ambulancia no viene a buscarnos? La última vez nos dijeron que no tenían gasolina y en otra ocasión, nos exigieron dinero”, añade indignada otra mujer.

Las acusaciones se dirigen a la alcaldesa. Uno de los colaboradora de Wiwanana interviene para respaldar estos señalamientos: “Debe reclamarle directamente y decirle que es la representante del gobierno”, sugiere, al mostrar con el dedo a la concernida, que, por su parte, guarda silencio. Al parecer, la moto-ambulancia se observa como una mejora, pero el problema es que jamás llega a tiempo al puesto de salud.

En Katapua, que engloba a 16 comunidades, incluida Meculane, el puesto de salud es del tipo 2. Esto significa que dispone de una maternidad y que allí se realizan pequeñas intervenciones. Los casos graves se dirigen al hospital de Chiúre, capital del distrito, a 60 kilómetros.

Una joven madre está en cama. Acaba de parir. Debió ser intervenida quirúrgicamente tras algunas complicaciones. Está mejor, pero su semblante denota frialdad. “Es seropositiva y está bajo un tratamiento de Tary (terapia a base de medicamentos antiretrovirales). Es su segundo parto. Perdió al primer bebé”, explica Moiane Saíde.

La directora Janete Tadeu (al centro) y la doctora brasileña Anita Huxley, de la ONG suiza Solidarmed, en la sala dedicada a los niños con desnutrición del hospital del distrito de Chiúre. swissinfo.ch

Esta enfermera de 32 años administra el puesto de salud con otra colega. Siempre hay algo por hacer. “Trabajamos prácticamente 20 horas al día, los siete días de la semana”, explica. Gana 10.000 meticales por mes, es decir, alrededor de 316 dólares.

Hoy está sola, pues su colega está enferma. Y su principal preocupación es evitar que el recién nacido se infecte con el virus del sida. Moiane teme que la madre haya dejado de tomar los medicamentos antiretrovirales. “La gente no se alimenta bien aquí. Con el vientre vacío, los efectos secundarios de estos medicamentos son más fuertes. Y aparte de esto, tenemos aún la malaria, entre otras enfermedades”, lamenta. 

La economía va bien, el pueblo, no.

Pese a un fuerte crecimiento económico –el PIB aumenta anualmente desde 2002, Mozambique sigue siendo uno de los países más pobres y menos desarrollados del mundo. Figura en el puesto 178, de 187, en la clasificación del Índice de Desarrollo Humano (IDH) 2014.

En el sector salud, un estudio realizado por el gobierno en 2011 muestra que la mortalidad infantil ha disminuido: De 1000 niños nacidos vivos, 158 no alcanzaron los 5 años de edad. Una década después, la cifra disminuyó a 97. Especialistas de UNICEF estiman que Mozambique podría alcanzar el cuarto ODM: reducción de la mortandad infantil, hasta finales de 2015.

Por el contrario, la mortalidad materna, que disminuyó a la mitad de 1990 a 2003, permanece desde entonces al mismo nivel: 408 mujeres de 100 000 mueren en el parto. Mozambique es, en consecuencia, uno de los países con la mayor tasa de estos decesos en el mundo. En los países desarrollados, como Suiza, solo 6 mujeres de 100 000 mueren durante el trabajo de parto.

Para agravar la situación, la malnutrición crónica en el país africano es de las más altas del mundo: 45% de los menores de cinco años la sufren.

En el hospital del distrito de Chiúre, unidad modelo inaugurada con gran pompa por el gobierno a inicios de 2013, la directora Janete Tadeu entra en la sala donde se atiende a los niños desnutridos y solicita ver la ficha de un pequeño de un año. Tiene un peso mucho más bajo del aceptable a su edad. Su piel arrugada es fina como una hoja de papel y su cabeza, casi sin cabello, es de un tamaño desproporcionado con relación al resto de su cuerpo. Cerca de este chico, otro pequeño, en peor estado, llora sin cesar, casi como un lamento. “La desnutrición aquí es un problema cultural. La gente de zonas rurales no sabe alimentarse adecuadamente”, deplora la directora.

Poca variedad

En los poblados de la región, ya sea Meculane u otro sitio, la alimentación de base se limita a la yuca. Mucho de lo producido en el campo, como las almendras o el algodón, se vende. Los frutos que crecen al lado de las chozas, ya sea papaya o mangos, quedan en el suelo. Algunos son recolectados para venderlos y comprar productos que se juzgan esenciales: jabón, sal, azúcar y aceite.

“También está el problema de las creencias populares. Muchos piensan que no hay que comer aguacate o sandía, porque hace daño, explica Janete Tadeu, al precisar que la mayoría de la gente rural se contenta con un plato de sopa de chima o de madranga (es decir, una mezcla de agua hervida y yuca, fresca o seca).

« La anemia es prácticamente una situación normal entre la población. La gran mayoría de las mujeres inicia el embarazo ya anémicas. El feto absorbe cada vez más hierro del cuerpo de la madre. Después es fácil contraer la malaria. A veces nos encontramos con mujeres que tienen valores de hemoglobina de dos o tres, lo que sería impensable en Europa », explica, por su parte, Anita Huxley, que trabaja desde hace tres años como médico en la ONG suiza SolidarMedEnlace externo, dedicada a colaborar con los sistemas de salud africanos.

Ginecóloga y obstetra, esta ango-brasileña está habituada a la situación. Subraya que las soluciones son, con frecuencia, muy simples. “La recuperación es suficientemente rápida si se da al niño leche enriquecida con vitaminas”. Y UNICEF deja claro la importancia de esta respuesta para atender al pequeño: “La malnutrición crónica no contribuye solo a la mortalidad infantil, sino que también tiene efectos negativos en el desarrollo cognitivo y estos daños son irreversibles”.

El otro Mozambique

En la capital, Maputo, dirigentes y altos funcionarios del país se reúnen con sus interlocutores extranjeros en el bar del hotel Polana, el más lujoso de la ciudad. Construido en 1922, en la época colonial portuguesa, su arquitectura clásica recuerda aquella de los célebres hoteles suizos de Gstaad o St-Moritz.

En la mesa se discuten las cifras que serán presentadas durante la segunda cumbre del gas, donde se abordará el papel de Mozambique y sus enormes reservas en este mercado a escala global. Los analistas consideran que el país tiene la capacidad de ser el cuarto productor mundial de gas, detrás de Rusia, Irán y Qatar. El gobierno quiere iniciar la explotación a partir de 2018. Y a las reservas de gas se suman gigantescas reservas de petróleo, carbón, oro y otros recursos naturales. Las multinacionales se instalan en el país con grandes proyectos para proveer de la infraestructura requerida.

En el ambiente flota el regocijo por ese futuro dorado. En las ciudades, hay grúas por todas partes. La construcción inmobiliaria se disparó, y las rentas también: un departamento de tres piezas en Maputo cuesta, en promedio, tres mil dólares al mes. Las clases con recursos exigen mejores servicios, también en el sector de asistencia a la salud, lo que atrae a empresas internacionales ocupadas en este rubro.

“Somos la primera empresa en proponer un seguro de salud que no solo sea destinado a los empleados empresariales”, afirma Vânia Dique, directora de Medlife Trauma Centre, uno de los hospitales privados de Maputo, administrado desde octubre de 2013 por un grupo sudafricano. El público al que se dirige la empresa es fácil de identificar: “Las clases media y media superior que antes viajaban a Sudáfrica para tratarse. Nosotros ofrecemos cirugía de emergencia, tratamientos en caso de enfermedades crónicas, exámenes radiológicos e, incluso, servicios odontológicos”.

Solo 1 500 médicos

El seguro para una pareja con dos hijos cuesta 75 000 meticales al año (2 377 dólares). Por ese precio, los clientes pueden ser atendidos en este hospital, con capacidad de 30 camas. Los equipos son el último grito tecnológico. El sitio es de buen gusto y sus condiciones están a años luz de distancia de los hospitales públicos en la provincia. “Disponemos también de dos anestesistas”, indica Vânia Dique.

El director de la clínica, René Roque, médico cubano y que trabaja desde hace varios años en Mozambique, indica que el interés de los profesionales de la salud locales de trabajar en esta institución es muy grande, “a causa de los salarios y las condiciones de trabajo”.

Pero Medlife, tal y como ocurre en el sector público, también tiene dificultad para encontrar personal especializado. “El país forma a pocos médicos y el gobierno hace difícil la llegada de extranjeros para que trabajen en nuestro hospital, pues la prioridad es proveer al sistema público del personal necesario”, explica René Roque. Los criterios de contratación son la experiencia profesional y la autorización de la Orden de Médicos de Mozambique.

El ministro de la Salud Alexandre Manguele declaró hace poco que el país dispone de 1 500 médicos, es decir, un médico por cada 22 000 habitantes, mientras que la Organización Mundial e la Salud (OMS) aconseja un médico por cada 10 000 habitantes.

Las cinco facultades de Medicina del país no forman suficiente personal. Una pequeña parte de la penuria local se compensa con la contratación de extranjeros: un centenar de cubanos, esencialmente activos en las zonas rurales; sudcoreanos y profesionales de otros países africanos.

La mayoría del personal local egresa de las escuelas de enfermería, y se encarga de los centros de salud competentes para los tratamientos básicos o la prescripción de medicamentos, como antibióticos, analgésicos o retrovirales.

Problema de saneamiento

Como coordinadora de un  proyecto de salud maternal, Anita Huxley labora en una zona que engloba tres distritos con una población de unas 400 000 personas. Está acostumbrada a trabajar en condiciones difíciles. Antes de llegar a Mozambique, hace tres años, trabajó en Sierra Leona, Camerún y Brasil.

En su opinión, hay que centrarse en dos grande desafíos para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) en Mozambique: la infraestructura y el sistema de educación. “Para llegar al puesto de salud de Namogelia, una localidad del distrito de Chiúre, hay que cruza run río, sin puente. Durante el periodo de lluvias, es prácticamente imposible llegar. Pero ese problema de acceso se reproduce en todo el país”.

Baños comunes en una ciudad del norte de Mozambique. El gobierno realiza campañas de sensibilización para mejorar la higiene de la población. swissinfo.ch

Según un estudio demográfico sobre salubridad, realizado por el gobierno en 2011, el acceso al agua mejoró en los últimos años, mientras que apenas en 2003, solo 37% de la población tenían acceso a agua potable. En 2011: la cifra es del 53%. También al acceso al agua se facilitó para aquellos que deben acarrearla a sus casas: El porcentaje de la gente que debe ocupar más de media hora para conseguir el líquido vital pasó de 53% en 2008 a 39% en 2011.  Un fenómeno que no solo afecta a la población rural, sino también a la urbana, en los barrios populares de las ciudades.

Pese a los progresos realizados, el 16% de la población utiliza aún agua de río para beber.

Por otra parte, menos del 25% de los mozambiqueños utiliza letrinas u otros métodos de higiene elemental que les permitan separar los desechos fecales. Prácticamente el 40% de la población evacua al aire libre. “Mozambique está muy lejos de alcanzar los ODM, para reducir a la mitad la proporción de personas sin acceso permanente al agua potable y a las infraestructuras de higiene esencial”, juzga Anita Huxley.

A los problemas de infraestructura se suman los desafíos culturales. “Pese a las numerosas bombas de agua que se han construido, la gente prefiere beber del río tras las lluvias, pues dicen que el gusto es mejor. Tampoco gustan del tratamiento para purificar el agua con unas gotas de cloro y que se vende por 30 meticales (poco menos de un dólar). Para la gente, atrapar de vez en cuando una diarrea tras beber agua inapropiada para el consumo humano es normal”.

Las cifras oficiales muestran que muchos problemas de salud se acentúan por cuestiones de educación. El analfabetismo se mantiene elevado entre los adultos: 40% de las mujeres y 67% de los hombres no saben leer ni escribir. Incluso aquellos que han ido a la escuela están afectados, pues el nivel de formación y la calidad de la enseñanza dejan mucho que desear, sin olvidar que menos del 50% de los niños termina la primaria. Según un estudio de la UNICEF, de 2012, 1,2 millones de niños en edad escolar no van al aula.

ODM, demasiado ambiciosos

En el primer piso del Ministerio de Salud, situado en  un inmueble de estilo soviético de los años setenta y no muy lejos del Hospital Central de Maputo, la directora adjunta de Salud Pública Maria Benigna Matsinhe reconoce las dificultades de su país en el ámbito de su competencia.

“Con respecto al quinto objetivo –la salud materna- la tasa de mortalidad continua, lamentablemente, muy baja”, indica con pesar.

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Matsinhe muestra unas tablas donde se observar algunos progresos. “Sobre el sexto objetivo, que es el combate al HIV/sida, a la malaria y a otras enfermedades, ha habido avances. La malaria muestra una disminución, gracias a diversas estrategias puestas en marcha, como la distribución de mosquiteros, la introducción de insecticida en polvo para los domicilios y, en el sector salud, terapias más eficaces. En lo que concierne a la tuberculosis, el número de muertes disminuye, a pesar de la relación de estos contagios con el virus de inmunodeficiencia adquirida”, declara.

Pese a los desafíos en varios sectores, la responsable estima que muchos problemas vividos en Mozambique podrían atacarse si se trabajara sobre tres puntos esenciales: la natalidad, la falta de información y el acceso a los servicios de salud.

Sobre lo que diría ante la asamblea de la ONU si fuese invitada a justificar el incumplimiento de ciertos ODM, Matsinhe considera que estos objetivos eran demasiado ambiciosos para su país. “Tal vez con la base de nuestra primera experiencia, podríamos ahora decir qué capacidades tenemos para alcanzar nuevos objetivos. Lo que no funcionó fue todo nuestro sistema, es decir, la falta de recursos humanos, el problema de infraestructura y todos los problemas socio-culturales que detienen las mejoras”, confiesa.

La esperanza: el gas

Los donadores internacionales son conscientes de los desafíos futuros para Mozambique. “El país está en plena transición, gracias a los proyectos de explotación de recursos naturales, por lo que deberá confrontarse a cambios importantes”, analiza Laura Bott, responsable de la cooperación suiza, en la embajada helvética de Maputo.

Mozambique forma parte de los países y regiones prioritarias de la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE). El país debe recibir alrededor de 160 millones de francos de ayuda en el marco del programa 2012-2016. Esos fondos se dirigen a diversos proyectos, en los que el gobierno mozambiqueño y varias ONG participan, en los sectores de desarrollo económico, salud y buen gobierno.

Pese al crecimiento económico, el país depende en gran medida de la ayuda exterior. Alrededor del 30% del presupuesto del gobierno proviene de donaciones internacionales. Si las exportaciones de gas comenzaran a generar beneficios para el país a partir de 2018, lo que depende aún de importantes inversiones futuras, la ayuda debería reestructurarse. “La lucha contra la pobreza continuará a ser un objetivo, pero el aspecto del desarrollo económico se focalizará. Esto significa que deberemos pensar en cómo acompañar el crecimiento del país con una cooperación adaptada en la que los principios de buena gobernabilidad continúen siendo fundamentales”, declara Laura Bott.

En Mozambique desde hace 3 años, esta suiza, originaria de Lausana, tiene una visión realista de su tarea. “Sabíamos que Mozambique tendría dificultades para alcanzar todos los ODM, especialmente en el sector de la salud”. Laura Bott recuerda que el país vivió una guerra civil de 16 años y que concluyó en 1992. “Toda la infraestructura quedó destruida y se ha tenido que comenzar de cero. No podemos negar que se han hecho progresos”. 

Traducción: Patricia Islas

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