COVID-19: La soledad y el síndrome de abstinencia
Las personas más vulnerables son las más afectadas por la pandemia del COVID-19. En Suiza, los drogadictos se encuentran aún más aislados y la escasez de drogas ilegales pone en peligro su salud. Los médicos y las asociaciones se movilizan.
La pandemia y las medidas de lucha contra la propagación del coronavirus tienen graves repercusiones en algunos de los habitantes más vulnerables de Suiza. Este es el caso de los drogadictos que deben adaptarse a la situación, además de su adicción y a menudo su aislamiento social.
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«Este grupo de población está mucho más afectado por la situación actual», dice Rahel Gall, director de la fundación CONTACTEnlace externo, que ofrece numerosos servicios para personas narcodependientes en el cantón de Berna. “Suelen tener problemas de salud, por lo que se encuentran entre los grupos de riesgo, y se sienten muy solos».
A pesar de la pandemia, CONTACT ha logrado adaptar sus estructuras para mantener abiertos todos sus servicios, en particular reduciendo la asistencia social y la atención médica.
Para respetar las reglas de distanciamiento se ha obligado a limitar el número de personas en las salas de inyección. En la ciudad de Biel, solo hubo que organizar algunos lugares más en el mismo sitio.
La situación fue más crítica en Berna, donde el número de plazas se redujo a la mitad. Solo 11 personas en vez de 22 pueden venir e inyectarse al mismo tiempo, los demás tienen que esperar. «Cuando un adicto necesita su sustancia, no puede esperar mucho tiempo, por lo que existe el riesgo de ver más consumo en la calle”, explica Rahel Gall.
Evitar un regreso a las escenas abiertas
«Existe el riesgo de ver consumo en la calle».
Rahel Gall, CONTACT
Y en efecto, desde el inicio de las medidas de lucha contra el coronavirus, varios habitantes de la ciudad de Berna han notado que las inyecciones de drogas en los lugares públicos han aumentado.
«Uno de nuestros principales objetivos es evitar el retorno a una escena de drogas abierta como la que experimentamos en el decenio de 1990″, advierte Rahel Gall. Por eso hemos trabajado duro para aumentar el número de lugares de consumo supervisado».
CONTACT encontró una solución con las autoridades de la ciudad de Berna para instalar tiendas y contenedores. De esta manera podremos limitar el consumo de sustancias en el espacio público, pero como hemos reducido otros servicios y la entrada a los locales es limitada, muchas personas dependientes seguirán pasando tiempo en la calle», advierte el director de la fundación. Por el momento, CONTACT no conoce a ningún enfermo de COVID-19, ni entre su personal ni entre los usuarios de sus servicios.
La vida cotidiana de los drogadictos se ha vuelto aún más dura con el coronavirus: los transeúntes se niegan ahora a acercarse a los mendigos para darles unas monedas, y las sustancias ilegales empiezan a agotarse debido al cierre de las fronteras. «Estamos iniciando un proyecto esta semana para intentar que más gente se incorpore a nuestro programa de sustitución», dice Rahel Gall. Esto podría ayudar a aquellos que ya no pueden encontrar productos en el mercado negro».
Pero si la situación persiste, el director advierte que la escasez de sustancias ilegales en la calle aumentará y la situación de los drogadictos que no forman parte de los programas de suministro legal de droga empeorará.
El próximo objetivo de la fundación es buscar a las personas que han desaparecido por completo desde el inicio de la pandemia, para controlarlas y ayudarlas a no desesperarse.
Los peligros de la escasez de drogas ilegales
Las estructuras que dispensan heroína farmacéutica por prescripción médica también han tenido que adaptarse al contexto de la pandemia. En el servicio de adictología Enlace externode los Hospitales Universitarios de Ginebra (HUG), las personas que solían venir a recoger su producto dos veces al día ahora vienen una vez cada dos días. Para algunos ha sido posible sostener su dependencia con una combinación de productos para limitar su visitas al hospital.
«Esta situación parece convenir a nuestros pacientes. Ellos actúan de modo muy responsable hasta ahora, ninguno de ellos se ha contaminado», dice Daniele Zullino, médico jefe del Departamento de Adicciones. Pero a menudo se preocupan porque su edad media es de 50 años y son personas de riesgo».
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Unos setenta drogadictos siguen el programa de prescripción de heroína de HUG, donde no hay problemas de suministro. En cambio, la situación es muy diferente en el mercado negro: como en Berna, hay una escasez cada vez mayor de heroína en Ginebra y las sustancias que siguen disponibles son de mala calidad.
«Para evitar que los adictos tomen sustancias peligrosas o fentanilo, que ha causado estragos en Estados Unidos y Canadá, hemos reducido el umbral de acceso a nuestras recetas de heroína y opiáceos», dice Daniele Zullino. Esto significa que hemos reducido la burocracia y los individuos pueden ser integrados muy rápidamente.» En una semana, una docena de pacientes ya han podido entrar en estos programas.
Sin embargo, a Zullino le preocupa lo que sucederá a continuación. Si la crisis persiste, algunas personas podrían recurrir a productos más peligrosos, que podrían luego extenderse a Suiza. «Estamos pensando en tener una presencia directa en las salas de consumo para que estas personas puedan entrar en nuestros programas y recibir sus recetas en el acto», dice Zullino.
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