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Bruno Kammerer, memoria viva de la emigración española

Bruno Kammerer sentado frente a su escritorio en su despacho
Bruno Kammerer en su estudio, en el centro de Zúrich. Rodrigo Carrizo Couto/swissinfo.ch

El diseñador gráfico y artista Bruno Kammerer es un verdadero ‘puente’ entre Suiza y España. Enamorado de la cultura española, este hombre ha vivido cerca de los emigrantes españoles desde 1936 hasta nuestros días.

Bruno Kammerer habla un español impecable, trufado de un encantador acento helvético. Este reconocido grafista, que fue concejal de su ciudad por el Partido Socialista entre 1970 y 1988, tiene su estudio en el corazón de Zúrich, a tiro de piedra de la céntrica Helvetiaplatz. Aquí recibe a swissinfo.ch para compartir sus recuerdos de más de setenta años de emigración española en Suiza y contarnos anécdotas inesperadas.

Su pasión por España comienza con su padre, militante del internacionalismo socialista que, en 1931, cuando se proclama la República española, ve como “un rayo de esperanza” el cambio que acontece en un país que entonces se percibía como “apartado del devenir de la Historia”.

 “Mi padre veía a España como un país cerrado a los cambios sociales que ocurrían en Europa. La República para nosotros significaba la entrada del país en el mundo moderno”, explica Kammerer. Su padre que no quiso ir a la guerra, “porque la idea de tener que matar le repugnaba, pero encontró otras formas de ayudar. La solidaridad no fue solo la de los voluntarios que partieron a combatir”, puntualiza.

De hecho, la República despertó tal solidaridad que incluso las mujeres trabajadoras de Suiza se dedicaron a hacer labores y colectas con el fin de recaudar fondos para su defensa, como vemos en esta foto tomada en la VolkshausEnlace externo de Zúrich, en 1936. Aquí los emigrantes organizaban sus reuniones y actos públicos, con invitados como el escritor Andrés Sorel o el poeta Marcos Ana. “Eran reuniones antifranquistas, en las que a menudo había agentes franquistas infiltrados”, precisa Kammerer.

Foto de 1936 de las obreras suizas que tejían en la Volkshaus de Zúrich para recaudar fondos para la República española
Obreras suizas tejen para recaudar fondos de ayuda a la República en 1936. Cortesia Bruno Kammerer

“Puede decirse que yo he nacido dentro la República española en el exilio en Zúrich. Como nací en 1936 me considero una especie de ‘niño de la guerra’, porque crecí rodeado de refugiados y exilados. Mis primeros recuerdos de infancia son cenas con refugiados españoles en casa de mis padres. Gente taciturna, que hablaba poco. De pelo y ojos muy negros. Cenas en las que no se bebía alcohol porque mi padre creía que un obrero que piensa no bebe”, rememora.

Kammerer divide a la emigración española en tres grandes grupos. La primera ola fue la de los refugiados de guerra y exiliados republicanos. De estos, la inmensa mayoría volvió al país tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Algunos de los refugiados españoles regresaron para combatir en el maquis en 1945 y nunca más se volvió a saber nada de ellos. “Creían que el franquismo iba a terminar al mismo tiempo que el nazismo, pero obviamente se equivocaron”, lamenta el grafista.

El segundo grupo es la emigración económica que comienza en los años 60. “Antes de los españoles llegaron los italianos”, recuerda Kammerer. “Los italianos tenían una conciencia política muy desarrollada. Eran muy combativos y estaban sindicalizados. Por eso los patrones suizos vieron la llegada de los obreros españoles como un regalo del cielo. Los españoles tenían miedo de involucrarse políticamente y crear problemas y, rápidamente, fueron elegidos para reemplazar a los conflictivos italianos”.

En esa época cobra protagonismo el Café BoyEnlace externo, donde tenía su sede el Centro Cultural Julián Besteiro y en el que los emigrantes solían reunirse gracias al apoyo de las cooperativas suizas. Aun hoy, sus salas se llaman Marx, Bakunin o Rosa Luxemburgo. “En realidad, este centro era una especie de sede clandestina del PSOE [Partido Socialista Obrero Español]”, explica Kammerer. “Ya en tiempos de la Guerra Civil acogía a los refugiados españoles que dormían hacinados en la buhardilla”.

En este lugar, Felipe González dio una histórica charla en 1974, tras salir de la clandestinidad y antes de dirigirse a Alemania para encontrarse con su mentor Willy Brandt. Momento en el que Kammerer conoce al que sería el presidente del Gobierno.

El Café Boy ocupa la planta baja de un edificio blanco de varios pisos
Café Boy, centro de reunión de migrantes españoles. Rodrigo Carrizo Couto/swissinfo.ch

Después de la Guerra Civil, España es un país cerrado para Bruno Kammerer, dada su reconocida militancia izquierdista. Pero en los años 60 nace el ‘boom’ del turismo y la ausencia de noticias españolas en la prensa suiza de entonces, sumada a la curiosidad por el país y la falta de imágenes, hacen que vaya a Madrid con un mandato de periodista y fotógrafo. Corría el año 1963. Su padre aprobó el viaje, a condición de que hiciera de correo clandestino con la sede del PSOE en el exilio de Francia, donde colabora con el exsecretario general Rodolfo Llopis.

Tras una primera negativa a otorgarle una acreditación de prensa, se ocupa personalmente de su caso Manuel Fraga Iribarne, entonces ministro de Información y Turismo del franquismo. “Fraga simpatizó conmigo y me hizo cartas personales para todos los gobernadores civiles en las que les pedía que apoyaran mi trabajo. En general, esos gobernadores me trataron como a un rey. Así es que terminé siendo recomendado por Fraga de día y correo clandestino del PSOE de noche”, bromea el grafista.

Entre los españoles notables que ha conocido Kammerer a lo largo de su vida destacan Pau Casals, el mítico violoncelista catalán que solía pasar por su casa. “Mi padre y su cooperativa ayudaron a organizar sus conciertos en la Volkshaus de Zúrich”. También Ortega y Gasset. “El filósofo se empeñaba en dar sus charlas en alemán, pero lo cierto es que nadie entendía lo que decía”, confiesa riendo.

Dos estatutas de obreros frente a la Volkshaus de Zúrich
Monumento a la familia obrera, delante de la Volkshaus. Rodrigo Carrizo Couto/swissinfo.ch

De los primeros emigrantes españoles de los años 60 Kammerer recuerda que se reunían en Zúrich los domingos por la tarde en la estación de los tranvías Bellevue, al lado del lago. “Era entonces un pabellón abierto y cubierto con un kiosco de periódicos. Así, la estancia era gratuita y se intercambiaban informaciones para sobrevivir”, explica.

A pocos minutos de Bellevue encontramos otro notable local ligado a la emigración: la Bodega EspañolaEnlace externo. “Un lugar en el que muchos españoles consiguieron un primer empleo, pero al que pocos emigrantes iban como clientes, pues era (y sigue siendo) un local caro”, anota Bruno Kammerer. El grafista cuenta que en sus mesas incluso se ha llegado a fotografiar en secreto a comensales críticos con el franquismo. “Hoy, los dueños de la Bodega son suizos. Cuando fui concejal hice lo posible por preservar su carácter de lugar emblemático e histórico como sitio de interés social. Y los dueños originales siempre me lo agradecieron”.

La Bodega Española con mesas y clientes sentados delante del emblemático local
La Bodega Española, un restaurante en el casco antiguo de Zúrich. Rodrigo Carrizo Couto/swissinfo.ch

De la tercera ola de emigrantes, la actual, Kammerer comenta que les ha visto buscando trabajo, acudiendo a pedir ayuda a los sindicatos o durmiendo en cámpines. “Pero esta generación no es como los ‘secondos’, o sea, los hijos de los emigrantes de la primera generación. La mayoría de los recién llegados terminan volviendo a España al ver que la crisis comienza a remitir, mientras que la segunda generación ha terminado siendo más suizos que los suizos. Hasta el extremo de que algunos niegan sus orígenes y se funden con la burguesía suiza. Nunca se encuentran entre ellos y van perdiendo el gusto por estar juntos. Ninguno de ellos volverá ya a España”, lamenta.

Bruno Kammerer nace en 1936 y estudia diseño gráfico, fotografía y tipografía en Zúrich.

Su relación con España ha sido constante. Ha mantenido contacto con personalidades que van desde Felipe González a Manuel Fraga Iribarne, pasando por Pau Casals, Ortega y Gasset, Tete Montoliu, Rafael Alberti o José Meneses.

Miembro del Partido Socialista de Suiza, fue concejal de Zúrich entre 1970 y 1988. Es igualmente miembro del PSOE desde 1967.

Estudió viticultura en la Escuela Federal de Waldenswill. Hoy es miembro de la ‘Irmandade dos Vinhos GalegosEnlace externo’ y se le considera como el “embajador oficioso” del Ribeiro en Suiza.

Es miembro del Consejo de las Artes y del consejo de administración de la Escuela Superior de Arte de Zúrich. Ha recibido en dos ocasiones la Medalla al Mejor Diseñador Gráfico de Suiza.

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