Un suizo crea un santuario de elefantes en Tailandia
Urs Fehr se fue a vivir a Tailandia, donde ha creado un refugio para paquidermos maltratados -a veces el aburrimiento puede dar lugar a grandes proyectos. Ha convertido su pasión de toda la vida en su profesión.
Problemas con la justicia
En febrero de 2024, el suizo Urs Fehr fue acusado de maltratar a una mujer tailandesaEnlace externo que se había sentado en las escaleras de su villa con vistas a la playa de Phuket.
Pocos días después, declaró en una rueda de prensaEnlace externo que había sido un accidenteEnlace externo. Se había resbalado y se había dado un golpe sin querer. Urs Fehr y su esposa tailandesa también están acusados de hacer comentarios despectivos sobre la población tailandesa.
Tras el incidente, se produjeron manifestaciones en la playa, frente a su villa. Según el Bangkok PostEnlace externo, más de 500 personas se reunieron allí y enarbolaron pancartas pidiendo a las autoridades que devolvieran las playas al público y expulsaran al suizo. En los últimos años se ha construido un gran número de propiedades de lujo frente al mar y se ha privatizado ilegalmente el accesoEnlace externo a la playa.
Las autoridades de la provincia de Phuket se hicieron cargo del caso y exigieron a las autoridades de inmigración que revocaran el visadoEnlace externo de larga duración del oriundo de Argovia. El 7 de marzo, el Bangkok PostEnlace externo informó de que la oficina de inmigración había retirado el permiso de residencia de larga duración a Urs Fehr.
Esta información fue transmitida también por los periódicos BlickEnlace externo y 20 MinutenEnlace externo.
El juicio de Urs Fehr tuvo lugar a principios de septiembre de 2024. Varios medios tailandeses, entre ellos el Bangkok PostEnlace externo y el Thai ExaminerEnlace externo, informaron de la sentencia que dictó el tribunal el 3 de septiembre de 2024. El tribunal dictaminó que se le concedía al suizo el beneficio de la duda, argumentando que los demandantes no habían presentado pruebas claras de la supuesta agresión física. Finalmente, Urs Fehr fue absuelto. Por otra parte, la demandante tiene intención de recurrirEnlace externo la decisión.
Las autoridades de Phuket han decidido retirar la licenciaEnlace externo concedida a la fundación de elefantes del ciudadano suizo, alegando que estaba siendo gestionada ilegalmente. Urs Fehr la dirigía paralelamente a su parque de elefantes. En cuanto al parque en sí, los investigadores revelaron que 13 elefantesEnlace externo eran alquilados y uno pertenecía al parque. Sin embargo, concluyeron que el parque se gestionaba correctamente.
Urs Fehr se encuentra actualmente en Tailandia con un visado restrictivo de corta duración hasta que concluya el procedimiento judicial contra él.
Esta caja informativa se añadió el 6 de marzo de 2024 y se actualizó por última vez el 20 de septiembre de 2024.
«Me aburría un poco en Suiza», nos cuenta este hombre de 42 años de Lenzburg (cantón de Argovia) que trabajaba en seguridad. «Así que mi pareja tailandesa y yo decidimos mudarnos a su país de origen para cambiar de aires». Eso fue en 2015. Urs Fehr tenía 36 años.
Sin planes concretos la pareja empezó alquilando una casa en Phuket, «porque es una región turística que ofrece más oportunidades que el norte, de donde es mi pareja», explica el suizo. La provincia de Phuket y sus alrededores son destinos muy populares y concurridos para los veraneantes. En 2019, antes de la pandemia de coronavirus, Tailandia recibió 40 millones de turistas, 14 millones en Phuket.
Durante los dos primeros años Urs Fehr vivió de sus ahorros. En su tiempo libre, y como «siempre había admirado a los elefantes», aprovechaba para ir a verlos dos o tres veces por semana. «Quise mirar más allá de las apariencias y rápidamente pude comprobar que los animales eran maltratados».
El lado oscuro del turismo
En Tailandia a los elefantes se les utilizaba en un principio en la industria maderera, en la agricultura o para fines militares. Pero cuando en 1989 el gobierno prohibió la explotación de los bosques naturales, miles de propietarios y sus animales se vieron sin fuente de ingresos, y se volcaron en el turismo.
Empezaron a surgir parques en los que la atracción principal era y es pasear en elefante. Algunos también ofrecen espectáculos con animales que realizan acrobacias. Sin embargo, las condiciones en las que se les entrena y mantiene son a menudo deplorables. Cuando no están paseando con turistas sobre sus espaldas, los mamíferos se encuentran atados a cortas cadenas que restringen sus movimientos.
Para su adiestramiento, los mahouts (adiestradores de elefantes) utilizan la técnica del phajaan, que consiste en quebrar el espíritu del animal para que se someta. Utilizan una varilla rematada con una punta metálica afilada para que el animal entienda las órdenes básicas.
Urs Fehr fue testigo de estos abusos y decidió crear un refugio.
Una carrera de obstáculos
Su idea, sin embargo, pronto se convirtió en una carrera de obstáculos. «Que un extranjero abra un santuario es ‘algo que no va’ y además supone competencia», añade. Empezó a recibir amenazas y algunos vecinos colocaron grandes carteles frente a su casa pidiéndole que se fuera.
Afortunadamente para él, Urs Fehr pudo contar con el apoyo de su casero, un antiguo piloto del ejército tailandés que le respaldó y ayudó a realizar las gestiones necesarias con las autoridades.
El suizo empezó entonces a buscar un lugar adecuado. Pronto encontró un terreno de 40 000 m2 en alquiler en los límites de la selva.
Lo único que faltaba eran los elefantes. Pero también en ese caso, el hecho de que fuera un farang (término utilizado en Tailandia para nomrar a los occidentales blancos) complicaba el proceso. «La comunidad de mahouts es pequeña en Tailandia. Intentaron darme mala fama. Así que al principio me costó encontrar propietarios que estuvieran dispuestos a venderme sus animales”. Sin embargo, eso no desanimó a Urs Fehr y, con la ayuda de su socio, recorrió el país en busca de elefantes maltratados que pudiera recomprar.
«Abrí el santuario con cinco paquidermos. Empleé todos mis ahorros en ellos. Poco a poco el parque fue obteniendo beneficios que invertí inmediatamente en el rescate de nuevos animales. Un elefante cuesta una media de dos millones de bahts tailandeses, unos 57 000 francos suizos. En la actualidad el Parque Green Elephant SanctuaryEnlace externo tiene quince residentes y da empleo a 63 personas.
Una especie en peligro
Urs Fehr se muestra indignado por la situación en Tailandia: «El gobierno no está haciendo nada para proteger o salvar a los elefantes”. Y añade: «Las personas que abusan de los elefantes no arriesgan prácticamente nada. Hay una oficina para denunciar los casos, pero es difícil conseguir pruebas”.
A este nativo de Argovia le gustaría poder colaborar con las asociaciones de protección de animales, pero éstas «no son muy activas» y «sobre todo, son cobardes».
Es cierto que la población de elefantes asiáticos se ha reducido progresivamente en las últimas tres generaciones. De los más de 100 000 ejemplares que había en el centro y el sureste de Asia a principios del siglo XX, ahora hay menos de 45 000 y están catalogadosEnlace externo en peligro de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Se calcula que en Tailandia hay algo más de 3 200 elefantes en libertad y unos 3 800 en cautividad.
Proyectos a raudales
Aunque la pandemia de coronavirus y la consiguiente crisis del turismo han frenado las actividades del santuario de Urs Fehr, también han reforzado su compromiso con la causa animal.
Entre las ideas que tiene en mente, como la ampliación del santuario para acoger a elefantes machos o la producción de café de elefante, el proyecto que más le interesa es la creación de una fundación. El objetivo de esta fundación sería proteger a los elefantes en todo el mundo. Por un lado, permitiría recaudar los fondos necesarios para abrir una clínica gratuita para elefantes en Phuket, ya que la única que existe actualmente está a seis horas de distancia. Por otro lado, financiaría las unidades de vigilancia de la fauna salvaje en África.
Para ello, este suizo de 42 años espera trabajar con antiguos soldados estadounidenses, «después de hacerles un test psicológico». Quiere lanzar un proyecto piloto en Kenia y ampliarlo más adelante si tiene éxito.
Texto adaptado del francés por Carla Wolff
En cumplimiento de los estándares JTI
Mostrar más: SWI swissinfo.ch, certificado por la JTI
Puede encontrar todos nuestros debates aquí y participar en las discusiones.
Si quiere iniciar una conversación sobre un tema planteado en este artículo o quiere informar de errores factuales, envíenos un correo electrónico a spanish@swissinfo.ch.