Buscando respuestas a un sinfín de preguntas
1968 no surge de la nada. De hecho, aquel año permanece en el recuerdo como símbolo de profundos cambios sociales. La serie ‘Antes de 1968’ destaca esos cambios acontecidos en Suiza después de 1945. Entre ellos, el inconformismo, la ruptura con la etiqueta y la corriente cultural dominante.
En la postguerra el progreso es evidente, aunque muchos miran con preocupación el curso de los acontecimientos. En la década de 1950, los observadores conservadores temen que el consumo y el trabajo estandaricen a la población suiza. En 1956, por ejemplo, el exministro Friedrich Traugott Wahlen se lamenta de que las personas de la época le parecen máquinas, monótonas, sin alma. El artífice del famoso plan Wahlen (que durante la Segunda Guerra Mundial pretendía ampliar las tierras cultivadas, incluso los campos de fútbol, para alimentar al país) recuerda la guerra como una experiencia capaz de unificar al país.
Sin embargo, después de 1945, la población suiza parece desprotegida frente a las modas del mundo. El miedo es adaptarse al mundo exterior. La revista satírica ‘Nebelspalter’ ridiculiza a las mujeres que quieren parecerse a las estrellas de cine norteamericanas. En ese momento la cuestión de la mujer que pierde el contacto con la realidad por leer revistas de moda parece entretenido y, al mismo tiempo, es motivo de preocupación para mucha gente.
Nos retiramos del mundo para aferrarnos a imágenes nostálgicas. La “especificidad” y el “carácter” están pensados a escala nacional. El suizo real es un agricultor de montaña guadaña en mano y puro en la boca; indudablemente, no un diseñador gráfico con gabardina. Paradójicamente, a quien cuestiona se le acusa de “inconformista”. Y quienes son tildados como tal (incluso en posiciones diametralmente opuestas) coinciden con Wahlen respecto a la pérdida del alma. Excepto que para ellos las causas son el anti-intelectualismo suizo, la cerrazón en sí mismos, la tendencia hacia el encarcelamiento, como más tarde escribe Paul Nizon. “El que piensa es un traidor”, declara Friedrich Dürrenmatt al diario ‘Blick’ a mediados de los años 60.
Poco a poco este calificativo se convierte en un título honorífico, pero siguen siendo unos pocos los que están orgullosos de ser catalogados como inconformistas. Las primeras “reuniones inconformistas” oficiales se realizan en 1967, aunque no es posible indicar con precisión cuándo se inicia este movimiento.
Los textos de algunos inconformistas de la época –como Peter Bichsel, Max Frisch, Dürrenmatt, o, por ejemplo, Otto F. Walter– se leen hoy en la escuela. Otros intelectuales inconformistas apenas son conocidos en la actualidad. Los órganos centrales del inconformismo, hasta 1967, son los semanarios ‘Zürcher Woche’ y ‘Weltwoche’. Al cambiar de propietarios, también cambia la orientación política de estos periódicos. Algunos intelectuales escriben poemas (como el recientemente fallecido Kurt Marti o Erika Burckhardt); mientras que la poesía y la pintura concretas también proceden de la esfera productiva del inconformismo. Otros se dedican al cine, a la filosofía o toman caminos completamente distintos, como el inconformista Sergius Golowin, que escribe libros sobre esoterismo e invita a Suiza a Timothy Leary, conocido por su activismo a favor del uso de las drogas psicodélicas; o como Arthur Villard, promotor del antiautoritarismo en la escuela y objetor de conciencia de Biel, que se dedica a la política.
El inconformismo es un fenómeno sobre todo de la Suiza de habla alemana. Según Hans Fleig, que en aquel entonces escribe para ‘Zürcher Woche’, esto se explica por el hecho de que la Suiza de habla francesa –incluso durante la Guerra Fría– permanece algo más tolerante y abierta políticamente.
Lo que une a los inconformistas (tal y como escribe Fredi Lerch, periodista y cronista del movimiento) es la rebelión contra la “uniformidad fija” establecida en la época. La Guerra Fría había congelado el país. Después de la Revolución húngara de 1956, Suiza revive la “defensa espiritual” de la Segunda Guerra Mundial. Este movimiento aúna el orgullo por la antigua Confederación, ligada a los valores considerados suizos y al esfuerzo común por salvaguardar la unidad nacional. En torno a 1960, cualquier crítica al sistema suizo puede considerarse como una infiltración comunista y las voces disconformes como parte de la quinta columna rusa. Pero los inconformistas solo buscan respuestas para algunas preguntas. ¿Son útiles la neutralidad y el federalismo? ¿No es el ejército mero folclore? Intentan poner en tela de juicio a las vacas sagradas y buscar alternativas reales. Algo que, en una democracia sensata, basada en el consenso, les parecía prácticamente imposible.
Traducción del francés: Lupe Calvo
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