Iglesias abandonadas y fe en declive: Dios ya no es todopoderoso en Suiza
La proporción de población no religiosa aumenta constantemente en Suiza, como en la mayoría de los países occidentales. ¿Una sociedad con medicina de vanguardia, seguros sociales y personas que pueden orientarte en todos los ámbitos de la vida sigue necesitando Iglesia?
A este ritmo, la aconfesionalidad pronto será mayoritaria en Suiza. Las personas sin afiliación religiosa son el grupo que más ha crecido en los últimos cincuenta años, alcanzando casi un tercio de la población en 2021, casi tanto como la proporción de católicos, según la Oficina Federal de Estadística (OFSEnlace externo).
En pocas palabras, prácticamente toda la población de Suiza era cristiana en 1970, con una mitad protestante y la otra católica. Y aunque el catolicismo ha conseguido mantenerse a flote en cifras absolutas gracias a la inmigración, la tendencia al decrecimiento es, sin embaro, similar para ambas comunidades, con una caída desde la década de 2000.
Ateos, agnósticos y personas sin confesión religiosa fija
La población «sin religión» suele ser más joven, con mayor nivel educativo y tiende a vivir en ciudades, según la OFS. Hay ligeramente más hombres que mujeres.
Esta categoría abarca un amplio abanico de visiones del mundo y realidades, todas ellas con el denominador común de no estar afiliadas a ninguna iglesia ni practicar religión alguna. Hay ateos y agnósticos, pero también personas que creen en un poder superior sin identificarse con una religión.
Las personas que dan la espalda a las prácticas religiosas en las que fueron educadas, o que abrazan una espiritualidad alternativa, no son mayoría, señala el sociólogo de religiones Jörg StolzEnlace externo.
«Lo más frecuente es que se trate de personas que no han sido socializadas religiosamente, y que se muestran indiferentes u opuestas a la religión en general», explica el director del Institut de sciences sociales des religions (ISSR) de la Universidad de Lausana (UNIL).
La ruta occidental
En la mayoría de los países desarrollados está disminuyendo la religiosidad. En EscociaEnlace externo y FranciaEnlace externo, la mayoría de la población declara ahora no tener religión; en AustraliaEnlace externo, el grupo «sin religión» es el segundo más numeroso; el Reino UnidoEnlace externo ya no tiene una mayoría cristiana; menos de la mitad de la población pertenece a una iglesia en AlemaniaEnlace externo, mientras que en Estados UnidosEnlace externo y Corea del SurEnlace externo, la importancia de la fe está en constante declive.
Las encuestas internacionales sobre los valores Enlace externode las personas muestran una disminución del sentimiento de pertenencia religiosa, de la práctica religiosa y de la creencia en Dios en varias docenas de países desde los años ochenta.
Sin embargo, la situación varía mucho de una región a otra del mundo. Según datos internacionales del think-tank estadounidense Pew Research Center,Enlace externo Europa, Asia-Pacífico y Norteamérica son las regiones más secularizadas, con cerca de una de cada cinco personas que se declaran no religiosas, frente a una media mundial en torno al 16%.
«A escala europea, Suiza se sitúa en un nivel ‘medio’ de secularización», explica Jörg Stolz. El Reino Unido y Francia están más secularizados, añade el sociólogo, mientras que otros países, como Italia y Polonia, siguen siendo mucho más religiosos.
«Creemos que todos los países de Europa están inmersos en el mismo proceso de secularización», señala el profesor, «pero que se ha inciado en momentos distintos y, por tanto, se encuentran en fases diferentes».
En un libro titulado ‘Beyond Doubt’*, publicado en mayo de 2023, un equipo estadounidense de sociólogos de la religión sostiene también que la secularización es una tendencia mundial subyacente. Consideran que los resultados de las encuestas sobre afiliación religiosa están sesgados en algunos países, sobre todo musulmanes, donde declararse «sin religión» sería arriesgado.
Los autores del libro reconocen, sin embargo, que muchos países siguen siendo extremadamente religiosos y que algunos, incluso en Europa, están asistiendo a un resurgimiento de la religiosidad.
No obstante, los especialistas no concuerdan de manera unánimes sobre esta «tesis de la secularización», según la cual el mundo avanza necesariamente hacia una menor religiosidad.
En un libro anterior publicado en 2015, ‘El triunfo de la fe’**, otro sociólogo estadounidense de la religión defiende la tesis contraria. Insiste no solo en que el mundo no se está secularizando, sino que es incluso más intensamente religioso que antes.
En sus proyeccionesEnlace externo, el Pew Research Center prevé que la proporción religiosa de la población mundial aumente de aquí a 2050, empujada por la dinámica demográfica. Mientras que la proporción de «sin religión» debería seguir aumentando en Norteamérica y Europa (zonas en declive demográfico), debería permanecer estable o incluso disminuir en las demás regiones del mundo, donde se prevé un fuerte crecimiento de la población.
Dentro de treinta años, el cristianismo seguirá siendo el grupo religioso más numeroso, pero como el islam se desarrolla más rápidamente que las demás religiones, la comunidad musulmana le pisará los talones a la cristiana.
¿Cuál es el destino de las iglesias?
Según Jörg Stolz, la modernidad es la principal razón del declive de la religiosidad en Occidente, y la principal amenaza para las religiones a largo plazo. «Nos estamos alejando de las religiones porque ya no vemos su utilidad hoy en día», resume. «Muchas técnicas mundanas están resolviendo problemas de los que antes se ocupaba la religión», analiza el especialista.
«La biomedicina nos cura, tenemos acceso a psicólogos o coaches para hablar de nuestros problemas personales, y los seguros y el Estado del bienestar nos ofrecen una sensación de seguridad», destaca. «Tenemos menos necesidad de rezar o de hablar con un cura o un pastor».
Rita Famos, presidenta de la Iglesia Evangélica Reformada en Suiza (EERS), no está de acuerdo. «Benjamín Franklin no dejó de rezar tras la invención del pararrayos», afirma, «ni la religión se ha convertido en algo superfluo para los seres humanos». La pastora y teóloga está convencida de que «el ser humano necesita la fe».
En cualquier caso, el declive de la religión no es sinónimo de desaparición de los valores, afirma el profesor de la UNIL, citando el ejemplo de Suecia, un país muy secularizado. «La democracia sueca funciona muy bien, y no tiene menos valores prosociales», como el altruismo, el civismo, el no cometer delitos, etc.
En primera línea del auge de la no religión en los países occidentales están las iglesias, que se enfrentan a una hemorragia de fieles. En Suiza, según el Instituto de Sociología PastoralEnlace externo (SPI), más de 34.000 personas habrán abandonado la Iglesia católica y más de 28.000 la protestante de aquí a 2021.
La tendencia no deja de aumentar y se prevé que continúe: un estudioEnlace externo sobre el futuro de las iglesias suizas predice que, de aquí a 2045, el número de miembros se reducirá casi a la mitad en la Iglesia Evangélica Reformada y a un tercio en la Iglesia Católica Romana. «No podemos invertir la tendencia», admite Renata Asal-Steger, presidenta de la Conferencia Central Católica Romana de Suiza (RKZ).
Aunque comparte sus preocupaciones, Rita Famos se modera: «No ganaremos nada culpándonos constantemente de nuestra pérdida de importancia». «Deberíamos (…) trabajar con los que están ahí. En Suiza, son 1,8 millones de personas», subraya la presidenta de la Iglesia Reformada.
La decisión de abandonar oficialmente la Iglesia es el resultado de una combinación de factores. «Con el tiempo, la gente se distancia de la Iglesia por dudas (…) o desacuerdos (…)», analiza el SPI. Luego, una mala experiencia personal o una factura fiscal de la Iglesia pueden actuar como desencadenantes.
Aunque las desafiliaciones vienen dictadas principalmente por la relación del individuo con la fe, las estadísticas muestran que las posiciones eclesiásticas también influyen en estos abandonos masivos, sobre todo en la Iglesia católica.
Renata Asal-Steger admite que la institución tiene cierta responsabilidad. Cree que los escándalos de abusos sexuales han provocado una ruptura de la confianza, y que la Iglesia debe someterse a una «reforma fundamental» para responder mejor «a las necesidades de la población actual».
Las dos iglesias se están preparando para afrontar el grave problema financiero que acabará ocasionando la fuga de fieles. El estudio antes citado prevé una disminución de los ingresos de decenas de millones de francos en los próximos veinte años. Además de la disminución del número de contribuyentes que pagan el impuesto eclesiástico (véase el recuadro siguiente), el documento predice que a las iglesias les resultará cada vez más difícil defender su legitimidad para recaudar dinero público si su influencia en la sociedad sigue disminuyendo.
Existen dos grandes diferencias entre el modo en que se financian las iglesias en Suiza y en otros países. La primera es que la relación entre la Iglesia y el Estado (y, por tanto, la financiación de las comunidades religiosas) se rige por los cantones y no por la Confederación.
Hay tantas variantes como cantones, pero la mayoría recauda un impuesto eclesiástico. Este impuesto lo pagan los particulares, que deben solicitar oficialmente abandonar la Iglesia para evitar el impuesto, lo que significa que ya no pueden asistir a los oficios.
En algunos cantones, las personas jurídicas, es decir, las empresas, también están obligadas a pagar el impuesto eclesiástico, lo cual es objeto de debate. Según un estudioEnlace externo, la financiación que reciben las dos iglesias a través de este impuesto asciende a más de 1.300 millones de francos.
En algunos cantones, las iglesias también reciben subvenciones de las autoridades públicas (cantones y municipios), por un total de casi 560 millones de francos suizos, lo que representa alrededor de un tercio de sus recursos.
Sólo dos cantones tienen un sistema de separación de Iglesia y Estado «a la francesa»: Ginebra y Neuchâtel. Financiadas exclusivamente con donaciones privadas, las iglesias cantonales de Ginebra y Neuchâtel son las más pobres del país. En estos cantones, las hojas de pago de impuestos incluyen una tasa eclesiástica, que los contribuyentes pueden marcar y pagar libremente.
La segunda gran característica del sistema suizo es su estructura eclesiástica «dual», es decir, las parroquias están «duplicadas» por corporaciones eclesiásticas cantonales de derecho público, compuestas por laicos y gestionadas según principios democráticos, que controlan las finanzas.
Según la presidenta de la Conferencia Central Católica Romana, que dirige estas corporaciones, se trata de un sistema único en el mundo que «permite a la Iglesia católica en Suiza beneficiarse de una mayor transparencia y un mejor control».
Por eso se plantean nuevos modelos para diversificar sus fuentes de ingresos, explotando su patrimonio inmobiliario, patrocinando o cofinanciando determinados proyectos, o mediante contratos de servicios. Las iglesias también han identificado la importancia de comunicar más sobre sus actividades y el uso de los fondos puestos a su disposición.
«Menos dinero significa iglesias más pequeñas, menos personal y menos servicios para el público», señala Jörg Stolz. Sin embargo, subraya que las iglesias siguen cumpliendo una misión útil para el conjunto de la sociedad, e incluso «indispensable», según los representantes eclesiásticos entrevistados por swissinfo.ch.
Señalan su labor con los refugiados, los jóvenes y las personas mayores, la atención espiritual a los enfermos, la ayuda a las personas con deudas, etc. «Nada de esto sería posible sin la Iglesia, sin sus estructuras establecidas con mucho trabajo voluntario», afirma Renata Asal-Steger. «No debemos subestimar -aunque sea difícil de medir- el valor social global de una organización que transmite a hombres y mujeres una confianza básica en la vida», añade la Iglesia reformada.
«Las iglesias contribuyen a la cohesión social y nos permiten responder a las tragedias con rituales», explica Jörg Stolz. La pregunta es: ¿quién se haría cargo si desaparecieran? ¿El Estado? ¿O los demás actores de la sociedad civil?
El sociólogo añade que para muchas personas, incluso las que no practican su religión, sigue existiendo un sentimiento de identidad y un apego cultural a las iglesias. «Las iglesias acompañan a muchas personas en las grandes etapas de su vida, y la mera existencia de las iglesias como edificios proporciona una identidad espacial que mucha gente no querría ver desaparecer».
En nuestra petición de contribuciones, uno de nuestros lectores relaciona su ateísmo con su educación. «Sin haber sido bautizado, habiendo oído la palabra religión por primera vez en la escuela primaria y habiendo tenido siempre largas discusiones filosóficas con mi padre, (…) me resulta muy difícil imaginar que alguien pueda creer (…) en la existencia de entidades invisibles», explica Aquiles54.
Marco Brenni dice que creció en una familia católica practicante, pero que se fue desvinculando de la Iglesia cuando era adulto, mientras estudiaba filosofía. «Nietzsche me convenció de que Dios ha muerto en nuestra civilización moderna o posmoderna», escribe. «No sabemos nada de lo que hay más allá de nuestros sentidos, (…) y eso me satisface».
Otros testimonios hacen una distinción entre creer en Dios y las religiones. René Bodenmann se define como «ateo creyente», y explica que su principal problema es el monoteísmo, que considera «la principal causa de intolerancia en el mundo». La posibilidad de que Dios exista le anima a ser una «buena persona» pero, añade, «no se necesitan curas ni una iglesia» para ello. «Creo en Dios, pero no creo en la religión», afirma Joe Joe, que considera que «la religión está manipulada por el ser humano».
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*Beyond Doubt: The Secularization of SocietyEnlace externo, de Isabella Kasselstrand, Phil Zuckerman y Ryan T. Cragun, NYU Press, mayo 2023
**The Triumph of Faith, why the world is more religious than everEnlace externo, de Rodney Stark, ISI Books, noviembre 2015
Texto adaptado del francés por Carla Wolff
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