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Informe de Jean Ziegler provoca polémica en Brasil

El gobierno brasileño contesta el informe del suizo, Jean Ziegler, relator de la ONU. Keystone

La moratoria de cinco años sobre los biocarburantes obtenidos a partir de plantas alimenticias que solicita el suizo Jean Ziegler, relator de la ONU para la Alimentación, causa polémica.

El gobierno brasileño rechaza el informe de Ziegler, presentado el 25 de octubre, según el cual el entusiasmo del país por el etanol engloba un riesgo tanto la seguridad alimenticia de la población como el medio ambiente.

Las organizaciones del movimiento socioambientalista, por su parte, se suman a algunas preocupaciones expresadas por el sociólogo suizo.

En su documento Jean Ziegler destaca que la expansión indiscriminada de los cultivos destinados a la producción de biocarburantes en Brasil, sobre todo la caña de azúcar para producir el etanol, es una amenaza al derecho a la alimentación de las capas sociales más pobres.

El representante de Naciones Unidas también cita el impacto ambiental que tienen esos cultivos en algunos ecosistemas en riesgo, como la Amazonia o el Cerrado, el segundo mayor ecosistema de Brasil con 2 millones de km² de extensión.

El gobierno objeta algunas de esas premisas: «No existe competencia alguna entre la producción de biocarburantes y la de alimentos en Brasil», afirma Arnoldo de Campos, director de Administración de Renta y Valor Agregado del Ministerio de Desarrollo Agrario (MDA).

«El área plantada con oleaginosas en Brasil es muy pequeña y tiene todas las condiciones para ampliarse», sin amenazar a la producción alimenticia. «El gobierno estima que en la próxima zafra se recolectarán 130 millones de toneladas de granos. Un récord», precisa.

De Campos avala que «la producción de alimentos y de energía pueden caminar juntas en Brasil», y cita el ejemplo de la soja: «El 80% de la soja cultivada en el país se destina a la alimentación y con el 20% restante se produce aceite».

Además de la soja, las otras oleaginosas alimenticias que se utilizan en la producción de combustibles en Brasil son el ‘dendê’ (fruto de una palmera), el girasol, la palma y el cacahuete. También se emplearán oleaginosas no alimenticias, como el algodón.

El representante del MDA es más cauteloso con relación a la caña de azúcar, pero confía plenamente en la capacidad del gobierno brasileño para impedir que la expansión de la producción de etanol cause perjuicios a la seguridad alimenticia y el medio ambiente.

«Brasil tiene una legislación muy buena para impedir las agresiones ambientales. Es necesario, de cualquier forma, que se haga una división de las regiones propias para el cultivo de la caña, y en ese reparto ecológico, se excluyan las regiones como la Amazonia o el Pantanal, entre otras», señala.

Nuevas tecnologías productivas

Según el gobierno, el desarrollo de nuevas tecnologías permitirá incrementar el área destinada a la producción de biocombustibles, sin que esto ponga en jaque a la producción alimenticia.

Con 12 millones de toneladas el año pasado, Brasil es el segundo mayor productor mundial de etanol, detrás de Estados Unidos, que lo produce a partir de maíz.

Varios estudios realizados por la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (EMBRAPA) hablan de la posibilidad de doblar la producción en los próximos diez años.

Según previsiones de las autoridades, la demanda interna de combustibles producidos a partir de plantas oleaginosas ascenderá a 1.000 millones de litros anuales en enero de 2008.

En esa fecha entrará en vigor la norma que estipula utilizar por lo menos el 2% de biodiésel del total del diesel producido en el país. De acuerdo a un reciente artículo del ingeniero agrónomo e investigador Renato Roscoe, de EMBRAPA, «eso significaría un área de 3 a 4 millones de hectáreas plantadas con soja, por ejemplo.»

En su informe el relator de la ONU, Jean Ziegler, subraya la necesidad de acelerar las investigaciones para el desarrollo de los biocombustibles de segunda generación, sintetizados a partir de residuos provenientes de plantas no alimenticias y otros desechos agroindustriales.

En ese campo, el gobierno brasileño está desarrollando, a través de la petrolera Petrobras, estudios para la producción del bioetanol: «El punto inicial de las pesquisas es el bagazo de caña, disponible en grandes cantidades en Brasil y que se aprovecha poco», afirma Carlos Fraga, gerente ejecutivo del Centro de Investigaciones y Desarrollo de Petrobras.

Algunas ciudades ya establecen límites

Las consideraciones de Jean Ziegler tienen buena acogida entre las entidades del movimiento socioambientalista brasileño. El director de Políticas Públicas de Greenpeace en Brasil, Sérgio Leitão, afirma que «los biocombustibles pueden ser una buena solución al problema energético y el calentamiento global, pero su expansión debe tomar en cuenta aspectos ambientales y sociales».

Según Leitão, el gobierno brasileño puede hacer concesiones peligrosas a los sectores ligados al agronegocio: «A pesar de los discursos, está tramitando en el Congreso un proyecto de ley que reducirá las reservas legales en la Amazonia y, si es aprobado, facilitará la llegada de palmáceas y de la caña a la región». El ambientalista sostiene que el gobierno «busca limitar la expansión de la caña, pero no lo consigue».

Y cita el ejemplo de ciudades como Rio Verde, Dourados, Sacramento y Uberaba, que ya adoptaron o están discutiendo leyes que limiten la siembra de caña de azúcar. «Uberaba, históricamente ligada a la producción agropecuaria, ha sido tomada por la caña. El ganado está siendo dirigido en dirección al centro-oeste, con un fuerte impacto social».

¿Barrigas o tanques llenos?

Greenpeace coincide con Jean Ziegler en que la producción de biocombustibles incrementará el precio de los alimentos y pondrá en riesgo la seguridad alimenticia de los más pobres. A ese factor se sumará, por ejemplo, el aumento del consumo en países emergentes con grandes poblaciones, como China y la India.

El informe de Ziegler señala que para cada punto porcentual de aumento real en el precio de los alimentos, 16 millones de personas incrementan el contingente de almas subalimentadas.

Greenpeace Brasil recuerda que la ONU calcula en 800 millones las personas hambrientas en el mundo, lo que coincide con el número de automóviles (200 millones de vehículos pesados y 600 millones de autos) actualmente en circulación:

«Queda por saber si las sociedades prefieren llenar 800 millones de barrigas o 800 tanques de combustible», concluye Sérgio Leitão.

swissinfo, Maurício Thuswohl, Río de Janeiro
(Traducción del portugués: Patricia Islas Züttel)

El senador rural brasileño, Flexa Ribeiro, elaboró en 2005 el Proyecto de Ley no. 6424. En este documento se prevé que hasta 30% de las reservas legales de la Amazonia puede ser recompuesta con especies exóticas al ecosistema amazónico, incluido las palmáceas.

Las entidades del movimiento socioambientalista brasileño denuncian que, en la práctica, esa medida permitiría el avance en toda la región de plantíos a gran escala de materia prima para la producción de biocombustibles, sobretodo del ‘dendê’.

De acuerdo al Código Forestal brasileño, dentro de cada propiedad es considerada reserva legal un área mínima determinada de vegetación nativa que cumpla una función ecológica de hábitat para la biodiversidad o que se ocupe para beneficio del medio ambiente.

La actual legislación ambiental brasileña establece que la reserva legal debe representar el 80% de las áreas de la Amazonia, 35% de la región del Cerrado y 20% en las demás zonas del país.

La cámara alta del Parlamento de Brasil ya aprobó el Proyecto de Ley 6424, pero aún no es analizado por la diputación.

Actualmente las comisiones de Agricultura, de Medio Ambiente y de Desarrollo Sustentable de la cámara baja analizan el documento.

Si es aprobado por las comisiones, el proyecto será encaminado al plenario para una apreciación de conjunto por parte de los diputados.

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