Una nueva vida cuidando de otros en el extranjero
En 2008, a los 53 años, María dejó Rumanía para trabajar como cuidadora, primero en Italia, luego en Suiza. Una labor rodeada de enfermedades y muerte, que sin embargo le permitió ganar independencia financiera y preparar una pensión digna en su país.
«Siempre he tenido suerte con las personas de las que me he ocupado y con sus familias», nos reitera María Nodis durante nuestra conversación en su departamento, un dúplex que está a punto de dejar.
En ese sitio, ubicado en el centro histórico de Bellinzona, capital del cantón del Tesino, atendió a la señora Chichi de febrero de 2018 a julio de 2019, cuando se produjo el deceso de esta última. Enfermó gravemente y en menos de una semana falleció, narra María. «Lloré mucho. Fue como si hubiera muerto mi madre”.
María no solo tenía buenas condiciones de trabajo, sino que la anciana era particularmente considerada con ella. “Yo no tenía que limpiar la casa. Para eso, venía otra persona. La señora siempre me decía: ‘María, no te preocupes, no tienes que ocuparte de eso. Hay otras bocas que tienen que comer’”, recuerda.
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Por qué Suiza necesita mano de obra extranjera
El hijo de la Sra. Chichi, propietario del edificio, le permitió quedarse en ese apartamento hasta su regreso a Rumanía o hasta que encontrara un nuevo trabajo como cuidadora de planta. «Llevo aquí un año y nunca me pidió un centavo», subraya.
Y ahora que está a punto de dejar el apartamento porque halló un nuevo puesto, le ha dicho que puede llevarse lo que quiera de los muebles. En particular, nos muestra el bonito televisor y el frigorífico que se llevará a su casa cuando vuelva a Rumanía.
Muchos cambios
Aunque no siempre ha tenido unas condiciones laborales tan generosas, María afirma que nunca ha tenido problemas en sus doce años de actividad como trabajadora familiar (cuidadora), ni en Suiza ni en Italia. Sabe que en este campo hay situaciones de explotación e incluso maltrato: ha oído hablar de ellas muchas veces, pero nunca las ha experimentado.
Sin embargo, eso no quiere decir que migrar de Rumanía a países donde nunca había puesto un pie y donde no conocía a nadie, para cuidar a ancianos, generalmente frágiles o enfermos, de culturas y hábitos distintos a los suyos, fuera un paseo por el parque. «No sabía una palabra de italiano y a mi edad no era fácil aprender un nuevo idioma», reconoce.
Además, no ha escapado al hecho de que ser cuidadora a menudo significa confrontarse con la muerte de la persona a la que se cuida y, en consecuencia, perder el trabajo. Una situación que enfrentó repetidamente, a veces solo después de uno o dos meses. En un solo caso cuidó a una persona mayor durante más de dos años.
Dejar atrás un matrimonio difícil
Sin embargo, María tiene una actitud positiva y sobre todo destaca las ventajas de su carrera como cuidadora migrante. Emprenderla a los 50 años, cuando ya era madre y abuela, puede parecer un desafío mucho más difícil que adentrarse de más joven en lo desconocido. Sin embargo, María es una persona que se adapta con facilidad y detrás de su dulce temperamento hay una voluntad de hierro.
Además, a esa edad, una sólida experiencia permite evitar los engaños por ingenuidad. Pero salir de Baia Mare, la ciudad de Transilvania en el norte de Rumanía donde vivía, significó sobre todo para María dejar atrás a un marido con problemas de alcohol, para construir una vida independiente y serena.
Elecciones inteligentes
En el extranjero aprendió rápidamente cuáles son sus derechos y pudo tomar decisiones acertadas. Así, por ejemplo, en julio de 2011, a través de otra trabajadora rumana de la que se había hecho amiga en Italia, aprovechó la oportunidad para trasladarse al Tesino. «En Suiza las condiciones laborales son mejores que en Italia. Y el salario es mucho más alto», observa.
Sin embargo, María confiesa que a primera vista pensó que no podía vivir en Bellinzona. «Todas estas montañas alrededor me daban miedo. Me parecía que se me iban a caer encima», recuerda tapándose el rostro con las manos y abrazándose, como si reviviera ese miedo. Pero “ahora me gustan”, subraya con entusiasmo.
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El personal de ayuda a domicilio, tan frágil como esencial
Hacia su jubilación
En este rincón de la Suiza meridional, aprecia la calidad de vida y las relaciones que tenía con las personas que cuidaba y con sus familias. Con alegría nos muestra muchas fotografías de momentos festivos e incluso de las vacaciones pasadas con ellos en Rumanía.
Durante estos años, María siempre ha ahorrado para asegurar su pensión cuando regrese a Baia Mare. En su tiempo libre nunca gastó dinero en actividades recreativas. «Me gusta quedarme en casa o salir a caminar. Siempre he tenido muy pocos amigos y nunca voy a bares o restaurantes».
Con su sobriedad logró comprar un apartamento en Baia Mare. Allí, sus ahorros y la pequeña pensión del Seguro de Vejez y Sobrevivientes (AHV) le permitirán vivir sin preocupaciones económicas.
Desde 2011, el personal doméstico, incluidos los cuidadores, está sujeto al salario mínimo bruto establecido en una ordenanza federal en toda Suiza. Actualmente oscila entre 19,20 francos la hora para el personal no calificado y 23,20 francos para el calificado. El personal doméstico tiene derecho a 4 (en algunos cantones, 5) semanas de vacaciones pagadas al año y a días festivos también remunerados.
Por otro lado, el contrato colectivo de trabajo para la rama del trabajo temporal se aplica a las ayudas a domicilio contratadas a través de agencias de empleos temporales desde 2012. En ese caso, el salario mínimo varía según las calificaciones y las áreas de trabajo. Actualmente, oscila entre 20,33 francos por hora para el personal no calificado en el Tesino y 25,62 francos por hora para el personal calificado en las regiones de salarios altos.
Se puede deducir un máximo de 990 francos del salario mensual por alimentación y alojamiento a los cuidadores que viven en el hogar de la persona asistida.
Esos salarios mínimos legales no siempre son respetados.
Una encuesta de 2015 encontró que las agencias pagaban entre 1 500 y 3 000 francos al mes, incluidos alojamiento y comida, a los ayudantes a domicilio, contratados principalmente en países de Europa del Este que son miembros de la UE. También se registraron casos de salarios mensuales inferiores a 1 000 francos. Los costos facturados a los clientes de esas agencias oscilaban entre 4 500 y 13 500 francos mensuales.
A los sueldos brutos de los cuidadores se añaden las cuotas de las cotizaciones a la seguridad social y los seguros a cargo de los empleadores, así como los costes administrativos y de intermediación.
Para las personas que necesitan asistencia activa con regularidad, día y noche, los 7 días de la semana, los costos son aún mayores a medida que se acumulan los salarios de más cuidadores.
Cabe señalar que, de acuerdo con la ley, los auxiliares no están autorizados a prestar cuidados de enfermería. Estos últimos solamente pueden ser prodigados por personal de enfermería o trabajo comunitario de salud con diplomas reconocidos y autorizados por los cantones. Por lo tanto, los costos relacionados no se incluyen en los de un cuidador.
Los planes y el coronavirus
Después de la muerte de la Sra. Chichi, María había planeado regresar definitivamente a Rumanía en marzo de este año. Pero la llegada de la pandemia del coronavirus trastocó sus planes.
«No quiero ir a donde hay inseguridad sanitaria y corro el riesgo de que me obliguen a quedarme en casa. Como todavía estoy en buena forma física, aunque ya tengo 65 años, por ahora prefiero quedarme aquí, donde me siento cómoda y puedo seguir trabajando. Así puedo ahorrar más dinero para mi futuro”, concluye filosóficamente.
Traducido del italiano por Marcela Águila Rubín
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