Trabajadoras sexuales: ni víctimas, ni alborotadoras
El libro Soy trabajadora del sexo muestra, a través de retratos y voces de expertos, cómo esta actividad, que es legal en Suiza, sufre aún el estigma social. Sin embargo, el Tribunal Federal recién tomó una decisión que supone un gran paso adelante.
Durante el segundo semiconfinamiento a inicios de este 2021 en Suiza, los cantones decidieron si suspendían o no temporalmente el acceso a los servicios sexuales en el marco de las restricciones anti-COVID. Berna y Vaud no los vetaron y Ginebra se unió a ellos el 20 de enero.
“La Confederación dejó a los cantones la libertad de elegir sobre el asunto. Constatamos que esto provocó reglas dispares. El cantón de Vaud no prohibió esa práctica, a diferencia de Ginebra. Por ello preferimos alinearnos”, indicó entonces Mauro Poggia, miembro del gobierno ginebrino.
Este caso muestra la falta de homogeneidad en las regulaciones cantonales sobre el trabajo sexual. Hecho que también ocurre en tiempos normales y que se aborda en el libro ‘Ich bin Sexarbeiterin’ (‘Soy trabajadora del sexo’, Ed. LimmatEnlace externo), en el que participa, entre otras plumas, la periodista judicial Brigitte Hürlimann.
“Cada administración cantonal tiene sus propias reglas sobre el trabajo sexual y poco le interesa lo que hagan los otros cantones”, sostiene la conocedora de las legislaciones en el sector sexual.
Hürlimann considera que el manojo de leyes locales sobre prostitución tiene algo en común: “O bien subrayan la condición de víctimas de las trabajadoras sexuales o de alborotadoras, y de las que se debe proteger a la población. Y la mayoría de las veces, se cumplen ambas cosas”.
En el libro hay ejemplos concretos sobre estas disparidades en uno de los países más liberales en la regulación de la prostitución en Europa, junto con Países Bajos, Alemania, Austria, Hungría, Letonia, Grecia y Turquía.
Italia, España o Portugal también permiten la prostitución, pero no la regulan. También existe el denominado ‘modelo nórdico’, que siguen Suecia, Noruega, Islandia, Francia e Irlanda y que sanciona a los clientes. Un modelo que, por cierto, también ha sido tema de debate en Suiza.
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Debate sobre la prohibición de la prostitución en Suiza
Para Christa Ammann, responsable de Xenia, uno de los centros especializados en el apoyo a las trabajadoras del sexo en Suiza, “este modelo abolicionista no termina ni con la oferta ni con la demanda de servicios sexuales y vuelve más vulnerables a las trabajadoras sexuales, como se ve en Francia desde 2016”.
Ammann conoce la situación en otros países por el contacto que tiene con las asociaciones de apoyo afines y susdenunciasEnlace externo; y por su trato diario, desde sus oficinas en Berna, con las trabajadoras sexuales procedentes, la mayoría, de Europa.
“Para ellas, evidentemente es mejor saber que aquí el trabajo sexual es legal y que se puede llamar a la policía en caso de problemas”. La especialista confirma lo que ya se sabe: mucha de esta fuerza laboral llega a Suiza atraída por el hecho de que aquí esta actividad es legal y por la remuneración, que es alta en comparación europea.
La sobrerregulación del trabajo sexual y la estigmatización que aún pesa sobre las trabajadoras del sexo son los asuntos principales que ocupan a Ammann a la hora de asesorarlas sobre sus derechos y obligaciones.
En su opinión, acabar con esas barreras es el único camino a una mejora real de sus condiciones laborales, para ser vistas al mismo nivel que el resto de la fuerza laboral helvética.
Justo en ese sentido el Tribunal Federal (TF), la máxima instancia judicial de Suiza, acaba de dar un gran paso adelante.
El TF, en su sentencia 6B_572/2020Enlace externo rechazó el recurso de un estudiante que engañó a una trabajadora sexual al prometer pagarle después de los servicios recibidos. El cliente, denunciado y condenado por estafa en primera y segunda instancia, argumentaba que el contrato verbal acordado era un acuerdo inmoral, y por tanto, sin valor en la jurisprudencia de la corte federal.
De inmoral, nada, clarificó el TFEnlace externo. “El contrato de prestación de servicios sexuales no contradice los principios y valores éticos contenidos en el ordenamiento jurídico general”. Es decir, no es una ofensa grave contra el orden público, primeramente, porque el ingreso de una servidora sexual está reconocido como legal en Suiza, además de que sus ingresos se someten al impuesto sobre la renta y el patrimonio y al seguro estatal de vejez (AVS).
Además, “la prostitución es una actividad socialmente habitual y autorizada, cuyo ejercicio también es protegido por el derecho constitucional a la libertad económica”, señala la máxima instancia judicial.
La decisión del TF, “era esperada desde hace décadas por las trabajadoras del sexo”, indica Brigitte Hürlimann en su artículoEnlace externo en el diario digital Republik.
“El Tribunal Federal ha dictaminado que el contrato entre una prostituta y su cliente no puede calificarse de inmoral per se. La sentencia se refiere a un caso penal -se trata de un delito por estafa- y, por tanto, defiende una protección penal de la trabajadora sexual engañada. Pero el alto tribunal helvético no olvida mencionar que sus consideraciones también se aplican al derecho civil”, especifica Hürlimann.
Es decir, a partir de ahora no quedan dudas: el contrato de servicios acordado por una prostituta tiene validez, como cualquier otro en este país.
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