«Sin el programa de heroína estaría muerta»
En Suiza, 1.500 heroinómanos reciben sus dosis bajo prescripción médica, gracias al programa de distribución controlada, en vigor desde hace 20 años. Es el caso de Evelyn, dependiente de esta sustancia desde hace casi 3 décadas.
El “medicamento”, como ella lo llama, le ayuda a funcionar lo mejor posible en su cotidiano, a tener una vida y un trabajo estables.
“Fui y sigo siendo una persona de carácter frágil. Es horrible cuando cualquier estado de ánimo te embiste sin filtro alguno y cuando no hay defensas para afrontarlo. Ya de niña era así”, indica Evelyn. G., de 55 años.
En su adolescencia inició la ingestión de alcohol. “No me sabía bien, pero su efecto me gustaba”. Después probó la anfetamina, la cocaína y la heroína. “Me sentí más bien mal, pero la heroína me daba la sensación de seguridad, de calor y también la sensación de poder distanciarme de una situación. Así pude acercarme a la gente”.
Evelyn desde hace 20 años participa en el programa de heroína. Recibe la droga en el centro de distribución controlada de droga, conocido bajo las siglas Koda, en Berna. Es una de los 1.500 pacientes del Tratamiento Asistido de Heroína para toxicodependientes graves y de larga data.
Evelyn recibe cada día cerca de 400 mg de heroína, prácticamente pura. Se la inyecta bajo la supervisión del equipo de profesionales en el centro de distribución, dos veces al día, por la mañana y por la tarde. Su cuerpo le demanda la droga. Se alegra de recibirla y asegura estar “cien por ciento convencida” de que, sin el programa de heroína, ya estaría desde hace mucho tiempo muerta.
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El sitio de tratamiento asistido donde acude Evelyn
Evelyn creció en el cantón de Berna en compañía de sus dos hermanas menores, su padre, médico; y su madre, maestra de música y gimnasia. Al terminar la escuela, con 19 años, trabajó como niñera au pair en Londres, donde probó la cocaína y el Speed (anfetaminas). También allí tuvo su primer contacto con la heroína. “Era curiosa y no comprendía que funcionaba como una escapatoria. Estaba fascinada porque la droga me hacía sentir distinta”.
Cuando volvió a Suiza, Evelyn aprendió el oficio de enfermera, obtuvo el diploma federal de bachiller e inició sus estudios de Germanística en la Universidad de Berna. Durante ese tiempo consumió constantemente cocaína. “Rechazaba la heroína, pues sabía del peligro que significaba”.
En Suiza hay 22 centros de distribución controlada de la heroína, 21 de ellos en la parte germanófona y uno en Ginebra. Dos se encuentran dentro de cárceles.
Cuando inició el tratamiento asistido de heroína en 1994, cerca de 400 personas participaron en este programa. Dos años más tarde, eran 1.000. En los últimos 10, el número permanece estable, con alrededor de 1.500 (2012: 1.578, de las cuales 391 mujeres).
En 1994, el 77,5% era menor de 35 años. En 2011, solo el 17,5%.
En 2012, el promedio de edad ese situaba en 42,2 años. Los beneficiarios tienen entre 20 y 75 años.
Desde 2005 se han atendido anualmente entre 100 y 150 nuevos casos. En 2012, el promedio de edad de los nuevos ingresados al programa fue de 37,4 años.
El 50% de los participantes permanecen al menos 2 años y medio en el programa y un 20%, al menos 15 años.
La mayoría de los nuevos pacientes en los últimos diez años son personas solteras (75%), alrededor de 8%, casadas. El resto -13%- se ha separado de su pareja, se ha divorciado o ha enviudado. La cuota femenina es del 20 al 25%.
El porcentaje de extranjeros inmersos en el programa fue de 12% en 2000 y de 18% en 2011. (El porcentaje de población extranjera en Suiza es del 23%).
La tasa de pacientes infectados con el virus del sida permanece estable desde hace una década. Se sitúa entre el 10 y el 15%.
(Fuente: Instituto Suizo de Investigaciones sobre Salud y Toxicodependencias)
Con 27 años, enfrentó la muerte de su madre, que enfermó y murió en el lapso de cinco meses. Una ruptura extrema, un momento crucial: “Sin la heroína no hubiese podido soportar esa difícil despedida. Por primera vez me entendía bien con mi madre, por primera vez ella me admiraba, sin condiciones ni peros”.
Evelyn ya no bebía casi nunca, pero inhalaba heroína y cocaína. Interrumpió sus estudios de Germanística, trabajó en una librería, primero en Berna, luego en Zúrich. Allí acababa de cerrarse la denominada Plaza de las Agujas (Platz Spitz), la mayor escena de la droga en un sitio público en toda Europa.
Evelyn tenía un trabajo de responsabilidad a tiempo parcial en una librería de ejemplares antiguos en la estación ferroviaria de Zúrich. “La tienda funcionaba muy bien, pero trabajaba bajo mucha tensión. En las pausas debía buscar cada vez una dosis de heroína. Era una dependiente muy fuerte de esta sustancia, aun cuando entonces todavía no me la inyectaba”.
En el hoyo
Cada vez pasaba más tiempo en la estación ferroviaria de Letten, que ya no funcionaba como tal y se había convertido en la nueva escena de la droga tras el cierre de la Plaza de las Agujas. Casi no dormía ni comía. Estaba siempre en ese trajín a causa de la droga y solía llegar tarde a sus citas. Con 34 años comenzó a inyectarse heroína. Aun cuando ganaba bien, no le alcanzaba el salario para pagársela.
En esa época, un gramo costaba alrededor de 400 francos suizos, casi lo cuádruple de lo que hoy se paga en la calle.
Comenzó a robar el dinero de la caja de la librería. Primero pasó desapercibida, pero una vez llegó la llamada de su jefa, porque faltaba toda la ganancia de una semana. La situación se conoció de golpe. “¡Finalmente! Fue un alivio para mí, pero me avergoncé tanto que me escondí en Letten durante tres días. Estaba sucia como un cerdo, sin dinero, sin trabajo y sin techo.”
Sus hermanas y su padre la recogieron, y permaneció en la casa paterna durante un mes, bajo vigilancia continua, y buscó, obediente, un sitio dónde iniciar una terapia. Comenzó su primera desintoxicación oficial en una clínica de Berna, que suspendió cuatro días después. Un segundo intento terminó de igual modo, a los tres días.
“Fue la fase de la depuración: la heroína era el diablo y había que expiar al toxicómano. Esa era la posición de los médicos y la creencia expandida en la sociedad. Hoy se ha evolucionado al respecto”. Sus intentos de desintoxicación los hizo, en primera línea, por su familia y por todos aquellos que se preocupaban por ella. “Pero yo no estaba preparada para ello, debía primero tocar fondo”.
Deambuló por las calles de Solothurn, Biel y Berna, y dormía en centros de acogida para personas sin techo. Evelyn describe esa etapa como su propio ‘Tour de Suisse’. Para conseguir la droga, ofrecía servicios sexuales aquí y allá o robaba a otros toxicómanos.
Suspendió todo contacto con su familia. Nunca se sintió bien inmersa en esa vida callejera, ni en Zúrich, ni en Berna. Ella acudía a la escena pública de la droga, cerca del Palacio Federal, la sede del gobierno helvético.
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Vuelta a la escena bernesa de la droga
Poco después de que el centro de distribución controlada de droga abriera en la capital, Evelyn fue una de las primeras en inscribirse en el programa de heroína. Pesaba solo 45 kilos. Recuperó fuerzas solo al no tener que correr a buscar la droga. Se mudó a un piso compartido y trabajó en varios proyectos respaldados por el programa bernés para toxicómanos.
Dos años después rentó un apartamento para ella sola. “Desde hace 18 años vivo aquí y estoy estable, de modo que casi me aburro”. También su situación laboral se estabilizó. Trabaja desde hace años en una cooperativa que administra un restaurante en Berna.
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Con empleo estable, pese a la adicción
Desde que forma parte del programa de heroína, solo ha adquirido droga en la calle un par de veces y nunca ha vuelto a tener un descalabro, afirma. Ve a su padre con frecuencia, y también tiene contacto con sus hermanas. “Tengo con ellas por primera vez una relación de familia. También mi hermano se ha acercado a mí como tal”.
Evelyn tiene un reducido círculo de amigos, lee mucho y sueña con grabar un CD con las canciones que ella misma ha escrito. “Mi vida está bien, no soy infeliz, salgo adelante aun cuando de vez en cuando me siento sola”.
Cuando mira hacia atrás, dice, comprende que con todo lo vivido antes, su vida ha seguido un trayecto relativamente lógico, pese a que tal vez, admite, hubiese podido tomar alguna que otra decisión de modo distinto. “Es como es. Es mi vida. No me arrepiento de nada, aunque he destruido mucho y he perdido amigos“. Evelyn aceptr su situación y se alegra de ser económicamente independencia, sin tener que recurrir a la asistencia social.
“La heroína es parte de mí, pero me resulta importante que no se me reduzca solo a ella, pese a que es relativamente pequeña la probabilidad de que pueda apartarla de mi vida”.
Traducción del alemán: Patricia Islas
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