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Algunos suizos arrojan su basura al otro lado de la frontera

Sacos de basura
Montaña de basura doméstica en el Valais, uno de los últimos cantones suizos en introducir el 'impuesto a las bolsas'. Keystone

Primero fueron Italia y Alemania. Ahora el debate en torno al turismo de residuos llega a Francia. Y la indignación contra aquellos suizos que arrojan su basura al otro lado de la frontera de manera ilegal va en aumento. ¿La razón? Parece ser el impuesto que grava las bolsas de basura.    


Ese estereotipo que dibuja a los suizos como personas limpias, ordenadas y respetuosas con las normas ha caído por los suelos. “Cuando los fines de semana vienen de compras a nuestros supermercados, los suizos traen la porquería y se llevan lo bueno”, afirma indignado Bernard Mamet, alcalde de la ciudad de Les Rousses, entrevistado por francetvinfo.frEnlace externo.

“Es muy típico de los suizos: limpios e irreprochables en casa, pero unos cerdos de verdad cuando aterrizan en Francia”
Un internauta francés

En 2017, los servicios aduaneros de la región francesa de Borgoña-Franco Condado interceptaron cerca de 10 toneladas de desperdicios procedentes de Suiza. 140 ciudadanos suizos, como mínimo, han sido detenidos en Francia, en un año, por transportar o verter ilegalmente residuos al otro lado de la frontera. 20 más que en 2016. Y eso sin contar a todas aquellas personas que han escapado a la vigilancia o no han podido ser identificadas.

Esta gente despreciable se va con una multa de 150 euros y con su cargamento ilegal en el maletero de vuelta a casa. “Evidentemente, tienen que volver a Suiza con sus basuras”, dice un aduanero a Parisien.frEnlace externo. Pero hay quienes protestan y creen que la multa les da derecho a depositar su basura en Francia”.

Indignación en la vecina Francia    

Ante este fenómeno en auge y el desarrollo de vertederos incontrolados, los servicios aduaneros franceses no dudan en ensuciarse las manos. Así dieron con un vecino de Basilea que había dejado numerosas bolsas de basura en Delle, en Territorio de Belfort, y que pudo ser identificado gracias a los documentos que había arrojado en una de las bolsas.

La prensa francesa ha dado gran difusión a este comportamiento poco civilizado de algunos ciudadanos suizos, que ha provocado reacciones contrarias en las redes sociales. “Es muy típico de los suizos: limpios e intachables en casa, pero unos cerdos de verdad cuando aterrizan en Francia”, se puede leer entre los cientos de comentarios publicados en Facebook por franceses indignados.

Las autoridades suizas, por su parte, condenan este fenómeno, pero lo ponen en perspectiva. “Sin tratar de minimizarlo, porque diez toneladas es un volumen bastante grande, hay que compararlo con las 25 000 toneladas de residuos que cada año se producen en el cantón de Neuchâtel”, declaró a la Radio Televisión Suiza (RTS) Marc Arlettaz, concejal de La Chaux-de-Fonds, la ciudad suiza más grande en la frontera con el departamento del Doubs, en Francia.

El “éxito” del impuesto sobre las bolsas

La razón principal de este turismo de basuras es el impuesto sobre los residuos domésticos, casi generalizado en Suiza. Después de aquellos primeros intentos a nivel comunal en los años 90, el movimiento se aceleró; y prácticamente todos los cantones han introducido el famoso impuesto a las bolsas. La cantidad varía de una comuna [municipio] a otra pero, por lo general, es bastante alta. Una bolsa de basura de 35 litros, en Neuchâtel, cuesta dos francos.

La medida (que pretende animar a los residentes a clasificar y limitar los residuos sólidos urbanos) parece que está dando sus frutos. En LausanaEnlace externo, desde que se fijó el impuesto en 2012, el volumen de residuos ha disminuido casi un 40%. El problema es que quienes viven cerca de la frontera pueden tener la tentación de esquivar la legislación para ahorrarse unos cuantos francos.

Las autoridades francesas han acogido con cierto alivio las declaraciones de Luc Barthassat, concejal de Medio Ambiente del cantón de Ginebra, realizadas al presentar el balance de la separación de residuos en su cantón. “No se trata de establecer un impuesto a la basura”, subrayó.

El cantón de Ginebra (con más de 100 kilómetros de frontera con Francia) seguirá siendo una excepción en Suiza. Aunque esto signifique contravenir la ley federal que prevé una fiscalidad proporcional a la cantidad de residuos generados.

Bolsas oficiales de basura, una amarilla, otra verde
Colorido y… caro. Las bolsas oficiales deben utilizarse con moderación. Por el bienestar del planeta y también de la cartera. Keystone

Alemania e Italia no son ajenas

El fenómeno no incomoda solo a Francia. En 2015 los medios de comunicación dieron gran cobertura a la indignación de las autoridades alemanas que descubrieron en sus bosques y autopistas residuos abandonados por residentes suizos.   

En los centros alemanes de clasificación y recogida de residuos cercanos a la frontera, recientemente han aparecido carteles que de manera explicita prohíben “la exportación de residuos desde Suiza”, como revela el periódico gratuito Blick am AbendEnlace externo

Y tampoco es nuevo el problema en Italia. La polémica (la última de una larga serie) estalló en 2016, cuando las cámaras de seguridad captaron a un hombre que conducía un coche con matricula suiza abandonando sus residuos en un vertedero ilegal cerca de Como. 

Las autoridades locales indicaron que en las carreteras que conducen a los puestos aduaneros del Tesino todas las semanas recogían entre 7 y 10 bolsas de basura suiza.

Profundo resentimiento                    

Más tarde se concluyó que aquel hombre pillado con las manos en la masa era ciudadano italiano. Entretanto las entrevistas con habitantes de la zona fronteriza quejándose del uso que los suizos hacían de su país como vertedero tuvieron gran impacto. Algo similar a lo que en las últimas semanas ha ocurrido en el Franco Condado.

A la atención de los medios de comunicación le siguió, también en el Tesino, una oleada de indignación en las redes, donde las discusiones rápidamente tendieron a superar el problema inicial. 

La crítica mutua ha suscitado resentimientos mucho más profundos y persistentes. De la basura se ha pasado al modo de conducir de unos y otros; del tráfico, al mercado laboral. Y así sucesivamente. Hasta cruzar alegremente la frontera de lo tolerable, y desencadenar comentarios racistas y xenófobos.

Y es que la falta de civismo de unos pocos a veces es suficiente para que las buenas relaciones entre vecinos acaben en… el cubo de la basura.

Traducción del francés: Lupe Calvo

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