Una científica se tira al agua por la Gran Barrera
Desde hace dos años, Katia Nicolet se especializa en Biología Marina en la Universidad de Townsville, Australia. Su pasión por la Naturaleza la lleva a bucear casi todos los días en la Gran Barrera de Coral, objeto de su investigación y su futura tesis.
Mientras que Europa comienza a tiritar con las primeras heladas, Townsville, en el noreste de Australia, vive una radiante primavera. Resplandeciente ella también, Katia Nicolet, 27 años, me recibe en el aeropuerto con una gran sonrisa. En medio de la humedad tropical, nos dirigimos hacia el centro bordeando la colina del castillo (Castle Hill) que desde sus 300 metros de granito rojo domina esta ciudad costera de 200.000 habitantes.
Sentado en la terraza de un café en la calle principal, escucho el curso de introducción sobre la formación de corales que me da Katia con la ayuda del croquis que dibuja en una hoja de papel. Me explica que en apenas 30 años, la mitad del coral de la famosa Gran Barrera australiana desapareció como resultado, en gran parte, del calentamiento global.
Luego de un breve paseo por la bahía frente a Magnetic Island, la isla más grande a lo largo del puerto, cuya mayor parte es ocupada por un parque nacional, nos dirigimos en auto a la Universidad James Cook. Katia prepara ahí su Doctorado en Biología Marina que concluirá en 2016.
El llamado de los trópicos
Nacida de un padre medio inglés y una madre de origen portugués, esta ginebrina terminó en tres años un Bachelor en Biología en la Universidad de Neuchâtel. Después de esa primera ronda de estudios en Suiza, pasó un mes y medio como asistente de investigación sobre ‘peces limpiadores’ en Egipto, una experiencia de campo que le gustó mucho. Decidió entonces seguir su sueño de realizar un Doctorado en Biología Marina.
Tres opciones se le abrieron: Canadá, Francia y Australia. Eligió irse lejos y al calor.
Llegó a Townsville en febrero de 2011, justo después del paso del ciclón Yasi. “Fue una gran diferencia entre el frío de Suiza y el trópico aquí con las inundaciones, los ríos desbordados sobre las carreteras y en el suelo, árboles arrancados de raíz. No hubo electricidad durante una semana», explica. “Como yo no hablaba muy bien el inglés, el inicio no fue fácil, encontrar una casa, abrir una cuenta bancaria”. Afortunadamente, buenos amigos la ayudaron.
Descubre una enfermedad de los corales
Al llegar a la universidad, Katia me acompaña en una visita rápida por sus instalaciones. El campus alberga a más de 12.000 estudiantes, incluidos 1.400 extranjeros, algunos de los cuales de expresión francesa. Ella comparte su oficina con un doctorando italiano. Los distintos departamentos están dispersos en una amplia superficie agradablemente sombreada por altos eucaliptos.
En una mesa de la cafetería me cuenta sus experiencias en el océano. Entre marzo y junio de este año estuvo en Lizard Island, otra isla con un parque nacional a lo largo de la costa de Queensland, unos 500 kilómetros al norte de Townsville.
Se despertaba a las 6:30 y durante una hora preparaba su salida al mar. “Cuando se bucea para la investigación, se lleva una gran cantidad de material”, explica la joven. Como un martillo y un cincel para recolectar corales, una cámara y reglas para medir la velocidad del avance de las enfermedades de los corales.
“Alrededor de las 8:00 horas subíamos al barco. En media hora estábamos en el lugar. Ahí, recogía datos y tomaba fotografías en dos inmersiones de una a dos horas. De vez en cuando tomaba muestras de agua, lo que llevaba todavía dos horas de pruebas en el laboratorio de la isla”.
Este tipo de trabajo de campo permitió a Katia ser la primera en descubrir una enfermedad transmitida a los corales por la Drupella, una especie de caracol marino.
Coral en peligro
Esta pasión por la Gran Barrera le vino de ahí. “Es un ecosistema único, muy productivo, con una increíble biodiversidad”, nos dice entusiasmada. “Se puede comparar con la selva amazónica”. La fragilidad de los arrecifes también llamó su atención, así como todos los factores que están matando a fuego lento ese monumento natural único en el mundo.
Katia trata de averiguar cómo se transmite la enfermedad que afecta al coral, pero nada es evidente. “Puse en marcha 3 o 4 experimentos diferentes que dejo correr durante dos años y vuelvo periódicamente para recoger los datos.
También realizo otros dos experimentos en los que pongo jaulas alrededor de los corales para ver qué pasa cuando no hay peces que comen sobre ellos. La temperatura, la calidad del agua y la luz también pueden influir en el desarrollo de enfermedades”.
Los corales pueden sobrevivir en el agua hasta a 31 grados. Pero más allá corren el riesgo de blanqueo. La temperatura hace que pierdan las algas que viven en simbiosis con ellos, proporcionándoles el 80% de su energía. Y eso es la muerte. La acidificación de los océanos por el CO2 también fragiliza a los corales, un poco como los huesos roídos por la osteoporosis. Y el calentamiento climático genera ciclones más violentos que causan estragos en los corales ya débiles.
Y para empeorar las cosas, los contaminantes como los metales pesados y los insecticidas atacan también al coral, mientras que los fertilizantes ricos en nitratos y fosfatos inciden en la propagación de bacterias que lo enferman. Sin embargo, con sus 2.600 kilómetros de largo, la Gran Barrera de Coral es un lugar de desove privilegiado para muchos peces que pescan y comen los humanos.
El hospital de tortugas
Por la tarde, Katia me lleva a visitar el acuario de Townsville con su hospital para tortugas. En varios estanques, tortugas marinas enfermas o heridas por las hélices de los barcos se recuperan lentamente. En ese momento hay siete animales tratados por diferentes razones, como la ingesta de anzuelos o bolsas de plástico. Una gran tortuga verde, con el caparazón mutilado por una hélice, tardará varios meses en recuperarse del accidente.
El acuario gigante contiene el mayor arrecife de coral “cautivo” del mundo. La joven apunta con el dedo los pescados que encuentra con frecuencia en sus inmersiones. También hay tiburones de todos los tamaños.
A pesar de los muchos peligros que amenazan a la Gran Barrera de Coral, Katia se mantiene optimista y piensa que el avance del conocimiento mediante la investigación científica y el desarrollo de las energías renovables y del ecoturismo aportarán soluciones.
En cuanto a su futuro, la expatriada tiene todavía 3 años para terminar su doctorado. “Si todo sale bien, en el último año podré crear un modelo para prever las epidemias de enfermedades del coral. No sé si podré quedarme luego en Australia o si haré un postdoctorado u otra cosa en otro lado. Lo que sé es que quiero continuar mi investigación, tratar de entender mejor y de proteger los arrecifes de coral, sea en Australia o en otro lugar”.
Nace el 30 de junio de 1986 en Ginebra.
2006-2009: Vive en Neuchâtel , donde realiza su Bachelor en Biología.
2011-2012: Se instala en Townsville para efectuar un Máster en Biología Marina en la Universidad James Cook.
2013: Inicia un Doctorado en Biología Marina en la misma universidad que espera concluir en 2016.
Aparecida a finales de la última glaciación, hace cerca de 10.000 años, se extiende sobre más de 2.600 kilómetros de largo y cubre 348.000 kilómetros cuadrados, a lo largo de la costa noreste de Australia. Este verdadero edificio natural, fabricado por seres vivos, es visible desde el espacio.
Es el sistema de arrecifes de coral más grande del mundo, con alrededor de 400 especies de corales utilizados por más de 1.500 especies de peces, desde los pequeños gobios hasta los tiburones ballena y más de 5.000 especies de moluscos. También es el hábitat de especies en peligro de extinción tales como el dugongo y la gran tortuga verde.
En solamente 27 años ha perdido la mitad de sus corales vivos, indica el Instituto Australiano de Ciencia Marina (AIMS), según el cual los distintos factores responsables de esa erosión son:
– 48%, daños de las tormentas. 34 ciclones han golpeado la Gran Barrera desde 1985.
– 42%, estrellas de mar Acanthaster púrpura, llamada ‘corona de espinas’, una especie que se alimenta de coral. Las razones de su proliferación desde los años 70 aún no están claramente establecidas. Los científicos sugieren la pesca excesiva (que hace desaparecer a sus depredadores), la contaminación o un ciclo natural.
– 10% de blanqueo: un fenómeno que mata a los corales cuando las algas que viven en simbiosis con ellos son expulsadas por situaciones de estrés (calentamiento del agua, contaminación …)
(Traducción del francés: Marcela Águila Rubín)
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