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Una inmigrante en proyectos de integración en Suiza

Pierrette Malatesta, peruana dedicada a proyectos de integración. swissinfo.ch

Durante mucho tiempo, los proyectos de integración en Suiza fueron diseñados y dirigidos por suizos. Hoy cada vez más inmigrantes asumen el rol integradores.

Es el caso de Pierrette Malatesta, quien empezó a trabajar con sudamericanas y hoy asesora también a personas de lengua alemana, francesa, portuguesa e italiana.

La peruana, junto con dos mujeres de los Balcanes, suizos y suizas, forma parte del equipo de FABIA, instituto especializado en la asesoría e integración de extranjeros en Lucerna.

Allí, los recién llegados reciben información y orientación sobre la vida en Suiza -idioma, permisos de residencia, de trabajo, seguros, sistema educativo, legal y de salud-, además de asesoría, por ejemplo, en caso de violencia doméstica.

«Hemos visto casos de chantaje y acoso por parte de sus parejas suizas – si te vas la policía te expulsa – y no es raro ver a hombres que son golpeados físicamente, pero que difícilmente hablan de este problema», señala Pierrette Malatesta.

Choques con la mentalidad suiza

A FABIA también acuden mujeres que sufren choques culturales, que no entienden la mentalidad o la ‘inflexibilidad e intolerancia suiza’, con estructuras tan fijas. O aquellas que no pueden integrarse profesionalmente.

«Son mujeres agobiadas porque ya no pueden moverse solas, lo que es terrible para alguien que invirtió muchos años en su formación y tiene experiencia de vida», explica Malatesta, educadora de adultos y formada en mediación intercultural.

La peruana también sufrió la desconfianza de otros – «tú no eres capaz»- hace 22 años, cuando llegó a Suiza. En Perú había estudiado Comunicación y Relaciones Públicas, título que no le fue reconocido en el país alpino. Por suerte, también había estudiado danza moderna y expresión corporal.

«Al comienzo daba cursos de español y luego de danza, para mantenerme a flote», dice Malatesta, casada con un suizo y madre de dos hijos. «Como todas las extranjeras que conozco, cuando me dijeron ‘no’, yo busqué otros caminos».

Entró a grupos de solidaridad, aprendió alemán y poco después la llamaron para participar en FEMIA, un proyecto de integración en Zúrich. Entonces, en 1991, ya tenía a sus dos hijos. Su esposo, Hans Peter Widmer, le brindó todo su apoyo.

Empiezan a notarse los cambios

FEMIA «era un proyecto innovador, porque las tres personas del equipo- una suiza y dos extranjeras- teníamos la misma posición. Comenzó como oficina de apoyo a refugiados y luego lo convertimos en una casa de formación para extranjeras».

«El proyecto duró ocho años y nuestro mayor logro fue el reconocimiento de la capacidad de las extranjeras», refiere Malatesta, quien al regresar a Lucerna empezó a trabajar en FABIA.

Después de tantos años en proyectos de integración, Malatesta sostiene que este concepto «no cuaja del todo entre muchos suizos, que todavía tienen miedo de los extranjeros y por ello no les dan las mismas oportunidades. Además, falta el compromiso político».

Se ha logrado muy poco, pero empiezan a notarse cambios positivos. También gracias al trabajo de suizos como Hansjörg Vogel. «Es una persona que goza de gran aceptación, logra involucrar en el proceso de integración a todos los actores, es un unificador», según Malatesta.

Cómo medir el grado de integración

Vogel, ex obispo de Basilea, es delegado de Integración de Lucerna desde hace siete años. Como tal, coordina y acompaña las diferentes proposiciones de integración en el cantón, como cursos de idiomas. «Cerca de 2.000 mujeres han seguido estos cursos y han mejorado su integración».

Preguntado sobre cómo mide la integración, si el dominio de una lengua nacional es decisivo o sólo una referencia para ello, responde: «Hay italianos que no hablan una palabra de alemán y se sienten integrados; también la sociedad suiza los considera así. Otros inmigrantes hablan alemán, pero no están integrados».

El idioma es sólo un elemento de la integración que a menudo es sobrevalorado, continúa. «Lo importante es que la sociedad de acogida ofrezca realmente acceso a la educación, al trabajo, al contacto social».

El contexto cultural del país de origen tampoco es determinante en la integración. «Hay gente de un mismo país que se integra fácilmente, otros no. Aquí de nuevo la formación, las experiencias en el propio país, si vienen de la ciudad o del campo, es lo decisivo».

Vogel considera que hay muchos prejuicios y generalizaciones, que hay que diferenciar, que el problema está también en la sociedad de acogida que se pone en contra del nuevo grupo de inmigrantes. «En Suiza los primeros en sufrir prejuicios fueron los italianos, luego los tamiles, ahora son los yugoslavos, los albaneses», puntualiza.

La religión como factor de integración

«El tiempo en la Iglesia está muy lejos de mí», replica Vogel ante la pregunta si su experiencia como sacerdote católico facilita su trabajo actual. «Hace 12 años dejé el sacerdocio, ya no quisiera tocar más ese tema públicamente».

No obstante, destaca que la posibilidad de practicar la propia religión es importante en la integración, en la identidad, es una fuente de fortaleza para enfrentar los reveses de la cotidianeidad. «En iglesias, minaretes, templos hay contacto humano, la gente se siente acompañada, apoyada».

Vogel dice haber aprendido a valorar en los extranjeros «la existencia que se han forjado en condiciones difíciles, la facultad, sobre todo en la segunda generación, de vivir entre dos mundos, la flexibilidad y apertura, tan importantes en la economía y en un mundo globalizado».

swissinfo, Rosa Amelia Fierro

Según la Oficina Federal de Estadística, el 20% de la población en Suiza es extranjera.

Los italianos forman el grupo más grande (19,6%), delante de los serbio-montenegrinos (13%), portugueses (11,1%) y alemanes (10,4%).

Los españoles representan el 4,7%; los latinoamericanos el 3,5%.

Entre 1990 y 2005, el número de inmigrantes balcánicos pasó de 150.000 a 350.000.

En los últimos años, la colonia italiana disminuye: muchos retornan a su país o adoptan la nacionalidad suiza. Lo mismo se aplica a la colonia española.

FABIA, instituto de asesoría e integración promueve la convivencia entre suizos e inmigrantes. Trabaja por encargo de municipalidades, la Confederación y los cantones de Lucerna y Nidwalden.

Su oferta de servicios incluye asesorías en ayuda social, escolaridad y educación para niños y jóvenes de otras lenguas.

Conoce a las organizaciones de extranjeros de la región, realiza actividades de información y ofrece mediadores interculturales.

El área de Integración de la Oficina de Asuntos Sociales del cantón Lucerna promueve la comunicación y la formación de redes entre todas las personas e instituciones activas en la política de integración y de extranjeros.

Organiza actividades de información y de formación en el tema de la integración. Apoya económicamente y coordina proyectos de esa índole, evalúa su desarrollo y éxito con los involucrados.

El cantón de Lucerna es uno de los más activos en la integración. Ya en el año 2000 aprobó directivas sobre su política de extranjería y de integración.

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