Vieja utopía revive en las calles suizas
Es quizá una de las ideas políticas más inusuales lanzadas en los últimos años. Los partidarios de un ingreso básico incondicional aseguran haber recogido suficientes firmas para que su proyecto sea sometido a voto popular.
“Puras tonterías”, murmura un hombre de cierta edad, a la entrada de la estación férrea de Basilea. Es su respuesta a la invitación del joven activista para que firme la iniciativa, impulsada por un grupo de personas sin el apoyo de una organización política importante.
Los activistas dicen que es hora de realizar un amplio debate público sobre el valor del trabajo en la sociedad, la creciente brecha entre ricos y pobres y, más específicamente, sobre la necesidad de que cada residente legal en Suiza reciba un ingreso mensual de 2.500 francos ($ 2.597). El objetivo es proporcionar a todos el derecho a la autodeterminación y a vivir con menos presión, según el folleto promocional.
Aunque el transeúnte de Basilea no sea el único en reaccionar negativamente y en voz alta, esa fría mañana de sábado de fines de mayo se encuentra en minoría.
Minutos más tarde, el mismo joven se enfrasca en un vivo debate con un maestro jubilada sobre el valor del trabajo y la presión sobre la generación joven para conseguir empleo y formación. Finalmente, su interlocutor rechaza estampar su firma: “Parece una buena idea, pero no creo que pueda aplicarse”.
Sin embargo, el entusiasmo del activista no merma. Forma parte de un grupo de cinco personas que parecen disfrutar con los intercambios públicos. Sus esfuerzos también son recompensados: enfundado en el uniforme del ejército y luego de un escepticismo inicial, un joven de 22 años termina por firmar. Libre el fin de semana, el muchacho había sopesado los argumentos a favor y en contra de la iniciativa, moviendo lentamente la cabeza de derecha a izquierda y viceversa. Se había decidido repartiendo por igual elogios y críticas.
“Es bueno discutir sobre la idea”, comenta. Añade que sus promotores deberían evitar establecer nexos entre las nociones de prestación social y de caridad, que podrían atemorizar a eventuales partidarios.
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¿Dejaría su empleo si tuviera un ingreso estatal?
Núcleo duro
Los promotores de la iniciativa tienen motivaciones idealistas que podrían romper un tabú en una sociedad que se define en gran medida por el trabajo y el dinero.
Marcos Balsiger, investigador en ciencias sociales y experto en relaciones públicas, comenta que la campaña le llamó la atención sobre todo durante su lanzamiento.
Le sorprende el número de firmas reunidas por los activistas a pesar de que las personalidades que figuran como “amigos” oficiales de la iniciativa no parecen lo suficientemente prominente como para movilizar a los ciudadanos fuera de un estrecho círculo de personas con ideales humanistas.
Empero, subraya Balsiger que el trabajo de sensibilización que los activistas efectúan en la calle tienen un toque simpático y su página web, un aire profesional, lo que compensa lo exiguo de su presupuesto.
Los promotores del proyecto recolectan firmas para la introducción de una renta básica incondicional para todos las personas residentes legales en Suiza.
El objetivo es proporcionar a toda la población los recursos necesarios para llevar una vida digna y participar en los asuntos públicos.
La idea original se remonta a la Edad Media con el humanista y filósofo social inglés Tomás Moro, y se desarrolló a través de los siglos.
En el Siglo XX, el filósofo francés André Gorz era un entusiasta partidario de un ingreso garantizado para los ciudadanos.
Esfuerzos en ese sentido han sido impulsados en diversos países incluidos Brasil, Cuba, Mongolia, y – en una escala limitada – en Namibia y Alemania.
Se llevan cabo también en los 27 países de la UE. El movimiento por un ingreso incondicional en Suiza se intensificó en 2006. La más reciente iniciativa fue lanzada en 12 de abril y será presentada en octubre.
Humanismo contra certitudes
Por su parte, el politólogo Michael Hermann describe la iniciativa como “un intento de cuestionar certitudes a nivel político y filosófico”.
Considera que hay poca oportunidad de que un tema tan difícil “provoque un escándalo”, a diferencia de otras iniciativas, como aquellas que buscaban suprimir el ejército suizo o la prisión perpetua para los criminales pedófilos.
El tema de un ingreso incondicional también se discute en otros países, sobre todo en la vecina Alemania.
“El propósito principal de la iniciativa sería generar una amplia discusión. Por lo tanto, la campaña es quizás la etapa más importante”, dice Hermann. Agrega que es perfectamente legítimo, pero conlleva el riesgo de quedar enterrado por mucho tiempo al nivel político puesto que el texto, en su opinión, tendría poco éxito en las urnas.
Una tarea ardua
Aquel mismo sábado de finales de mayo, pero más tarde y frente a la estación de trenes de la ciudad de Berna, una mujer de mediana edad toma un portapapeles y espontáneamente se une a los activistas, que se mantienen firmes a pesar del evidente cansancio.
“Es irritante que tan pocas personas acepten dialogar”, dice Dani Hani, promotor líder de la renta básica incondicional.
Como para contradecir la declaración, una mujer de unos 40 años se acerca. Firma sin ninguna vacilación. Experta en ciencias sociales, explica que le gustan los debates y afirma que la política social actual está marcada por la desconfianza.
Diversas iniciativas han marcado la agenda política en Suiza en los últimos años.
Una propuesta de los partidos de izquierda y de los sindicatos para la introducción a nivel nacional de un salario mínimo ganó el apoyo suficiente de los ciudadanos y en breve será presentada al Parlamento. Una votación a nivel nacional podría tener lugar el próximo año.
Es probable que a finales de año tenga lugar un escrutinio sobre una propuesta que busca limitar los salarios de los directivos de tal forma que el sueldo más alto no pueda superar más de 12 veces el ingreso más bajo de la empresa.
A principios de este año, los electores suizos aprobaron una propuesta para aumentar los derechos de los accionistas para frenar los salarios de los directivos.
Oposición patronal
Hasta ahora, la iniciativa ha encontrado muy poco apoyo entre la comunidad empresarial y los economistas, aparte de algunas excepciones notables.
En un documento de 11 páginas publicado el pasado mes de octubre, la Federación de Empresas de Suiza (Economiesuisse) advierte que la economía suiza perdería su ventaja competitiva si la iniciativa fuera adoptada.
La entidad rechaza una propuesta de aumento al Impuesto al Valor Agregado para financiar el proyecto, así como la afirmación de que el sistema de seguridad social del país sería reducido con la introducción de dicha renta básica incondicional.
Los opositores aseguran que el plan costaría cerca de 140 mil millones de francos anuales al año, a financiar a través de un impuesto al consumo que aumentaría a más del 50%.
“Tan simple y plausible que la idea pueda parecer, es demasiado buena para ser real”, concluye el texto. “Por desgracia, es solamente una idea utópica costosa”.
“De regreso a la Tierra”
Rudolf Strahm, ex ombudsman de precios, dice que la idea de una renta básica incondicional es fascinante, a primera vista, pero “volvemos a la Tierra cuando nos damos cuenta de que, concretamente, las personas serían financiadas de por vida por el Estado como jubilados profesionales”.
El ex parlamentario socialdemócrata dice que aprecia la imagen idealista de la humanidad promovida por los activistas. El concepto de la iniciativa y los temas sociales detrás de él deben ser tomado en serio, dice. “Pero la respuesta no ha sido pensada hasta el final”, afirma.
Strahm es un ardiente promotor del doble sistema de educación y formación profesional de Suiza y teme que una iniciativa semejante pueda hacer que los jóvenes pierdan cualquier incentivo por conseguir un empleo y el trabajo, su valor.
Critica a los promotores por sus “costos cálculos aventureros” y advierte de los efectos de un ingreso incondicional en un mundo globalizado con la apertura de fronteras.
“Las utopías y las visiones no tienen que dar respuesta a todas las preguntas técnicas, es cierto; sin embargo, en su confrontación con la realidad, una utopía debe responder también a cuestiones fundamentales”, agrega Strahm.
Los promotores de la iniciativa no son sordos a las críticas. Sin embargo, un destacado activista, el otrora portavoz del gobierno, Oswald Sigg, está convencido de que vale la pena luchar por una sociedad y una distribución del ingreso más justas, aunque parezca imposible ganar una mayoría de votos.
“Suiza es el único país del mundo donde se puede votar por una idea utópica”, enfatiza.
Los promotores habían recogido más de 110.000 firmas a finales de mayo y les restan cuatro meses para completar su campaña.
Traducción, Marcela Águila Rubín
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