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Entre las fake news y los hechos: La responsabilidad de los medios de comunicación internacionales

Mark Livingston

El año 2025 comienza con muchos interrogantes e incertidumbres. Eso tiene mucho que ver con el presidente estadounidense Donald Trump. Lo que está claro es que el espacio internacional de la información seguirá cambiando, y medios como Swissinfo serán cada vez más importantes a la hora de proporcionar orientación.

Si hojeamos los titulares de los medios de comunicación del mundo occidental a principios de año, se puede observar como un nombre ocupa constantemente el centro de atención: Donald Trump. Quienes le admiran muestran una gran esperanza en torno al nuevo hombre fuerte de Washington. Sin embargo, Trump también despierta incertidumbre entre una gran multitud que afirman temerse lo peor.

¿Cómo afectarán los esperados conflictos comerciales a los acontecimientos en los mercados mundiales? ¿Cómo cambiará la geopolítica la agenda de política exterior de Trump? ¿Qué impacto global tendrán los acontecimientos en EE.UU. sobre el creciente número de democracias en apuros?

Mucho queda por reflexionar. No obstante, merece la pena analizar las acciones de Trump hasta la fecha de cara al futuro en los medios de comunicación, por ejemplo.

Trump ha hablado constantemente de «medios de noticias falsas» (“fake news medias”) para negar toda credibilidad a los medios de comunicación establecidos. Ha logrado, incluso, invertir por completo la narrativa que rodea el asalto al Capitolio en Washington D.C. el 6 de enero de 2021 por parte de sus partidarios, a pesar de las imágenes que nos llegaron de la violencia masiva y, por otro lado, de las numerosas condenas legalmente vinculantes a quienes la ejercieron. 

Cuando se le preguntó si quería dar una nueva imagen del asalto al Capitolio y si asumía alguna responsabilidad por los acontecimientos de ese día, su portavoz Karoline Leavitt señaló con el dedo a los «perdedores políticos» que habían intentado destruir su carrera y afirmó que «los medios de comunicación dominantes siguen negándose a informar de la verdad sobre lo que ocurrió ese día». 

La versión de la verdad de Trump es que detrás de la violencia del 6 de enero de 2021 había agitadores antifascistas y una conspiración del «Estado profundo». Los presuntos vándalos y otros asaltantes son equiparados a presos políticos, patriotas y mártires.

Evidentemente, la información falsa o tendenciosa con la intención de engañar a la gente existía mucho antes de Donald Trump. Lo que es nuevo es la magnitud del problema y el hecho de que esas distorsiones de la realidad se produzcan a la vista de la opinión pública de todo el mundo.

Donald Trump refuerza así una evolución que comenzó mucho antes, como señalaron los politólogos David Barker y Morgan Marietta en su libro «Una nación, dos realidades» en 2019. Basándose en amplios estudios empíricos en Estados Unidos, sostienen que los valores de las personas son decisivos en relación con cómo perciben los hechos – y que la gente prefiere creer lo que es compatible con sus convicciones -. Esta conclusión es válida independientemente de la orientación política. Por el contrario, cuanto más polarizados están los valores y más prevalece la polarización política, más borrosa se vuelve la diferencia entre opinión y hecho.

La mejor ilustración de hasta qué punto se puede jugar con esto la ofreció Trump en el debate televisado contra Kamala Harris en vísperas de las elecciones presidenciales: cuando el presentador de ABC News intervino para decir que la afirmación hecha anteriormente por Trump de que las personas inmigrantes de Springfield (Ohio) se comían a perros y gatos era falsa, Trump tachó sumariamente de inverosímil la corrección del presentador. Y ello a pesar de que ABC News había verificado esta información de primera mano a través del ayuntamiento de Springfield.

Es evidente, como la comprobación de los hechos suele ir más allá del ámbito de la experiencia personal, la aceptación de los hechos depende en última instancia de si la gente confía en las fuentes de información que les proporcionan. 

Aquí es donde entran en juego los medios de comunicación establecidos. Sin embargo, aunque tradicionalmente cumplan con la tarea de proporcionar información y operan de acuerdo con las normas periodísticas y los criterios éticos de los medios de comunicación, no sólo están sometidos a una fuerte presión económica. La confianza en los medios de comunicación públicos y privados también se está erosionando en todo el mundo. Según el Digital News Report del Reuters Institute, sólo el 40% de la gente sigue confiando en la información de los medios profesionales.

La constante denigración de las empresas de comunicación tradicionales por parte de Donald Trump y otros autoproclamados opositores a las élites está dejando huella. Y las redes sociales han abierto nuevos espacios informativos donde cualquiera puede publicar lo que quiera, lejos de cualquier norma periodística. Los actores políticos están aprovechando la inseguridad generada entre la población y las oportunidades que ofrecen las redes sociales para despertar desconfianza en los medios tradicionales y difundir sus propias narrativas parcialmente construidas. El reciente anuncio de Mark Zuckerberg, fundador de Facebook y propietario de Meta, de que abandonaría la verificación externa de los hechos en su país ha adquirido el valor de un credo: en las redes sociales cuentan las opiniones, no los hechos. 

A las autocracias, en particular, les gusta aprovecharse de este flanco abierto en el espacio informativo, escribe la publicista Anne Applebaum en su último libro «Autocracy, Inc.»: «Con tantas explicaciones, ¿cómo podemos saber lo que ocurrió realmente? ¿Y si nunca lo averiguamos? Si no entiendes lo que ocurre a tu alrededor, no te unas a un gran movimiento democrático». 

Por ello, las democracias que funcionan necesitan medios de comunicación que funcionen. Los medios de comunicación activos internacionalmente, como Swissinfo, pueden contribuir de forma decisiva a ello y trabajar para garantizar que la información valiosa y no las afirmaciones burdas constituyan la base de las decisiones personales, sociales o políticas en todo el mundo. 

Para ello, los medios de comunicación internacionales deben generar confianza. Sin embargo, eso sólo se puede lograr demostrando a diario su independencia y practicando un periodismo que no polemice, sino que identifique ambigüedades, proporcione contexto y compruebe los hechos. Esto es exactamente a lo que se compromete Swissinfo. Nuestras normas y procesos han sido auditados externamente y certificados por su fiabilidad, y somos transparentes sobre nuestra forma de trabajar.

Reconocemos que, como empresa internacional de medios de comunicación de la neutral Suiza, gozamos de un alto nivel de credibilidad en todo el mundo. Esto nos obliga a analizar críticamente las distintas posturas sobre los temas, a hacer comparaciones internacionales y a aportar perspectivas suizas. De este modo, no servimos a las opiniones existentes, sino que las enriquecemos con nuevos puntos de vista. Como han demostrado los acontecimientos de los últimos años, esta tarea será aún más importante con Trump 2.0.

Texto adaptado del alemán por Carla Wolff

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