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Trabajadores acampan ante la sede de Télam desde hace cien días para evitar su disolución

Augusto Morel

Buenos Aires, 11 jun (EFE).- Los empleados de la agencia argentina de noticias Télam llevan 100 días acampados a las puertas de la sede de la empresa para exigirle al Gobierno de Javier Milei que dé marchas atrás en su pretensión de cerrarla, bajo el argumento de que había sido utilizada como una herramienta de propaganda por el partido kirchnerista y que su mantenimiento resultaba económicamente inviable, con pérdidas estimadas este año en 20.000 millones de pesos argentinos (unos 21,7 millones de dólares).

Desde el anuncio de Milei, los trabajadores encontraron las instalaciones de la agencia valladas y custodiadas por la policía federal, impidiéndoles ingresar y realizar sus labores. En respuesta, han generado protestas y han acampado frente a las instalaciones, respaldados por sindicatos y diversas organizaciones de defensa de la libertad de expresión.

Al costado de las vallas policiales, que impiden el ingreso a la sede de la agencia en Buenos Aires, los empleados se reúnen en vigilia permanente bajo el cobijo de carpas de lona levantadas desde el pasado 4 de marzo, cuando el Gobierno de Milei anunció el cierre como parte del ajuste económico.

“Nos dispensaron de trabajar con goce de sueldo, pero queremos volver para brindar información plural, federal y con perspectiva de género”, explica a EFE Ornella Rapallini, licenciada en comunicación de la Universidad de Buenos Aires y hasta hace unos meses periodista de la sección Sociedad.

Pese a que la ley actual impide disolver sociedades estatales sin autorización del Congreso, el Gobierno de Milei podría pasar por encima de este requisito si el Senado aprueba el paquete de reformas incluido en la ‘ley de Bases’, que le otorga facultades legislativas y que se comenzará a discutir en la Cámara alta este miércoles.

Los artículos de Ornella, así como el caudal noticioso que ponían en circulación diariamente sus compañeros, llegaba a 2.800 abonados, entre prensa nacional, internacional y las oficinas gubernamentales. Además, 8,7 millones de personas visitaban mensualmente un portal de noticias que hoy aparece con la leyenda: ‘página en reconstrucción’.

Con la vista puesta en el “déficit cero”, el Gobierno clausuró las redacciones. Notificó a todos los empleados que estaban “dispensados de prestar servicios” y que recibirán pagas semanales, e incentivó al vaciamiento de la plantilla a través de retiros voluntarios, aceptados por -al menos- 340 de 770 empleados.

“Con mi aporte buscaba visibilizar problemáticas o brindar información chequeada, que es vital para la sociedad. Redactaba noticias incluyendo distintas voces y haciendo preguntas con pensamiento crítico”, recuerda Rapallini.

La acampada

Ornella hace turnos rotatorios en las tiendas de campaña, que funcionan como «sucursales de resistencia». El compromiso periodístico continúa en la página web ‘Somos Télam’ sostenida por sus trabajadores.

Hay una zona para cocinar, otra para trabajar y otra para descansar, con camas improvisadas, colchones y mantas donadas por los vecinos del barrio y organizaciones sociales.

Según el Ejecutivo, una de las razones del cierre de la agencia son las pérdidas por valor de 21,7 millones de dólares. Sin embargo, el presupuesto asignado para 2023 indicaba gastos por 20,4 millones de dólares, mientras que los ingresos representaban 17,5 millones y las remuneraciones apenas llegaban a los 6,7 millones.

“La agencia sobrevivía gracias a lo que creaba. Después vinieron Gobiernos que dejaron eso de lado y hacían que la plata venga por presupuesto estatal. Con el Gobierno anterior, logramos recuperar el 15 % de los servicios de agencia”, cuenta a EFE, José Víctor Celis, encargado de las campañas publicitarias y veterano en la defensa de los puestos de trabajo.

Además de ser la mayor agencia de noticias latinoamericana y la segunda más importante en lengua castellana, Télam ofrecía servicios de publicidad y administraba la pauta oficial a diferentes medios privados de Argentina.

José, que empezó como cadete administrativo hace 32 años, todavía recuerda uno de los primeros intentos de clausura. En 1996 lo habían mandado a recoger una copia física del Boletín Oficial y al ojearlo encontró un decreto presidencial anunciando el cierre de la empresa. “Tomamos la agencia y en un día se solucionó”, resumió.

En 2001 hubo otra tentativa de cierre que se saldó con el agrupamiento con Radio Nacional y Televisión Pública, en el que “el superávit de Télam” se usaba para “cubrir a otros medios”. En 2018 tomaron nuevamente las redacciones en protesta por el despido de 357 personas, una decisión que una orden judicial revirtió.

“Este Gobierno ha puesto retiros voluntarios. Te hace la psicológica y vos, como no aguantas la situación, te vas. Se fueron más de 340 compañeros y el resto seguimos, aguantando hasta el final”, afirma Celis.

“Si dejamos de reclamar, le vamos a dar toda la libertad para realizar un achique del Estado y destruir los lugares donde se garantizan derechos”, considera Sabino Cabrera, archivista fotográfico de Télam y delegado del Sindicato de Prensa de Buenos Aires.

El rol de Sabino se asemeja al de un guardián de la historia argentina registrada con base en negativos, cajas repletas de fotos e imágenes digitalizadas, que rememoran los períodos más icónicos del país.

“Nos vamos de acá y eso puede desaparecer y venderse o privatizarse, como ya ocurrió en otros momentos. Si uno abandona, no sabe lo que resta de su trabajo, sus herramientas o sus compañeros”, concluye Sabo, convencido, como sus compañeros de acampada, de que el “futuro es volver a la agencia”. EFE

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