Algunas niñeras simplemente desaparecen
Jóvenes mujeres albanesas vienen a Suiza porque desean cuidar bebés, un trabajo agradable en un país seguro. Pero muchas terminan en las garras de traficantes de personas. Parte 3.
Investigación y texto: Adelina Gashi, Marguerite Meyer. Colaborador investigativo: Vladimir Karaj.
Lo que ha sucedido hasta ahora (Parte 2): Mujeres de Albania son atraídas a Suiza como niñeras y terminan siendo explotadas por traficantes de personas. Porque han sido engañadas. Al igual que Ardita.
Ardita, una joven empleada administrativa, intentaba reorganizar su vida después de un divorcio desordenado. Al principio, se mostraba escéptica respecto a la oferta de trabajo como niñera. Pero le dijeron que el agente organizaría todo el viaje y le proporcionaría un contrato de trabajo adecuado al llegar. Ardita confiaba en la imagen que tenía de Suiza: un país con seguridad y legal para todos. Y así voló a Zúrich con gran entusiasmo.
Su primera asignación con una familia en Schaffhausen fue decepcionante, ya que le habían prometido CHF600. Contrario a lo acordado, tuvo que cuidar no solo de tres niños pequeños, sino también de toda la casa. «Trabajé como un caballo», recuerda Ardita.
Las Naciones UnidasEnlace externo definen el tráfico de personas como «el reclutamiento, transporte, transferencia, albergue o recepción de personas mediante la fuerza, el fraude o el engaño, con el objetivo de explotarlas con fines de lucro. Hombres, mujeres y niños de todas las edades y procedencias pueden convertirse en víctimas de este crimen, que ocurre en todas las regiones del mundo. Los traficantes a menudo utilizan la violencia o agencias de empleo fraudulentas y promesas falsas de educación y oportunidades laborales para engañar y coaccionar a sus víctimas».
La gran mayoría de los perpetradores son hombresEnlace externo. Las mujeres que se convierten en cómplices suelen haber sido previamente explotadas ellas mismas.
Se quejó con su agente de contratación, Qemal. Él prometió trasladarla a otro lugar. A cambio, él le cobró una «tarifa de colocación» y la envió a trabajar como limpiadora en un club de Zúrich.
En cinco semanas, Ardita trabajó para cuatro hombres diferentes. Sobre todo limpiaba en restaurantes y clubes. Ocasionalmente la enviaban al otro lado de la frontera, a Alemania, para limpiar hoteles. Alguien le quitó el pasaporte. Nunca pudo ver su dinero, contrato o permiso de trabajo.
Ardita protestó y la reprendieron. Se enojó e insistió en recibir su salario, «de lo contrario, iré a la policía». «Te meterán en la cárcel por trabajo ilegal», la advirtió uno de los empleadores.
Las víctimas del tráfico de personas suelen estar en Suiza ilegalmente, sin culpa propia. El gobierno ha elaborado un nuevo «Plan de Acción Nacional de Lucha contra el Tráfico de PersonasEnlace externo«. El documento estratégico pretende crear una base para las autoridades. Entre otras cosas, se espera que las personas traficadas tengan menos carga de prueba.
Mezcla de violencia y vergüenza
Cuando Ardita se quejaba a sus explotadores, la insultaban: «Eres una estúpida, vergüenza para tu familia». Sin embargo, le aseguraban que pronto llegaría el contrato. Después de algunas semanas, Qemal la subió a un avión de regreso a casa. Todas las promesas quedaron vacías.
Tenemos decenas de capturas de pantalla, mensajes de voz e historiales de chat que confirman la historia de Ardita. Su destino coincide con todos los demás casos que hemos tratado. Involucran el mismo patrón de engaño, tácticas de dilación y intimidación. La autoestima de las víctimas se ve aplastada, y con ello, cualquier sentido de autodeterminación.
Conocemos a Mariana a través de un programa de televisión en la televisión albanesa. Su reclutador le ofreció un trabajo como asistente en una empresa de limpieza a través de WhatsApp. «Su condición era que tenía que dormir con él una vez a la semana», dice en el programa. Mariana rechazó el trabajo. Lo que suena como una estúpida frase de un hombre desagradable es en realidad una táctica deliberada. Los traficantes utilizan tales comentarios para probar cuán desesperadamente una posible víctima necesita dinero, y hasta dónde llegarían para conseguirlo.
Otra ex niñera nos cuenta que su empleador le sugirió que podría ganar hasta 1.000 francos suizos por noche «trabajando como camarera» en un club ilegal. Aparentemente, ella accedió, pero nos dice: «Nunca hice eso. No es para mí». No sabemos exactamente dónde está la verdad.
Así es como nos sentimos en muchas conversaciones. Hay una neblina de miedo, vergüenza y tabú, por lo que nos atenemos a los hechos conocidos: registros judiciales y declaraciones oficiales de las víctimas. Aunque conocemos los nombres y números de teléfono de los presuntos explotadores, no podemos enfrentarlos con las acusaciones sin poner aún más en peligro la seguridad de las mujeres.
Pero nos queda claro: algo que comienza como un supuesto trabajo de niñera puede terminar en prostitución forzada.
La odisea aún no ha terminado
La pesadilla de las personas traficadas no termina cuando escapan de sus explotadores, suponiendo que lo hagan. A menudo, los sobrevivientes regresan a casa con aún menos dinero y están traumatizados. Por vergüenza, no hablan con nadie sobre su experiencia. No aparecen en ninguna estadística. Nunca fueron registrados como trabajadoras en Suiza. Ni por los empleadores, y ciertamente no por los traficantes reales, que obtienen beneficios de la creciente demanda de niñeras baratas por un lado y de la necesidad y esperanza de las mujeres por el otro.
«Desde la libre circulación de personas, por supuesto, es más fácil encontrar trabajo legal en otros países. Sin embargo, es una desventaja para nosotros que nadie sea informado si son devueltos o regresan por sí mismos», dice Brikena Puka, directora de Vatra, una ONG en la ciudad portuaria de Vlorë que se ocupa del tráfico de mujeres en Albania. «Esto hace aún más difícil identificar a las víctimas cuando regresan de Suiza».
En Albania, muchas personas conocen la posibilidad de trabajar como niñera en Suiza y han escuchado sobre una prima o la hija de una amiga. Sin embargo, muy pocos son conscientes de que se trata de una forma de trata de personas. Incluso los expertos en Vatra no están seguros de cómo combatirlo. Puka está convencida de que se necesita más coordinación en la lucha internacional contra la trata de personas.
¿Cómo están las mujeres ahora?
Lirije, quien fue obligada a trabajar en condiciones similares a la esclavitud, ha encontrado un nuevo optimismo después de su calvario. Recibió atención psicológica en un refugio y fue acompañada durante el proceso judicial. Hoy en día, sigue siendo inestable pero se le ha permitido quedarse en Suiza como un caso de dificultades debido a sus circunstancias difíciles. Actualmente está reconstruyendo su vida aquí.
Otras mujeres afectadas, como Ardita, regresaron a su país de origen. Ella dice que quiere darle otra oportunidad a Suiza. Espera tener más suerte y encontrar un trabajo adecuado. «Todavía no puedo contarle a mi familia lo que me sucedió», dice.
Otras fueron deportadas o desaparecieron misteriosamente de la escena, como Mariana y Shpresa. Hemos perdido contacto con ellas. Tal vez hayan vuelto a caer en manos de traficantes: un patrón que a menudo se repite en el círculo vicioso de las dependencias. Simplemente porque las víctimas necesitan el dinero, para ellas mismas y sus familias. Así que lo intentan de nuevo, con la esperanza desesperada de que las cosas salgan mejor esta vez.
Esta investigación apareció por primera vez en la revista suiza «Beobachter». Fue posible gracias al apoyo del JournaFONDS y el fondo de medios Real 21.
La versión en alemán está disponible en «Beobachter.chEnlace externo«.
Adaptado del inglés por José Kress.
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