«Me eché a llorar sin saber por qué»
Anne era dependienta en unos almacenes y dirigía varios departamentos cuando sufrió el síndrome del quemado.
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Se había incorporado una nueva supervisora y Anne sentía más presión para alcanzar los elevados objetivos de ventas sin apoyo adicional. Según sus cálculos, a finales de año había acumulado 300 horas extraordinarias de trabajo.
Anne comenzó a tener problemas para conciliar el sueño y se percató de que, a pesar de trabajar más, era menos productiva. Finalmente se dio cuenta de que sufría el síndrome del trabajador quemado.
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