Las viviendas de lujo expulsan de las montañas a la población local
En el municipio de Pontresina, junto a la lujosa localidad de Saint-Moritz, las segundas residencias representan ya el 58 % del parque inmobiliario. La falta de oferta asequible hace que la población local a menudo se vea obligada a abandonar el valle. Reportaje.
“Acaban de rechazarnos otra vivienda. Es realmente desalentador. Hace más de un año que estamos buscando un nuevo hogar a un precio asequible y todavía no hemos tenido suerte”, dice Marcel Schenk, padre de tres pequeños y guía de montaña en Pontresina, un pueblo de poco más de 2.000 habitantes en el cantón de los Grisones.
Marcel Schenk y su familia viven con estrechez en un piso de dos habitaciones y media. Pero encontrar otro sitio donde vivir es imposible. Instalado en la estación desde hace 18 años, este hombre de cuarenta años afirma que en su misma situación están otras muchas personas. “Gente conocida nos contacta para hacerse cargo de nuestro contrato de alquiler una vez que nos hayamos ido. Pero estamos muy lejos de haber encontrado un lugar al que ir”, señala.
Pontresina —en el valle de la Alta Engadina y a tiro de piedra de la famosa estación de Saint-Moritz— sufre una crisis inmobiliaria sin precedentes. Este fenómeno afecta a todas las zonas turísticas de montaña de Suiza, sobre todo a los cantones de Berna, del Valais y los Grisones.
Solo en las montañas de los Grisones faltan casi 2.500 viviendas, según el Foro Económico de los Grisones. Los mensajes de miles de familias que buscan desesperadamente un piso o una casa se comparten en las redes sociales. Aunque a menudo, en vano.
La COVID, detrás de esto
A las promotoras inmobiliarias les resulta mucho más atractivo ofrecer propiedades de lujo que pueden alquilarse o venderse a un precio elevado a huéspedes de fuera de la región. Y, al mismo tiempo, encontrar alojamiento asequible se ha convertido en una auténtica carrera de obstáculos para la gente local.
Para que los precios bajen algo, las familias, muchas veces, se ven obligadas a buscar lejos de su vecindario o incluso, fuera de las zonas turísticas. En el mejor de los casos, se ven confinadas en complejos de alquiler a las afueras del pueblo. Y la vida local que da encanto a la localidad, poco a poco, se desvanece.
La pandemia de coronavirus ha impulsado la demanda de segundas residencias. En Pontresina, representan ya el 58 % de las viviendas. “Personas de edad avanzada han venido de toda Suiza para vivir aquí, y aprovechar las oportunidades del teletrabajo o prejubilarse. Esta afluencia ha acelerado la marcha de las familias con hijos pequeños, que se ven expulsadas por la gente recién llegada con mayor poder adquisitivo”, cuenta Nora Saratz Cazin, alcaldesa de Pontresina, de los Verdes Liberales (centroderecha).
Conclusión: aumenta el número de “camas frías”. Es decir, quienes poseen viviendas se muestran reticentes a alquilarlas cuando están fuera.
Los efectos perversos de la iniciativa Weber
Esta situación responde, en parte, a los efectos perversos de unas leyes que, en principio, pretendían proteger de la especulación inmobiliaria a las poblaciones locales y los paisajes. En 2012, Suiza votó a favor de la iniciativa WeberEnlace externo, que limita la proporción de segundas residencias al 20 % del parque inmobiliario municipal.
En la aplicación de este texto, sin embargo, existe una laguna: el límite del 20 % se aplica a la superficie de suelo habitable, pero nada impide que los edificios existentes se conviertan en segundas residencias. Para satisfacer una demanda cada vez mayor, más y más viviendas ordinarias se convierten en inmuebles de lujo, inaccesibles a la población local.
Y, al mismo tiempo, otro cambio legislativo ha complicado las cosas. La revisión de la Ley de Ordenación del Territorio (LAT, por sus siglas en francés) de 2021 pretende aumentar la densidad de las zonas edificadas para evitar invadir los paisajes naturales. “Estas dos leyes tienen consecuencias fatales para nuestros pueblos”.
De hecho, la asociación AnnaFlorin —que anima y apoya a los municipios de la Baja Engadina en su lucha contra la presión del mercado inmobiliario de segunda residencia— en su página web señala que “no hay ninguna disposición que proteja las residencias principales de los habitantes”.
La gente jubilada, expulsada del valle
Las consecuencias siguen un patrón claro. “Las casas históricas de Engadina se venden a gente rica, se convierten en residencias de vacaciones o se utilizan como viviendas para gente prejubilada”, explica la asociación AnnaFlorin.
La gente mayor va desapareciendo de las aldeas poco a poco. Por falta de medios económicos, quienes heredan la casa familiar tienen que venderla a fondos inmobiliarios o promotores. Y lo único que les queda es mudarse lejos del valle, dejando paso a la gente rica que llega de las ciudades en busca de la naturaleza.
El destino de la Chesa Faratscha —a las afueras de Pontresina— ilustra esta cadena de tristes acontecimientos. Las personas que residían en estos tres hermosos edificios históricos en 2022 tuvieron que abandonar las viviendas que habían ocupado durante toda su vida. Las casas, en un tiempo propiedad de Correos, albergaban a trabajadores jubilados de la institución.
A través de los fondos de pensiones, hace dos años, la propiedad se vendió a Neue HausEnlace externo de Zug, que ganó la subasta del inmueble con la intención de convertirlo en una promoción de lujo. Esas viviendas ahora se están renovando, mientras los inquilinos con rentas más bajas no han podido encontrar piso en la zona. Todas esas personas jubiladas han tenido que abandonar el valle, sacrificando sus relaciones.
Los promotores se defienden
El director de Niggli & Zala Immobilien, Andry Niggli, que preside la Asociación de Propietarios de la Alta Engadina, considera que la crisis de la vivienda puede solucionarse sin necesidad de adoptar medidas proactivas en favor de la población local. “Las autoridades solo tienen que utilizar los instrumentos de planificación para fomentar la creación de viviendas de primera residencia”, dice.
Aunque, según Nora Saratz Cazin, esta opción no será suficiente. A ella le gustaría que quienes poseen segundas residencias pongan sus propiedades, de manera espontánea, a disposición de la gente local. Y busca medidas encaminadas a ello.
A Andry Niggli la idea no le gusta, pues cree que los problemas se resolverán por sí solos. “Con que se realizaran solo la mitad de los proyectos previstos en la Alta Engadina, habría viviendas suficientes para todo el mundo”, afirma.
La población se moviliza
La gente de Pontresina, por su parte, se está movilizando. A principios de año, y con el objetivo de llevar el debate a la esfera pública, se ha creado el grupo PontreViva. El director de la Oficina de Turismo local, Ursin Maissen, acoge con satisfacción la respuesta que ha obtenido la iniciativa. Un tercio de la población residente local respondió a la encuesta.
El objetivo tácito es encontrar soluciones consensuadas entre quienes ocupan segundas residencias y quienes residen en el municipio. Ursin Maissen se muestra confiado: “En nuestro pueblo, la gente está dispuesta a debatir democráticamente para encontrar medidas que convengan a todas las partes”.
Nora Saratz Cazin, por su parte, pide que las normativas existentes se flexibilicen para favorecer la causa de quienes habitan en las montañas. Al fin y al cabo, además de la ley sobre segundas residencias y la ley de ordenación del territorio, existen otras iniciativas legales. Sobre el terreno, la acumulación de legislaciones conduce a situaciones absurdas.
En el centro de Pontresina, por ejemplo, un albergue ha quedado abandonado por falta de inversores. El marco jurídico, sin embargo, prohíbe convertir las instalaciones hoteleras en viviendas. Puro despilfarro.
Más flexibilidad legal
“Sería deseable un marco jurídico más flexible para tener más en cuenta las realidades locales”, añade Marcus Caduff, consejero de Estado de Economía (ministro) del cantón de los Grisones. La crisis de la vivienda está sensibilizando a los cantones. Se están elaborando diversas medidas.
El político del partido de centro trabaja en reforzar las ayudas a la vivienda para las personas con ingresos modestos. Se están estudiando nuevas subvenciones para la compra o renovación de viviendas. Las autoridades también quieren fomentar la construcción de viviendas sociales ofreciendo préstamos a bajo interés.
El suelo frente al ayuntamiento de Pontresina está cubierto de dibujos hechos con tiza por los más jóvenes. “Justo al lado hay una escuela. Si las familias tienen que abandonar el centro, tendremos que cerrarla. Si queremos mantener nuestro pueblo vivo, tenemos que actuar ya”, insiste Nora Saratz Cazin.
Texto adaptado del francés por Lupe Calvo / Carla Wolff
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