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Un año de huidas en Birmania para evadir el reclutamiento forzoso de los militares

Héctor Pereira

Bangkok, 10 feb (EFE).- Miles de birmanos han huido del país desde que hace hoy un año la junta militar impuso el servicio militar obligatorio, por la que jóvenes son forzados a combatir en mortíferos campos de batalla en un desesperado intento de los generales por mantener el poder que detentan desde 2021, cuando tumbaron por la vía golpista a un Gobierno democrático.

Hace hoy un año, la junta anunció que la ley de servicio militar, aprobada en 2010, había sido activada, afectando a cerca de 6,3 millones de hombres -de entre 18 y 35 años- y a 7,7 millones de mujeres -de entre 18 y 27 -, que han vivido bajo la amenaza de ser trasladados a los múltiples frentes entre el Ejército y grupos prodemocráticos, aliados con guerrillas étnicas.

De negarse, se enfrentan a penas de cárcel de hasta cinco años.

El reclutamiento se ha hecho realidad para unos 45.000 birmanos desde entonces, tiempo durante el que los militares han entrenado nueve oleadas de combatientes, incluida la primera de mujeres en enero, según datos de la junta y de medios birmanos, con los que intentan reponer fuerzas en el frente mientras pierden terreno.

Combatir junto al enemigo

Para evitar esta suerte, Maung Maung salió de la ciudad de Mandalay el pasado noviembre, cuando varios de sus amigos ya habían sido enrolados, algunos de ellos sacados a la fuerza de sus casas, para combatir por un bando, el del Ejército (Tatmadaw), al que desprecian por haber interrumpido la incipiente democracia birmana con el golpe del 1 de febrero de 2021.

«Decidí irme a Tailandia porque pensé que si continuaba viviendo en Mandalay ya no podría seguir viviendo con la idea de que algún día me llegaría el turno», dice a EFE el joven de 25 años, que afirma que tuvo que pagar en varios puntos de control a militares que extorsionan a los pasajeros para permitir sus viajes.

La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) indica que un promedio de 36.000 birmanos huyen hacia Tailandia cada mes.

Aunque en todo momento Maung ocultó a las autoridades birmanas su intención, al final pagó cerca de 300 dólares, el equivalente al salario mensual de cinco obreros birmanos, entre sobornos y extorsiones a lo largo de su trayecto de 500 kilómetros, que completó en siete días.

Según medios locales, los funcionarios implicados en la campaña de reclutamiento han hecho fortunas exigiendo sobornos de hasta 10 millones de kyats (unos 4.700 dólares) a quienes tratan de evitar el servicio militar, lo que deja a los jóvenes más pobres con mayor posibilidad de ser enlistados.

A Maung ya lo habían obligado a rellenar los formularios de reclutamiento y estaba a la espera de una llamada que lo pondría dentro de un batallón, por lo que consideró urgente su huida luego de haber visto horrores, entre ellos ataques aéreos militares sobre su pueblo natal, Shwebo (en Sagaing, al noroeste del país).

Hoy, los jóvenes que están en esa situación de espera lo tienen más difícil para abandonar Birmania, después de que la junta aprobara enero un endurecimiento de la ley del servicio militar obligatorio en vista de las numerosas huidas del país, estimadas en miles por Naciones Unidas y organizaciones humanitarias.

Salir o morir

«Los reclutas han sido utilizados como escudos humanos», alertó en enero Human Rights Watch en su informe anual sobre Birmania, donde, subrayó, «aumentaron las tasas de arrestos y de personas que huyen del país» en 2024 debido a la conscripción.

El líder de la junta, Min Aung Hlaing, ha repetido que el propósito de esta política es «mantener la seguridad, paz y tranquilidad» en un país que no cuenta con ninguna de esas tres cosas, mientras los golpistas prometen elecciones y mantienen presos o judicializados a los principales líderes y partidos políticos.

La oposición democrática agrupada en el Gobierno de Unidad Nacional (NUG) -que se declara el poder legítimo de Birmania- computó 22.765 arrestos en 2024, algunos efectuados dentro de autobuses o sitios de trabajo, de donde sacaron a la fuerza a jóvenes que luego sirvieron en el frente.

«Muchos de ellos fueron asesinados en el campo de batalla», dijo al medio independiente The Irrawaddy Tun Myat Naing, jefe de la guerrilla étnica Ejército Arakán, que ha tomado el control de zonas junto a la frontera con Bangladés.

Más de 6.200 birmanos han muerto en manos de las fuerzas de seguridad desde la asonada, según la Asociación para la Asistencia de Prisioneros Políticos del país.

«Si regreso a Birmania sería como cavar mi propia tumba», dice a EFE Muang, dolido por el destierro pero decidido a aprender idiomas y oficios que le permitan «ganar un buen salario» y, con ello, ayudar a familiares que aún viven bajo el sometimiento militar. EFE

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