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Un histórico corresponsal de El Mundo narra en un libro una Francia pesimista y dislocada

Ángel Calvo

París, 26 jul (EFE).- Iñaki Gil ha sido corresponsal en París del diario español El Mundo en dos ocasiones y, a la vuelta de la segunda, ha decidido contar en un libro cómo ve «el país que más influencia ejerce sobre España», marcado por el pesimismo de su población y por una serie de fracturas territoriales, sociales y políticas.

«Los franceses son mucho más pesimistas que nosotros porque se creen hijos de un país extraordinario», explica a EFE en una entrevista Gil (Vitoria, 1958), que publica «Arde París» en la editorial Círculo de Tiza poco más de un año y medio después de haber terminado su segunda etapa en la capital francesa, de 2018 a 2021 (la primera fue entre 1994 y 1998).

Más allá de constatar esa diferencia en el nivel de satisfacción de la población a uno y otro lado de los Pirineos por las diferencias en las expectativas, le gusta repetir la paradoja acuñada en forma de frase por el escritor y ensayista Sylvain Tesson: «Francia es un paraíso poblado por gente que se cree en el infierno».

Porque el veterano periodista no se deja arrastrar por lo que en su libro describe como una «nostalgia decadente, reaccionaria, mayoritaria y… falsa».

Aunque dos de cada tres franceses se crean que su país está en declive, recuerda que «de todos los indicadores económicos y de bienestar humano solo hay uno que no ha mejorado en Francia en los últimos 50 años: el número de suicidios», con una tasa que duplica las de España, Reino Unido o Italia.

UNA VIOLENCIA ACEPTABLE POLÍTICAMENTE

Eso no le impide señalar a Iñaki Gil algunos de los recurrentes problemas que tiene Francia y de los que ha estado dando cuenta durante años en sus crónicas, y que muchas veces se convierten en crisis que sorprenden en el exterior por la virulencia con que se manifiestan.

Porque, como él dice, «la sociedad es mucho más violenta que la española», como lo deja en evidencia por ejemplo que el pasado 14 de julio, día de la fiesta nacional, los 400 coches que se quemaron en diversos altercados quedaran reducido a unos breves en los periódicos.

Por no hablar de los disturbios que hubo tan solo un par de semanas antes por la muerte del adolescente Nahel a disparos de un policía o de la violencia en las protestas contra la reforma de las pensiones a comienzos de año.

Su explicación es que «la violencia en Francia es aceptable políticamente», entre otras cosas porque aunque el país es más estable desde el punto de vista institucional que España, su sistema presidencial deja menos espacio al Parlamento para el debate, y eso acaba saltando a la calle.

La gente, dice, vota a un presidente que cree que tiene cualidades excepcionales y luego cuando se pone a ejercer el poder se decepciona.

UNA NACIÓN DESCOMPUESTA EN «ISLAS URBANAS»

«La Francia del siglo XXI ya no es un país homogéneo articulado por un Estado fuerte, sino una nación descompuesta en islas urbanas donde se concentran los vencedores de la globalización ajenos a la suerte de los ‘galos refractarios’ que habitan los pueblos y las periferias urbanas».

Eso se vio en el otoño-invierno de 2018-2019 con los chalecos amarillos, «la mayor revuelta social desde mayo del 68», que describe como «la rebelión de la Francia rural y de las ciudades dormitorio que van al trabajo (perentorio) en coche diésel» después del aumento en varios céntimos de euro de un impuesto ecológico sobre este carburante.

Desde España a él -como a todos los periodistas- le preguntaban si era un movimiento de extrema derecha o de extrema izquierda. La respuesta de Iñaki Gil es que esa fractura ideológica, aunque no haya desaparecido en la Francia actual, «no es la esencial».

MACRON, UN BONAPARTISTA

En ese ambiente en el que domina la idea de que el país está en declive y que tiene un amplio eco en la actividad política, hace notar que el presidente, Emmanuel Macron, «es un optimista en un país de pesimistas».

El periodista le dedica varios capítulos a Macron, al que define como «un bonapartista, esto es, un reformista desde arriba, autoritario y empollón y simpático en las distancias cortas», pero también a algunos de los que han sido sus rivales en la lucha por el Elíseo, incluida la líder de la extrema derecha Marine Le Pen.

Asegura que Marine Le Pen ha confirmado la transformación que ya empezó su padre, Jean-Marie, que lo suyo «no es fascismo, es un populismo de derechas» que tiene opciones de convertirse en la próxima inquilina del Elíseo porque Macron no puede volverse a presentar y no hay nadie de momento de talla que haya saltado a la palestra. EFE

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