Una exposición en Bruselas «denuncia» la censura en el mundo del cómic
Jorge Ocaña
Bruselas, 20 abr (EFE).- Bruselas acoge una exposición que trata de mostrar y denunciar cómo la censura en el mundo del cómic no es solo un episodio del pasado, sino que continúa presente en nuestros días, ilustrándolo con decenas de historietas de ficción y viñetas.
Puede que aquellos tiempos en que reyes, dictadores y presidentes ejercían presión hayan quedado atrás en las democracias occidentales, pero la figura de un nuevo censor ha emergido de entre la sociedad, opina Karl Van den Broeck, coordinador de la sala Bozar, que acoge la muestra.
Para él, uno de los ejemplos más ilustrativos es la actual polémica que existe en torno a una de las primeras obras de Tintin, recogida en la exposición, en la que el archiconocido personaje viajaba a un Congo de los años 30 y en la que los estereotipos y el racismo intrínsecos en la sociedad de la época son palpables.
El propio autor, Hergé, reconoció años más tarde que a la hora de concebir el cómic estaba influenciado por los prejuicios del «entorno burgués” de aquellos tiempos; sin embargo, ello no fue suficiente para que el caso llegara a la Comisión británica para la igualdad de raza en 2007.
Años más tarde, un juzgado determinó que el cómic no era racista, pero la controversia continúa hasta la actualidad, según reza una de las columnas de la exposición donde se recoge el caso de Tintin.
“Al publicarla ahora no se está cometiendo un acto racista, pero se debe explicar. Así que ahora que se reediten estos cómics con una explicación, al principio”, comenta Van den Broeck.
Pero las ramificaciones de la censura no solo abarcan una corrección de los prejuicios que imperaban en sociedades pasadas, sino que también alcanzan la violencia, las drogas o el sexo.
Dos viñetas del personaje de cómic Lucky Luke se emplazan la una al lado de la otra, casi no se aprecia ninguna diferencia entre ambas, pero acercando aún más la mirada el visitante podrá comprobar que son distintas: en una el famoso vaquero fuma, en otra el cigarro ha sido eliminado por completo para adaptarse a lo políticamente correcto en estos tiempos.
El caso del personaje creado por el historietista Morris es una de las decenas de muestras exhibidas de cómo la historia ha borrado las ideas originales de sus creadores, en un intento de proteger al público infantil de hábitos adultos.
Esta “censura editorial” fue, si cabe, todavía más evidente en Estados Unidos, donde la industria, siguiendo los pasos del código Hays impuesto por Hollywood, instauró el Comics Code Authority por el que se filtraba cualquier episodio violento o con insultos de los cómics.
Pero en los años de historia del mundo de la ilustración y el cómic, este arte ha logrado sortear en algunos puntos geográficos la censura institucional y social.
Ejemplo de ello es una caricatura que cuelga sobre una de las paredes de la sala y que muestra a Matilde de Bélgica desnuda frente a un absorto rey de Bélgica, una imagen inconcebible en muchas otras monarquías actuales.
La exposición, que podrá verse hasta el 16 de mayo, lanza una última pregunta al espectador: ¿está justificada cierta censura para proteger a minorías sociales?
El asunto es complejo, pero Van den Broeck señala la importancia de que exista un debate dialéctico sobre la cuestión.
«Creo que, cuando las obras o caricaturas incitan a la violencia o a discriminar, la censura no es mala. Se puede iniciar una discusión, que es lo mejor, porque lo que me da miedo (…) es que alguien con autoridad diga ‘esto tiene que ser censurado'», sostiene. EFE
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