Una oportunidad para la vida marina en el cementerio de barcos de Panamá
En las aguas turquesas que bañan las islitas de arena blanca del archipiélago caribeño de Guna Yala, un enorme ferry oxidado, a medio hundir, sobresale del cementerio de barcos que amenazan la navegación y el medioambiente frente a las costas de Panamá.
Pero donde expertos ambientalistas, pobladores e incluso autoridades ven contaminación y peligro, el buzo Jean Carlos Blanco avizora una oportunidad: crear arrecifes artificiales y fomentar el turismo.
A bordo de un velero abandonado frente a Puerto Lindo, en Portobelo, también en el Caribe, Blanco explica a la AFP que desde barcos tan grandes como el de Guna Yala hasta pequeños botes pueden ser tratados para servir de hábitat de peces, corales y otras especies marinas.
«Se hunden a una profundidad dentro de los niveles de buceo recreativo y transformamos un problema en una solución (ambiental), un atractivo y un generador de ingresos para las comunidades locales», afirma este buzo de 40 años.
Blanco, director de las ONG Ocean Soldier y Reef Restoration Panama, señala que las embarcaciones de fibra de vidrio hay que sacarlas, en cambio las de «metal al cubrirse con carbonato de calcio genera un sustrato» necesario «para que el nuevo coral crezca».
Veleros, catamaranes y hasta cargueros, algunos ya hundidos, están abandonados frente a las costas del Caribe y el Pacífico, incluso cerca de la entrada del canal de Panamá. Así quedaron tras sufrir accidentes o daños cuya reparación es muy costosa.
– «En el olvido» –
El ferry quedó varado en 2016, según pobladores de Guna Yala, un archipiélago de 365 islas también conocido como San Blas y cuyos habitantes indígenas viven de la pesca y el turismo.
En su proa herrumbrada se puede leer «San Blas Ferry». «No es el primer barco que encalla, muchos están en el olvido. Los dueños se van y nunca vienen», lamenta en la diminuta isla de Chichime Dilion Navarro, un indígena de 58 años que transporta turistas en bote.
«Hay más de 70 barcos hundidos, es un problema grave porque causan contaminación, hay que sacarlos. También son un peligro para la navegación», reconoce a la AFP el ministro de Medio Ambiente, Juan Carlos Navarro, en Causeway, en Ciudad de Panamá, desde donde se ve el mástil de un velero bajo las aguas.
El abogado ambientalista Harley Mitchell calcula que «son más de un centenar», pero sostiene que no hay en el país un inventario de barcos desechados ni están debidamente ubicados.
Mitchell acusa a las autoridades panameñas de violar, e incluso desconocer, el Convenio Internacional de Hong Kong sobre el reciclaje seguro de embarcaciones.
La Autoridad Marítima de Panamá (AMP), entidad independiente del gobierno encargada de retirar los barcos en desuso, no concedió una entrevista solicitada por la AFP.
«¿Quiénes son los responsables? Hemos preguntado a todas las autoridades. Una dice que la otra, la otra que la otra, y que juntos no pueden porque hay otra que tampoco permite», resume Blanco.
– Amenaza ambiental –
Conversando con amigos a la sombra de las palmeras en Chichime, Fernando Fernández, un indígena de 71 años, dice que teme que el ferry contenga petróleo y pide sacarlo de las aguas cristalinas de su comarca.
«Antes de que se dañen mis piedras, mis arrecifes, para no matar los pescados…, la langosta», dice señalando la embarcación que contrasta con la belleza escénica del lugar.
Antes de hundir un bote para transformarlo en arrecife artificial, se le debe extraer el combustible u otros materiales tóxicos, aclara Blanco, quien desde las organizaciones que dirige busca apoyos en las comunidades para la iniciativa.
Los barcos abandonados a menudo contienen combustible, aceites, pinturas y otros materiales que pueden contaminar los ecosistemas marinos y costeros, advierten ambientalistas.
«La misma estructura de la embarcación, al corroerse, libera metales pesados y pueden dañar arrecifes de coral, praderas de pastos marinos y áreas de reproducción de especies», comenta a la AFP Lilian González, directora del Centro de Incidencia Ambiental (CIAM).
Navegando entre varios veleros destartalados, Blanco dice estar convencido de que restaurar los arrecifes y «acabar con la mala práctica» de dejar esas moles de basura en los océanos requiere del esfuerzo colectivo e innovador, en medio de la desidia burocrática.
jjr/mis/mel/dga