Cómo funciona la reproducción asistida en Suiza
La infertilidad es un problema de salud pública mundial que en Suiza afecta a una de cada siete parejas. Acceder a la reproducción asistida, sin embargo, es difícil porque los tratamientos son caros y porque el país alpino cuenta con una de las legislaciones más restrictivas de Europa. Ello en un momento en que otros países están incorporando la reproducción asistida a sus políticas familiares.
“Saber que eres estéril es un auténtico golpe anímico. Es realmente duro cuando llevas casi dos años intentando tener un bebé, cuando eso es lo único en lo que piensas, cuando ves que las mujeres de tu entorno se quedan embarazadas con facilidad y sabes que tú nunca podrás tener un hijo de forma natural”, afirma Julie Rosset.
Esta mujer de 37 años del cantón de Vaud y su marido, con un diagnóstico de infertilidad, no tuvieron más remedio que someterse a una fecundación in vitro en Lausana para dar a luz a su hija, que ahora tiene 13 meses.
Julie Rosset ha decidido compartir su historia en InstagramEnlace externo para crear un espacio de apoyo y contribuir a eliminar el tabú que rodea a esta enfermedad, que a menudo sigue viviéndose con vergüenza y en secreto.
La esterilidad (definida como la ausencia de embarazo tras por lo menos un año de relaciones sexuales sin protección y suficientemente frecuentes) puede afectar a cualquiera, “sin discriminación”, según la Organización Mundial de la Salud (OMSEnlace externo). En algún momento de su vida el 18 % de la población adulta de todo el mundo se ve afectada, esto es, una de cada seis personas adultas, aproximadamente.
Para esta organización es un “problema de salud pública importante”, que a menudo tiene repercusiones graves en el “bienestar mental y psicosocial de las personas afectadas”. Y, en el contexto de un descenso histórico de la fertilidad en todo el mundo, también se está convirtiendo en un problema social.
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La tasa de fecundidad en Suiza cae, como en casi todo el mundo
Pandemia de esterilidad
Para saber con exactitud cuántas personas que se proponen tener descendencia no lo consiguen faltan datos, pero se sabe que la infertilidad es una de las enfermedades crónicas más frecuentes entre las personas en edad fértil.
Según estimaciones de la OMS, la prevalencia varía del 10 al 20 % según las regiones, y es especialmente alta en Asia Oriental y Oceanía, zona que incluye algunos de los países con las tasas de natalidad más bajas, como Corea del Sur y Japón.
Se calcula que en Europa afecta a 25 millones de personas. El nivel de vida apenas marca diferencias: casi el 18 % de las personas adultas están afectadas en los países más ricos y el 16,5 %, en los países en desarrollo.
Un fenómeno que no deja de crecer. La infertilidad ha aumentado alrededor de un 15 % en todo el mundo desde 1990, según el estudio Global Burden of DiseaseEnlace externo, una referencia para estimar la prevalencia de las enfermedades.
La profesión médica cree que en Suiza en torno al 15 % de las parejasEnlace externo están afectadas. Las únicas cifras precisas disponibles son las de quienes recurren a la fecundación in vitroEnlace externo, que solo representan una parte mínima de los casos.
Entre 3.000 y 4.000 mujeres cada año se someten a un proceso de fecundación, y 6.600 estaban en tratamiento en 2022.
Descendencia después de los 35
“En general, estimamos que el 30 % de la infertilidad es femenina, el 30 % masculina, el 30 % en ambos miembros de la pareja y alrededor del 10 %, inexplicable”, dice la ginecóloga Dorothea Wunder, especializada en medicina reproductiva.
Los trastornos del aparato reproductor pueden deberse a diversas causas médicas. La Oficina Federal de Salud Pública asegura que ciertas malformaciones o enfermedades que repercuten directamente en la fertilidad, como la endometriosis, son cada vez más frecuentes. A Julie Rosset se le diagnosticó un fallo ovárico, mientras que su marido, portador sano de una anomalía cromosómica, tenía problemas de esperma.
También pueden afectar a la fertilidad algunos factores relacionados con el estilo de vida, como el tabaquismo, el estrés y los problemas de peso, al igual que la exposición a disruptores endocrinos, presentes en el medioambiente.
Pero lo que principalmente explica el aumento de este fenómeno —según la profesión médica— es que está aumentando la edad en la que las mujeres son madres. La fertilidad femenina disminuye considerablemente a partir de los 35 años y de forma aún más acusada después de los 40.
En los últimos veinte años en los países de la OCDE, la edad media a la que las mujeres dan a luz a su primer hijo ha aumentado casi tres años, ha pasado de 26 a casi 29 añosEnlace externo. Suiza —uno de los países donde más tarde se tiene descendencia— se ve especialmente afectada.
Tres cuartas partes de las mujeres que en 2022 tuvieron un bebé en Suiza tenían más de 30 añosEnlace externo, y más de un tercio más de 35. “Está claro que esto influye”, dice Dorothea Wunder, señalando que en Suiza las mujeres se someten a una fecundación in vitro a los 37 años de media.
Endeudarse para la fecundación in vitro
Ante un diagnóstico de infertilidad existen opciones médicas, y los tratamientos en Suiza tienen buena calidad, indica la ginecóloga. Si es posible, y dadas sus probabilidades de éxito, primero se propone el método más “natural”. “Si los resultados de las investigaciones lo permiten, podemos empezar con un tratamiento distinto de la fecundación in vitro, es decir, una estimulación ováricaEnlace externo o inseminacionesEnlace externo”, explica Dorothea Wunder.
Pero la fecundación in vitroEnlace externo es la única opción que puede funcionar en algunos casos, como en el de Julie Rosset y su marido. Este método, además de ser más invasivo, tiene un coste económico alto, ya que en Suiza nunca se reembolsa. El seguro médico básico solo cubre la estimulación y tres inseminaciones durante un año, que, en caso de un nuevo embarazo, puede renovarse.
Bélgica y Francia —con las políticas más generosas de Europa en este ámbito— reembolsan 6 inseminaciones, así como 6 y 4 intentos de fecundación in vitro, respectivamente, hasta que la mujer cumple 43 años.
El precio de una fecundación in vitro varía y puede llegar a unos diez mil francos. Con una tasa de éxito en torno al 20 %Enlace externo, a menudo hay que repetir el procedimiento.
Julie Rosset, por ejemplo, tuvo que pasar por dos fecundaciones in vitro y tres transferencias de embriones, además de diagnósticos preimplantacionales que tampoco se reembolsan. “Nos gastamos más de 30.000 francos para tener a nuestra hija”, cuenta.
La pareja tuvo que pedir un préstamo, que tardarán varios años en devolver. “Si no, nunca habríamos podido permitírnoslo”, admite ella. “Tuvimos suerte de que funcionara —no todo el mundo la tiene—, así que mereció la pena, pero el proceso de la reproducción asistida es ya muy complicado y el aspecto económico no lo hace más fácil”.
La especialista Dorothea Wunder, que ve a diario situaciones similares, está de acuerdo en que para algunas personas unos costes tan elevados “pueden ser un freno, sin duda”. Al igual que otras personas de la profesión médica, Wunder aboga por una mayor cobertura de los seguros de enfermedad, pues considera que se cumplen los criterios de eficacia exigidos por la ley.
Determinar qué tratamientos reembolsa el seguro de enfermedad básico es competencia del Departamento Federal del Interior, que basa sus decisiones en las recomendaciones de una comisiónEnlace externo de especialistas de la sanidad. Para que en el catálogo se incluya una nueva prestación se debe presentar una solicitud formal.
Los intentos políticos de hacer que la reproducción asistida sea más accesible de momento no han encontrado mayoría. En 2021 se rechazó una mociónEnlace externo del diputado de UDC (derecha conservadora) Jean-Luc Addor.
Las aseguradoras, por su parte señalan los costes adicionales que cada nuevo servicio cubierto impone al sistema sanitario. “En el caso de la fecundación in vitro se estima en varias decenas de millones de francos al año como mínimo” explica Christophe Kaempf, portavoz de Santésuisse, la organización que representa los intereses de las aseguradoras de salud.
“Turismo” de la reproducción asistida
También puede ocurrir que el tratamiento médico indicado simplemente no pueda llevarse a cabo en Suiza. Aunque en los últimos años la ley sobre reproducción asistida se ha flexibilizado, sigue siendo una de las más restrictivas de Europa, e impone condiciones o incluso prohíbe determinadas técnicas; y en particular, la donación de óvulos.
Si la infertilidad se debe a los gametos de la propia mujer, esta práctica —autorizada en todos los demás países europeos salvo en Alemania— es la solución, y, después de los 35 años, tiene mayores tasas de éxito que la fecundación in vitro, porque las donantes son más jóvenes. A finales de 2022, el Parlamento suizo aprobó un proyecto de ley para autorizar la fecundación in vitro, pero la medida no entrará en vigor hasta dentro de varios años.
En este contexto, muchas parejas estériles optan por realizar tratamientos de reproducción asistida en el extranjero, pero Dorothea Wunder afirma que no se sabe cuántas son. Algunos países, como la República Checa, Dinamarca y sobre todo España, se han especializado en acoger a personas de toda Europa que quieren tener hijos.
Dos centros de reproducción asistida españoles han confirmado a swissinfo.ch que atienden a un número creciente de pacientes procedentes de Suiza. En Madrid, la clínica Vida Fertility, que se dirige a una base de pacientes internacionales, recibe “entre 7 y 10 pacientes suizas al mes, con una media de edad de 41 años”, principalmente para donaciones de ovocitos, según Karine Gautron, responsable de relaciones exteriores.
Suiza se queda atrás
Una legislación estricta y unas tasas prohibitivas hicieron que Suiza en 2021 ocupara un puesto bajo en el Atlas europeo de políticas de tratamiento de la infertilidadEnlace externo, elaborado por una asociación de especialistas bajo los auspicios de la UE. Aceptar la donación de ovocitos y abrir la donación de esperma a parejas de mujeres casadasEnlace externo, sin embargo, deberían acercarla en el futuro a otros países.
Dorothea Wunder, antigua miembro de la Comisión Nacional de ÉticaEnlace externo, organismo que emite recomendaciones sobre cuestiones bioéticas, opina que la ley podría adaptarse, suprimiendo, por ejemplo, el requisito del matrimonio para la donación de esperma.
Fuera de Suiza gana terreno la idea de que las autoridades deberían incorporar la lucha contra la infertilidad a sus políticas familiares. Al preguntarle a principios de año a Tomas Sobotka, director adjunto del Instituto de Demografía de Viena, declaró a swissinfo.ch que “es vital que las personas que lo necesiten tengan acceso a tratamientos contra la infertilidad”.
Aunque subraya la importancia de establecer condiciones, el demógrafo, que dirige un grupo europeo de investigación sobre fertilidad y familia, cree que “los gobiernos, a la hora de apoyar y subvencionar la reproducción asistida, deberían ser relativamente generosos”.
Varios gobiernos, asustados por el descenso de las tasas de fertilidad, parecen avanzar en esta dirección. Japón, por ejemplo, ha anunciado que para 2022 varias técnicas de reproducción asistida estarán cubiertasEnlace externo por el sistema público del seguro médico, al igual que han hecho varias ciudades chinasEnlace externo y provincias canadienses.
En enero, el presidente francés Emmanuel Macron anunció un plan nacional de lucha contra la infertilidadEnlace externo, que debería incluir la ampliación del acceso a la reproducción asistida, el refuerzo del apoyo psicológico y una mayor sensibilización sobre los problemas de fertilidad.
Pero de momento, aunque la reproducción asistida está aumentando, muchas parejas renuncian al tratamiento y se resignan a un futuro sin hijos. “El elevado coste del tratamiento lo hace inasequible para la mayoría de la gente, sobre todo en los países de ingresos bajos y medios”, resume un estudioEnlace externo publicado a principios de año en la revista Human Reproduction Update.
“El acceso a los cuidados de fertilidad, concluye, es un problema importante que afecta desproporcionadamente al derecho fundamental a fundar una familia”.
Texto adaptado del francés por Lupe Calvo / Carla Wolff
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