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Casarse con un suizo… para lo bueno y lo malo

Más de 8.000 extranjeras se casaron con un suizo en el 2001. Keystone

Uno de cada tres matrimonios contraídos en el 2001 en Suiza es binacional. En muchos casos las mujeres son de un país pobre.

Pero no siempre son felices en la vida conyugal. Muchas sufren problemas de violencia, racismo y soledad.

Suiza cuenta actualmente con una población extranjera de 1,4 millones de personas, de las cuales el 54% son hombres y el 46% mujeres.

Pero ese cuadro no es representativo para todas las colonias. De los brasileños que viven en el país alpino el 63% son mujeres. En el caso de las colonias rusa y tailandesa, el porcentaje de población femenina supera el 68% y el 80%, respectivamente.

«La fuerte representación femenina proveniente de algunos países de América Latina, Asia o del antiguo bloque soviético se debe, sobre todo, al matrimonio», explica Christoph Müller, portavoz de la Oficina Federal de Extranjeros.

Internet, agencias matrimoniales y viajes

Todo parece indicar que algunas extranjeras tienen más éxito que otras. Para comprobarlo basta consultar los sitios Internet de las agencias matrimoniales que operan a escala internacional y que proponen, sobre todo, contactos con mujeres de Europa del Este, América Latina y Asia.

Internet no es, sin embargo, la única fuente de información para los hombres helvéticos que sueñan con una compañera exótica. En Suiza hay también agencias matrimoniales especializadas en parejas interculturales.

En el registro de la Oficina Federal de Justicia figuran doce personas o sociedades que ejercen esa actividad a escala internacional.

La democratización de los viajes también contribuye a que se formen cada vez más parejas entre personas de diferentes continentes, matrimonios mixtos. Según la Oficina Federal de Estadística, el 31% de los matrimonios contraídos en Suiza en el 2001 corresponden en la categoría de parejas binacionales.

Deseo de poder

«La búsqueda de una pareja extrajera puede explicarse como una necesidad de afirmar su diferencia. Es una forma de liberarse de su propia familia y de romper los vínculos marcados, a veces, por sentimientos incestuosos», señala la psicóloga y psicoterapeuta Adiana Bouchat.

«También se observa que a menudo los matrimonios formados por un suizo y una mujer de otro país no son sino la suma de dos desesperaciones. La búsqueda de una vía para salir de la pobreza, por parte de ella, y el intento de huir de la soledad o de establecer una relación que pueda controlar, por parte de él», prosigue.

Según la psicóloga, esos matrimonios basados en una unión de intereses, a veces totalmente dispares, pueden conducir a relaciones asimétricas, en las que uno de los cónyuges – por lo general, el hombre – busca dominar al otro.

«Es fácil que eso ocurra en una situación donde la mujer inmigrante está sola, desvinculada de sus raíces y de su red de contactos sociales», subraya Adiana Bouchat.

Presión de la legislación suiza

A esos factores desventajosos se suma la presión de la legislación suiza, por la cual una extranjera casada con un suizo sólo recibe el permiso de residencia definitiva (permiso C), una vez cumplidos los cinco años de matrimonio.

«Durante ese periodo, la vida de la mujer extranjera está sujeta a su estado civil, es decir, depende totalmente de su esposo para lo bueno y para lo malo», señala Anni Lanz, secretaria de Solidaridad Sin Fronteras.

«El permiso de esas mujeres establece claramente que el matrimonio es el único motivo que justifica su estancia en Suiza y no les concede, ni siquiera implícitamente, el derecho a trabajar», explica la secretaria de la ONG especializada en temas como la inmigración y el derecho de asilo.

«En caso de divorcio, esas mujeres suelen recibir una carta en la que se les notifica que ya no cumplen el objetivo de su permanencia en el país. Y conforme a la ley, deben abandonar el territorio suizo», precisa Anni Lanz.

Corresponde a la policía cantonal decidir si acepta o no prolongar el permiso de estancia de las extranjeras casadas con un suizo, que corren el riesgo de ser expulsadas del país y que hayan presentado recurso.

La ley federal en la materia se limita a fijar los criterios de evaluación. «Todo depende de si la mujer tiene hijos o si presenta un estado de salud precario», precisa Christoph Müller, portavoz de la Oficina Federal de Extranjeros.

Ningún derecho personal

Las condiciones en las que viven las extranjeras con problemas matrimoniales son complicadas. «La ley no les concede ningún derecho personal. Esas mujeres viven prácticamente a la merced de su cónyuge», afirma indignada Chiara Simoneschi, presidenta de la Comisión Federal para Asuntos de la Mujer.

«Hay que terminar con esa situación injusta y discriminatoria y asegurar a esas mujeres un estatus que respete su integridad personal y su derecho a la autodeterminación. Es un aspecto crucial, sabiendo que hay muchas inmigrantes que sufren violencia física o psicológica en la pareja», puntualiza.

El año pasado, el 16% de las mujeres víctimas de malos tratos, que buscaron refugio en el centro de acogida de Berna, eran extranjeras casadas con un suizo.

Iniciativa parlamentaria

Las situaciones de violencia con las que se ven confrontadas algunas mujeres extranjeras han llevado a la diputada nacional socialista Christine Zoll a presentar una iniciativa parlamentaria.

Zoll solicita que se les conceda el derecho a permanecer y trabajar en Suiza, independientemente de cuál sea su estado civil.

El 31% de los matrimonios contraídos en el 2001 está formado por una pareja binacional.

Hay 8.046 mujeres extranjeras casadas con un suizo, mientras que el número de suizas casadas con un extranjero se eleva a 3.311.

Casi la mitad de las parejas divorciadas en el 2001 eran mixtas (6.832 de un total de 15.778).

El 16% de las mujeres que buscaron amparo en el centro de acogida de mujeres maltratadas (Solidarité Femmes) en el 2002 eran extranjeras casadas con un suizo.

 La propuesta fue aprobada por el Consejo Nacional (cámara baja), pero el Consejo de los Estados (cámara alta) no quiso discutir el tema, ya que dentro de algunos meses se votará la enmienda a la Ley de Extranjería.

La revisión parcial de esa Ley que propone el Gobierno es más restrictiva que la legislación actual. Estipula, por ejemplo, la vida en común de los cónyuges como condición previa para la concesión de un permiso de estancia, mientras que la ley en vigor contempla la posibilidad de que marido y mujer no vivan bajo el mismo techo.

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