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Cuando el sufrimiento se hace sentir en Europa

La agresión puede ocurrir a los 6 años de edad, como ha sido el caso para esta niña somalí. Keystone Archive

UNICEF y Terres de Femmes realizan campañas para obtener apoyo a los proyectos que realizan en diversos países africanos a fin de terminar con la tradición de la escisión genital femenina.

En Europa, las biografías de mujeres con ablación hacen que se empiece a escuchar un poco mejor el grito de unas 6.000 niñas que a diario sufren de algún tipo de mutilación genital.

Las mujeres de Occidente han podido conocer en los últimos años varias biografías de víctimas del ritual, como la de la modelo somalí Waris Dirie (La flor del desierto), la de la togolesa Fauziya Kassindja (¿Te escuchan cuando lloras?) o la de Fadumo Korn (Nacida durante la gran lluvia), una nómada somalí y ahora defensora de la mujer desde Alemania.

Todos ellas, mujeres jóvenes que han despertado el interés del Norte por terminar con esta tradición que hoy por hoy afecta a unos 2 millones de niñas al año, aseguran al unísono múltiples organizaciones de defensa de la mujer.

Egipto, Etiopía, Kenia, Nigeria, Somalia y Sudán representan el 75% de todos los casos. En Yibuti y Somalia, el 98% de las niñas sufren las consecuencias del más agresivo de estos rituales.

Para las mujeres a las que se les han practicado la infibulación -la variante más grave en la que se extirpan todos los órganos sexuales externos-, el trauma de volver a abrir y cerrar la región vaginal para permitir la salida del bebé se repite en cada parto (reinfibulación).

Violación de la integridad

Además del temor y el dolor que provoca esta operación salvaje, un buen número de las niñas afectadas debe soportar las consecuencias del corte: prolongadas pérdidas de sangre, infecciones, esterilidad o, en 30% de los casos de infibulación, hasta la muerte.

Las razones de esta tradición: preservar la virginidad, garantizar la posibilidad de contraer matrimonio y, sobre todo, permitir al hombre el control de la sexualidad de la mujer.

La denominada Mutilación Genital Femenina se practica normalmente a niñas de entre 4 y 12 años y se ha clasificado en 4 tipos:

1. La ablación circular del prepucio clitoridiano o del clítoris en su totalidad.

2. La extirpación total o parcial del prepucio, del clítoris y de los labios menores dejando los labios mayores intactos.

3. La infibulación o «circuncisión faraónica»: la extirpación no sólo del clítoris y de los labios menores, sino también de los mayores. Después se cose la vagina dejando tan sólo un orificio de, aproximadamente, medio centímetro, para el paso de la orina y la sangre menstrual (un periodo puede prolongarse hasta 15 días en la mujer con infibulación).

4. La cuarta distinción encierra otras formas de violación a la integridad de la mujer, como pinchazos, heridas o incisiones en el clítoris; raspadura del orificio vaginal o corte de la vagina; introducción de sustancias corrosivas o hierbas dentro de la vagina y otros procedimientos que mezclan las 3 primeras formas antes mencionadas.

Romper el silencio

Tanto para las secciones helvéticas de UNICEF y Terre de Femmes la importancia de explicar las condiciones en las que se realizan este tipo de mutilaciones es relevante para poder obtener la comprensión y el apoyo de la población helvética y así poder recibir los donativos para sus campañas.

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia respalda a grupos locales de mujeres en la lucha contra la erradicación de la escisión, apoya campañas mediáticas o la reconversión de las «cortadoras», las mujeres dedicadas a realizar este rito, entre otros programas.

Terre des Femmes Suiza, por su parte, apoya programas en 3 países africanos. En Tanzania, por ejemplo, realiza programas explicativos en todos los sectores de la sociedad con apoyo de la radio y el teatro. En Kenia, los donativos sirven, entre otras cosas, para cubrir los gastos de la ayuda médica brindada a las niñas gravemente afectadas.

Pero la lucha es, sobre todo, para que haya un movimiento comunitario local que rompa el silencio y exprese su rechazo a la ablación, ya que la imposición de leyes coercitivas, sin todo este trabajo social, sólo provocaría efectos perversos.

Y lo más importante: convencer al hombre, incluirlo en el diálogo, que a fin de cuentas, con la presión de su silencio, resulta ser el precursor principal de este acto brutal.

«El silencio significa aprobación», indica Abdolaye Sow, un hombre mauritano dedicado a diseñar estrategias culturales en la lucha contra las prácticas tradicionales nefastas en las que se incluye la MGF. Aunque advierte: «Los africanos no tenemos el monopolio de la idiotez».

swissinfo, Patricia Islas Züttel

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