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Cuando la caza de ‘souvenirs’ es ilegal

Ejemplo de pillaje del templo de Ankor, en Camboya. Unesco

!Cuidado!… Los objetos culturales que usted trae de un viaje a América Latina, Asia o África pueden causarle problemas.

Esos recuerdos suelen ser parte del patrimonio mundial y están protegidos. Por tanto, su comercio es ilegal.

El problema parecería resuelto. Es cierto que Suiza ha ratificado el año pasado la Convención Internacional de la UNESCO de 1970, cuyos términos pretenden luchar contra el tráfico de bienes culturales.

Mejor aún, el próximo año entrará en vigor la nueva Ley Federal sobre la Transferencia Ilícita de bienes culturales. Su contenido mejora las medidas de lucha contra el tráfico, sobre todo porque prolonga el plazo para la restitución de los objetos robados, de cinco a treinta años.

Pero la ONG Declaración de Berna (DB) considera que la legislación no puede resolver sola el problema.

«Hay que conseguir cuanto antes la toma de conciencia. La reducción de la demanda es el único modo de poner fin al pillaje», señala Claudia Buess, una de las responsables de la campaña lanzada.

«Mientras los bienes culturales sigan siendo percibidos como mercancías que pueden ser comercializadas sin restricción, la ley quedará sin efecto», sentencia.

Necesidad de informarse

Una campaña de sensibilización es necesaria y está dirigida a los turistas, pero también a los suizos que ocupan funciones en el exterior (diplomáticos, cooperantes…) y, por supuesto, a los coleccionistas.

La necesidad de informar mejor a las personas es confirmada por Francesca Gemnetti, presidenta de la Comisión suiza en la UNESCO.

«El turista suele tener la tentación de llevarse un recuerdo comprando objetos que han sido robados. Con este tipo de actitud se priva al país visitado de sus testimonios culturales, que deben permanecer en su sitio, y se participa en el crecimiento del comercio ilegal de bienes culturales», advierte.

Francesca Gemnetti tiene confianza: «El turista de hoy está mejor informado que antes. Sobre todo el turista suizo tiene sensibilidad ecológica y respeto a las culturas».

En todo caso, Declaración de Berna recomienda a los viajeros no traer objetos ilegales a la casa.»Cuando se compra un objeto en Asia, África o América Latina, debemos estar seguros de lo que compramos», declara Claudia Buess.

Los viajeros deben informarse sobre el origen exacto del objeto y sobre la identidad de su dueño anterior. Asimismo hay que ver si el objeto muestra huellas de pillaje tales como rasmilladuras o fisuras. En caso de duda es mejor comprar una copia.

En fin, conviene estar al tanto de la legislación vigente en el país. «En Malí, por ejemplo, está prohibido exportar figurines de terracota», recuerda Claudia Buess. Es bueno saber que es necesario disponer de un recibo en regla para importar objetos de arte a Suiza.

Pillaje a los países pobres

Declaración de Berna se moviliza contra el tráfico de objetos de arte porque considera que los daños causados por éste son irremediables. El mayor perjuicio es, sin duda, cultural. Con los pillajes, el país afectado queda privado de un fragmento de su identidad.

No obstante, es también enorme el perjuicio económico. Se pierde los beneficios provenientes del intercambio legal y de la promoción turística.

Claudia Buess cita un ejemplo actual. «Egipto ha obtenido 3,3 millones de francos por haber prestado las piezas para la exposición sobre Tutankhamón en el Museo de Antigüedades de Basilea».

Esas sumas dejan de estar disponibles si desaparecen los objetos de los países pobres. Los pillajes no dejan nada a los países concernidos. Según un estudio publicado en Gran Bretaña en el año 2000, la persona que encuentra un objeto recibe apenas el 2% del importe de la venta final, ya que el 98% va a manos de los intermediarios.

swissinfo

Se calcula que 70% de los sitios arqueológicos de Malí han sido saqueados.
En China, 20.000 tumbas son hurtadas cada año.
Según la Asociación Mundial de Museos, 255 objetos fueron sustraídos de iglesias y claustros de Guatemala en los últimos dos años (sólo 29 de ellos han sido recuperados).

Creada en 1968, Declaración de Berna (DB) parte de un manifiesto de teólogos protestantes que piden más ayuda a los países pobres.

Desde 1971 presiona para que el Estado y las empresas suizas cambien de actitud con respecto al Sur.

DB se financia con la venta de sus revistas y las cotizaciones de sus miembros.

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