Cuando la muerte burló a la Justicia
La muerte de Augusto Pinochet comenzó a poner fin a una etapa todavía debatida de la historia chilena, como lo fue la dictadura militar que gobernó al país durante 17 años.
Hasta último momento, el ex presidente vivió bajo acusaciones por violación a los Derechos Humanos y delitos de fraude, pero falleció sin ser juzgado.
Londres: el principio del purgatorio
En 1998, el juez español Baltasar Garzón emitió una orden de extradición para Pinochet, a quien acusó de cometer crímenes contra la humanidad, incluyendo genocidio y tortura.
En ese momento el ex mandatario se encontraba en Londres por un tratamiento médico, y el 16 de octubre la policía lo arrestó en la clínica. La batalla fue extensa, 503 días de recursos legales que culminaron con la decisión de Ministerio del Interior británico de liberar al militar en base a su delicado estado de salud.
Pinochet abandonó Londres el 2 de marzo de 2000 en silla de ruedas y llegó a Chile un día después, caminando y sonriendo a sus seguidores, lo que motivó la ira de sus detractores.
Cinco meses después de su llegada la Corte Suprema aprobó su desafuero habilitando al proceso judicial por la ‘Caravana de la Muerte’, lo que disparó el comienzo de una seguidilla de querellas.
El 1 de diciembre del 2000, el entonces juez Juan Guzmán Tapia pasó a la historia por ser el primer magistrado en someter a proceso a Pinochet, esa vez como autor de 57 homicidios y 18 secuestros calificados.
Las cuentas ‘secretas’ de Pinochet
El agosto del año 2004, el Senado estadounidense reveló que Pinochet mantenía varios millones de dólares en el Banco Riggs y otras entidades financieras en Estados Unidos y Europa, así como en diversos paraísos fiscales.
La noticia provocó un gran escándalo, y en Chile se le encomendó a Sergio Muñoz – entonces ministro de la Corte de Apelaciones- que investigara los delitos de fraude fiscal, malversación de caudales públicos y cohecho.
Se procesó entonces a Pinochet y a parte de su familia y colaboradores por varios delitos tributarios, y tras la investigación en el Senado estadounidense se descubrió que Pinochet ocultó entre cuatro y ocho millones de dólares en cuentas personales en el Banco Riggs.
Asimismo, la ‘Office of the Comptroller of the Currency (OCC)’ de Estados Unidos, descubrió que el Banco de Chile mantenía fondos de Pinochet sin considerar las disposiciones del Acta Patriótica de Estados Unidos.
A esto se agregó que la fiscalía federal suiza restituyó alrededor de 3 millones de dólares a Oscar Aitken Lavanchy, uno de los presuntos testaferros de Pinochet en el extranjero, los que estaban depositados en una cuenta abierta por la sociedad instrumental ‘Cornwall Overseas Corporation’, mencionada en la comisión rogatoria proveída a las autoridades helvéticas por el juez Carlos Cerda y refrendada por la Corte Suprema de Chile en septiembre de 2005.
La resistencia a Pinochet siempre estuvo presente
Fue durante los ochenta que el régimen pinochetista debió enfrentar crecientes protestas sociales y políticas que, sumadas a la presión internacional y a las denuncias permanentes por violaciones a los Derechos Humanos, determinaron que el ex dictador aceptara someterse a un plebiscito por su continuidad o no el gobierno.
El régimen anuncia un plebiscito para el 11 de septiembre con el fin de aprobar la nueva Constitución que propone que Pinochet permanezca en la dirección de la Junta por otros ocho años al término de los cuales se realizarían elecciones presidenciales de acuerdo a procedimientos presentados en la Constitución.
Los resultados del plebiscito constitucional son de un 67% del voto a favor y un 30% en contra de la nueva Constitución, otorgándole legitimidad al régimen y sus planes de transición hacia la democracia. La elección es llevada a cabo sin registros electorales, sin partidos políticos y por cierto, sin observadores nombrados por los partidos. Además se realiza en un clima de miedo e intimidación que anula cualquier intento de discusión o debate sobre el asunto.
En septiembre de 1986, el clima era cada vez más tenso en Chile, y el ex dictador sufrió un atentado por parte del insurgente Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), vinculado al Partido Comunista de Chile, acción en la salió con heridas leves pero con cinco de sus escoltas muertos.
Chile y su inexorable vuelta a la Democracia
Un poco más viejo, un poco más débil, y con las democracias latinoamericanas que se iban consolidando a su alrededor, el 5 de octubre de 1988, en su segundo plebiscito llamado para decidir si el pueblo deseaba que Pinochet permaneciese en el poder, el 55% de los chilenos votó en contra y el 43% a favor.
Un año después, la oposición política agrupada en la Concertación de Partidos por la Democracia lanzó como candidato presidencial al demócrata cristiano Patricio Aylwin, quien se impuso al aspirante pinochetista Hernán Buchi, lo que marcó el fin de la dictadura.
El 11 de marzo de 1990, Pinochet entregó el poder a Aylwin pero se aseguró el cargo de Comandante en Jefe del Ejército, desde el cual continuó ejerciendo como factor de gran poder en el país con frecuentes intervenciones frente a diversos temas.
Hubo que esperar ocho años más, conforme a lo establecido en la Constitución pinochetista de 1980, para que Pinochet hiciera entrega del mando del Ejército al general Ricardo lzurieta Caffarena, quien fue designado por el presidente Eduardo Frei.
El ex mandatario de facto no esperó más de un día para asumir como senador vitalicio, con el objeto de tener fuero y evitar ser juzgado por los tribunales por las violaciones a los derechos humanos cometidas durante su gobierno.
El legado de sus reformas económicas
Para los empresarios y la derecha tradicional Pinochet fue el héroe que salvó a Chile del comunismo y quien trajo la prosperidad económica.
Nadie discute que el actual y próspero modelo económico del país andino descansa en las profundas reformas aplicadas por Pinochet bajo su dictadura, las que se fundamentaron en la privatización de empresas estatales, del sistema de salud y los fondos de pensiones y jubilaciones.
Tres años después de tomar el poder, el gobierno aplicó una drástica reducción del gasto público, con despidos masivos en el aparato estatal que tuvieron un altísimo costo social, llevando al país a un alto índice de desempleo (40%) y un crecimiento de los índices de pobreza, que llagaban al 60%.
En los setentas, y por primera vez a nivel mundial, el ex dictador aplicó un modelo económico neoliberal duro que en Chile dio resultados en el largo plazo y que años después fue imitado en diferentes formas en Latinoamérica.
«… engrandecer a Chile y evitar su desintegración»
Quizás conciente de que este último traspié de salud era el auténtico, el día de su cumpleaños 91, el 25 de noviembre de este año, Pinochet entregó a su esposa una carta para que leyera públicamente a sus seguidores, donde admitió la «responsabilidad política» de los actos cometidos tras el Golpe de Estado:
«Asumo la responsabilidad política de todo lo obrado en la conducción de aquello que no tuvo otro norte que engrandecer a Chile y evitar su desintegración (…) Hoy y cerca del final de mis días, quiero manifestar que no guardo rencor a nadie, que amo a mi patria por encima de todo»
En la misiva, el ex dictador también sostuvo que «todos los vejámenes, persecuciones e injusticias que me afectan a mi y a mi familia los ofrezco gustosos en aras de la armonía y la paz que debe reinar entre los chilenos»
Siempre controversial, aún hasta el final, Pinochet eligió morir un 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos, y fecha que pasará a la historia por ser el día en que el hombre al que se lo acusó de miles de desapariciones, torturas, persecuciones y muertes, jamás llegó a ser enjuiciado y alcanzó su impunidad terrenal.
En un Chile dividido por su figura, Pinochet continúa despertando pasiones y odios, y seguidores y detractores lloran o festejan su muerte en las calles, mientras la bandera nacional flamea a media asta en los colegios militares.
swissinfo, Norma Dominguez
El ex dictador Augusto Pinochet ha muerto, irónicamente, en el Día Internacional de los Derechos Humanos.
Su cadáver será -por decisión personal. incinerado.
Pinochet falleció dejando en curso más de 300 querellas y varios procesos abiertos, pero jamás llegó a sentarse en la silla de los acusados.
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