En Bolivia a la defensa de las trabajadoras del hogar
Establecer un centro de auxilio a las mujeres que trabajan en el servicio doméstico en la ciudad de Sucre es la tarea de la suiza Maria Moser, quien junto con su familia permanecerá en Bolivia hasta agosto próximo.
Una asociación helvética se encarga del respaldo financiero para mantener esta asistencia a mujeres indígenas, normalmente desprovistas de apoyo en una sociedad que las mira de arriba a abajo.
La familia Moser conoció durante su estancia de cinco años en Bolivia (de 1995 al 2000) la situación de explotación que muchas de estas mujeres viven, algunas con menos de cuatro horas libres a la semana, con una paga miserable, sin protección en caso de enfermedad y enfrentadas con frecuencia a la violencia de sus patrones, que en ciertos casos puede hasta significar abuso sexual.
De vuelta en Suiza, Maria Moser escribió una novela intitulada ‘Geflochtene Wege’ (Caminos entrelazados) con personajes cuyas experiencias fue hilando de las descripciones que las mujeres dedicadas al trabajo doméstico le narraron durante ese quinquenio en Bolivia.
Un escrito que se espera sea publicado en otoño próximo en Suiza, pero cuyo original la propia autora leyó ante la comunidad religiosa reformada de su pueblo, Reigoldwil. Sus palabras también llegaron a oídos de los fieles católicos de Pratteln.
«El libro impresionó a muchos. La señora Maria Moser lo leyó frente a las comunidades religiosas de aquí y habló de su interés de crear el centro, y así fue como iniciaron los preparativos para respaldarla», explica Guido von Däniken, representante de la comunidad católica de Pratteln, un poblado de Basilea-Campo.
Se instauró una asociación de respaldo al proyecto que hoy día cuenta con 60 miembros. Con los donativos de la comunidad religiosa ecuménica, diversas instituciones y empresas se han reunido 30.000 francos, más 70.000 de los fondos de la lotería suiza.
En funcionamiento desde hace dos meses
En junio, la familia Moser volvió a Bolivia con la misión de establecer en 14 meses el centro de atención.
Se compró un terreno para la sede de ‘Sinp’arispa’ -expresión quechua que significa ‘entrelazando’-, que ya está en funcionamiento de manera provisional desde hace dos meses para acompañar a las empleadas domésticas, ofrecerles cursos para aprender, por ejemplo, a leer y escribir, y brindarles apoyo jurídico.
Pero aún quedan varios obstáculos por librar. Entre ellos, la burocracia, encontrar a gente confiable para conformar la asociación de control del centro y la incomprensión por parte del Sindicato de Trabajadoras del Hogar.
Además, «hay gente allá que piensa que el dinero surge fácilmente, pero ni tenemos mucho dinero ni es fácil reunirlo; y debemos ver que llegue a buenas manos y que sea bien administrado», advierte Von Däniken.
No es fácil llegar a las mujeres más afectadas
En el ámbito de la asesoría tampoco resulta sencillo: «Las chicas que más necesitarían el apoyo están muy encerradas en las casas, no pueden ni salir, no se pueden enterar de la ayuda ni pueden estudiar en la escuela. No se puede llegar a ellas», lamenta Maria Moser.
Pero aún así la lista de pequeños logros de ‘Sinp’arispa’, se va ampliando:
«Había, por ejemplo, una joven que en su lugar de trabajo le estaban pegando, una persona en la familia le jalaba del cabello y le estaba pegando, entonces salió en la noche de la casa desesperadamente y no sabía a dónde ir. Llegó al centro de asesoría para pasar la noche y al día siguiente la acompañamos para hablar con sus empleadores y a la Oficina del Trabajo en Sucre. Al final pudimos solucionar su situación».
«Somos como un objeto»
Aunque se trata de una lucha contra el tiempo, Maria Moser confía en que en verano de este 2008 todo estará listo para que su brazo derecho, la abogada Elizabeth Montero, siga la tarea sin ella.
Montero fue trabajadora del hogar desde los trece años de edad y se abrió camino para terminar sus estudios de abogacía. Hoy día afirma estar dispuesta a respaldar a otras mujeres.
«He visto la realidad de las trabajadoras del hogar, no nos tratan directamente como personas, somos como un objeto. Justamente acabo de llegar de una audiencia con una trabajadora del hogar para arreglar que no le han pagado su aguinaldo, otros beneficios sociales, que ha sido retirada injustificadamente, y tampoco le pagaron un mes y medio su salario. La realidad de Bolivia, no sólo en Sucre, es terrible con las trabajadoras del hogar».
Una realidad social, cierto, que no obstante, puede cambiar con un marco legal adecuado a disposición e instituciones comprometidas «que si responden a nuestras demandas, pues la Oficina del Trabajo en Sucre colabora mucho con nosotras», afirma Montero.
swissinfo, Patricia Islas Züttel
El salario mínimo establecido por ley en Bolivia es 565 bolivianos para las trabajadoras del hogar (unos 80 francos suizos).
Los salarios hasta hace una década giraban en torno a los 100 bolivianos mensuales (15 francos suizos)
Actualmente se ha ascendido la paga a 350 0 400 bolivianos e incluso hay trabajadoras domésticas que obtienen los 600 bolivianos.
Fuente de información: Centro ‘Sinp’arispa’
Maria y Leo Moser conforman una pareja de suizos que juntos viajaron a Bolivia veinte años atrás por primera vez.
De 1995 al 2000 trabajaron en centros de niños discapacitados en Cochabamba y Sucre.
Durante esta estancia se enfrentaron a una realidad desconocida para ellos: el maltrato y la explotación de las trabajadoras del hogar en Bolivia, normalmente de origen indígena.
La herramienta principal para combatir estas condiciones en Bolivia es actualmente la Ley de Regulación del Trabajo Asalariado del Hogar, promulgada en 2003.
Nada menos que la ministra de Justicia del gobierno del presidente Evo Morales, Casimira Rodríguez fue empleada doméstica durante su adolescencia y ex dirigente del Sindicato Nacional de Trabajadoras del Hogar.
Ella misma no conoció salario, sino que su tiempo de trabajo -de 16 horas al día (y las 8 restantes del día para dormir)-, era pagado con comida y techo.
Rodríguez fue una de las precursoras de la propuesta de ley, surgida en 1992.
Este documento concede derechos irrenunciales y defendidos por ley que incluyen un contrato, salario, vacaciones, beneficios sociales, aguinaldo y condiciones de trabajo claras.
La abogada Elizabeth Montero tiene una trayectoria de vida similar. Se desplazó del campo a La Paz a los trece años para trabajar como sirviente. Visitó el bachillerato y la universidad por la noche.
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