La humanidad detrás de un alambrado con púas
Es una de las puertas de entrada a Suiza. Muchos se presentan sin documentos en los bolsillos, pero con mucha esperanza en el corazón.
Un reportaje del Centro de Registro para Solicitantes de Asilo de Vallorbe, en ocasión del Día Mundial del Refugiado, que se celebra este viernes.
El aspecto exterior no es nada acogedor. Paredes de cemento, cercas de metal, cámaras de vigilancia y alambrado con púas. En la puerta principal, hombres uniformados controlan sistemáticamente a todo aquel que ingresa en el edificio.
«Efectivamente se puede tener la impresión de estar en una prisión», constata Philippe Hengy, director del Centro de Registro y Procedimiento de Vallorbe, en el cantón de Vaud. «Pero a diferencia de un cárcel, las manijas de la puerta están todas al interior».
Y los cerca de 200 solicitantes de asilo del centro administrado por la Oficina Federal de Migración tienen la libertad de salir del recinto. A su regreso son controlados por los agentes de seguridad: alcohol y objetos peligrosos permanecen fuera del lugar. El ambiente es algo tenso. Basta poco para hacer explotar las tensiones que existen entre las decenas de etnias presentes en la antigua caserna militar.
En los dormitorios no hay separación con base en el origen. «No tenemos la disponibilidad logística y en cierto modo, no queremos crear ‘mini guetos’ en el interior de una estructura de acogida», explica Hengy.
Esperanza y temores
Desde su inauguración en el año 2000, el Centro de Vallorbe –que se suma a los otros puntos de recepción en Chiasso, Kreuzlingen y Basilea- ha visto transitar por sus puertas a 46.000 personas.
Esta semana son en promedio unos cincuenta extranjeros han presentado allí una solicitud de asilo. Sólo la mitad de ellos posee un pasaporte o un documento de identidad. «Es difícil prever con anticipación el número de las personas que llegan», observa la colaboradora de Ascom, la empresa encargada de recoger las huellas digitales de los recién llegados.
«No obstante, hemos constatado que cuando un país vecino, como Italia, endurece su política de inmigración, una multitud llega aquí días después», observa.
Personas venidas de lejos y de pasados borrascosos. Philippe Hengy, en su labor de casi veinte años en la Oficina Federal de Migración apunta: «Aquel que se presenta aquí se caracteriza por un sentimiento mixto de esperanza y preocupación. La esperanza de recomenzar una nueva vida y olvidarse del pasado, y el ansia ligada a la incógnita del futuro».
Hengy quisiera ayudar a todos aquellos «cuyo destino está en juego». Pero su tarea no es dejarse llevar por las emociones. Requiere exclusivamente aplicar la ley al pie de la letra. «Para el campesino que se vio obligado a dejar su país porque sus tierras se han vuelto un desierto no hemos podido hacer nada», dice con desconsuelo.
El italiano de Guinea
Abdul Kamir, guineano de 23 años, tiene la moral por el suelo. «Llegamos hace una semana y no he podido dormir. Mi mente no deja de pensar sobre lo que me deparará, a dónde me mandarán…».
En su país lo llamaban «el italiano», comenta, por su habilidad para organizar fiestas y música. Después escapó de los militares. A Suiza llegó un poco por casualidad, siguiendo los consejos de terceros. «Me aconsejaron venir aquí…», confiesa a swissinfo, sin especificar el sujeto de la frase.
Como los otros huéspedes del Centro, Abdul Kamir no tiene derecho a trabajar, puesto que el estatus de solicitante de asilo no lo permite. Recibe tres francos al día y pasa la larga jornada deambulando por la plaza de la estación férrea de Vallorbe, pequeña localidad de 3.200 habitantes situada a diez kilómetros de la frontera francesa.
Una presencia que provoca nerviosismo entre la población local, fastidiada de esos extranjeros que no pueden hacer otra cosa que esperar una decisión sobre su caso. La estancia, en promedio, dura unos 32 días; pero con las modificaciones a la Ley de Extranjería que entró en vigor a inicios de 2008, la espera puede durar hasta 60 días.
«Desde octubre de 2007 les proponemos trabajos públicos y debo admitir que hasta ahora esto ha sido un éxito: los solicitantes se muestran entusiastas y la comuna se dice satisfecha», anota Philippe Hengy. «Resulta extraño pensar que la antigua Vía Romana que pasa por aquí será limpiada y barrida por gente venida de tan lejos».
Personas respetables
Este viernes, 20 de junio, se celebra el Día Mundial del Refugado. Abdul Karim no sabe nada al respecto. «Me explicarán los del centro lo que significa».
Para Philippe Hengy, se trata de un momento importante para recordar a las personas que han tomado caminos que nadie desearía seguir. «Estamos felices de poder ofrecer nuestra ayuda a esta gente, independientemente del procedimiento y del éxito de su solicitud. No olvidemos que estamos frente a personas que merecen respeto».
¿La parte más difícil de su trabajo? «Cuando debo decir a alguien que su solicitud no ha sido aceptada y que debe regresar a su país», concluye.
swissinfo, Luigi Jorio en Vallorbe
(Traducido del italiano por Patricia Islas Züttel)
Hay aproximadamente 16 millones de refugiados en el mundo, según cifras del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
Los principales países de acogida son Estados Unidos, los países sudafricanos, Suecia, Francia y Gran Bretaña.
En Suiza, más de 41.000 personas integran el sector del asilo, según datos estadísticos de 2007.
El año pasado fueron recibidas 10.387 solicitudes de asilo en Suiza. De ellas, 1.561 obtuvieron una respuesta positiva.
La mayor parte de las personas que solicitan asilo en Suiza provienen de Eritreo, Serbia, irak, Sri Lanka y Turquía.
En 2007, 8.199 solicitantes de asilo abandonaron el país.
La Asamblea General de Naciones Unidas instituyó este día internacional a partir del año 2000 para reafirmar los valores en los que se inspira el Convenio de Protección de los Refugiados y para sensibilizar a la opinión pública sobre los problemas generados por la guerra y la persecución. Esta jornada se celebra el 20 de junio en unos setenta países.
La Organización Suiza de Ayuda a los Refugiados (OSAR) estableció este día conmemorativo a partir de 1980, el tercer sábado de junio en cerca de 200 comunas.
En coincidencia con la celebración este año de la Eurocopa de fútbol, OSAR intenta recordar esta vez que varios jugadores, hoy bajo los reflectores, han logrado integrarse a una nueva sociedad de acogida, luego de haber recorrido diversos caminos en su trayecto migratorio.
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